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jueves, 28 de febrero de 2013

EL PAPA, EN SU DESPEDIDA: “SOY UN PEREGRINO QUE LLEGA A SU ÚLTIMA ETAPA”



A las ocho de la tarde se ha hecho efectiva la renuncia de Ratzinger al pontificado y la sede vaticana ha quedado vacante
Antes ha pronunciado sus últimas palabras públicas como pontífice en el balcón del palacio de Castel Gandolfo
El Papa Benedicto XVI.
ROMA (ANB / Información de El Pais).- "Solo soy un peregrino en la última etapa de su peregrinaje en esta tierra". Benedicto XVI se ha despedido así de los fieles que se congregaban frente al Palacio Apostólico de Castel Gandolfo y, por extensión, de todos los católicos, en su última aparición pública como papa. "Sabéis que hoy es un día distinto para mí", ha dicho. A las ocho de la tarde se ha hecho efectiva su renuncia y ha dejado formalmente de ser el líder de la Iglesia católica. "Gracias, buenas noches. Gracias a todos", han sido sus últimas palabras desde el balcón de la residencia estival pontificia.


A las ocho en punto, la gendarmería vaticana ha relevado al destacamento de la Guardia Suiza en Castel Gandolfo y se han cerrado las puertas de las estancias papales en el Palacio Apostólico del Vaticano. Estas han sido las únicas señales externas de que Joseph Ratzinger, de 85 años, ha dejado de ser papa. Eso, y el cambio en la cuenta de Twitter @pontifex que Benedicto XVI inauguro hace unos meses. En lugar de Benedicto XVI, el usuario de la red social se llama ahora Sede Vacante, y la fotografía de Ratzinger ha sido sustituida por el escudo con las llaves cruzadas que simboliza la ausencia de papa. Todos los tuits han sido borrados.

La silla de Pedro ha quedado efectivamente vacante y la Iglesia se ha sumergido en una incertidumbre extraña, desconocida desde hace siete siglos, la de esperar la llegada de su nuevo Sumo Pontífice con el anterior todavía vivo. Hasta que el cónclave elija un sucesor, el liderazgo espiritual de la Iglesia ha quedado en manos del Colegio Cardenalicio en pleno, esto es, la reunión de todos los purpurados. Los asuntos materiales, es decir, la jefatura del Estado vaticano, recaerán sobre la figura del cardenal camarlengo, que no es otro que el secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone. Bertone será el encargado de anular el Anillo del Pescador y desfigurar el sello papal con el que Benedicto XVI ha firmado sus documentos.

En una jornada de despedidas, el ya papa emérito ha viajado en helicóptero a Castel Gandolfo, adonde ha llegado poco antes de las cinco y media. Antes se había despedido en el Vaticano de la mayoría de cardenales que ya han llegado a la ciudad para preparar el cónclave que debe elegir a su sucesor. En un acto muy breve, el Papa ha saludado a los purpurados, ha agradecido su presencia y ha prometido obediencia "incondicional" al próximo pontífice.

En su discurso ante los cardenales a mediodía, Joseph Ratzinger ha dicho: "Seguiré estando especialmente cerca con la oración, sobre todo en los próximos días para que estéis totalmente iluminados por el Espíritu Santo en la elección del nuevo Papa, que el Señor os muestre lo que él desea. Entre vosotros está el futuro Papa al que desde hoy ya le prometo mi reverencia y obediencia incondicional".

Ese ha sido el último acto propiamente dicho de un adiós que Benedicto XVI ha preparado al milímetro. Después, ha regresado a su apartamento, donde ha almorzado junto a la llamada Familia Pontificia —su secretario, monseñor Georg Gänswein y cuatro laicas consagradas— y ha preparado el viaje hacia la residencia de Castel Gandolfo, a unos 20 kilómetros de Roma. Cuando retorne, su sucesor ya habrá sido elegido y las obras del convento del Vaticano donde tiene previsto recluirse estarán concluidas.

Por la tarde, después de despedirse de los miembros de la curia y empleados vaticanos, Benedicto XVI ha viajado en helicóptero hasta la residencia estival donde pasará los próximos meses. En el corto trayecto por aire —de unos veinte minutos— Benedicto XVI ha estado acompañado por Georg Gänswein, además de su médico personal, el jefe de la Casa Pontificia y su nuevo mayordomo, el sustituto de Paolo Gabriele, destituido y procesado por el caso Vatileaks. El despegue del aparato de la Fuerza Aérea italiana que ha trasladado al Pontífice y sus acompañantes ha sido saludado por el repicar de las campanas de todas las iglesias y basílicas de Roma. En el Palacio Apostólico estival ha pasado las últimas horas de su papado, que comenzó en la tarde del 19 de abril de 2005.

En estos últimos días de pontificado, ha quedado claro que el pasado día 11, cuando anunció en latín su sorprendente renuncia al papado, Benedicto había planificado muy bien su despedida. Gestos, palabras, decisiones. Una fecha, 28 de febrero de 2013, y una hora, las ocho de la tarde. Ha sido el momento en el que, junto al lago Albano, el papa alemán se habrá quitado el Anillo del Pescador, habrá dejado de calzar los zapatos rojos que representan el martirio y —según aseguró el padre Federico Lombardi— habrá perdido su cualidad de infalible. Conservará, no obstante, otra cualidad, más terrena pero no por ello muy común. La de haber renunciado al poder cuando, “ni humana ni espiritualmente”, se consideró capaz de seguir ejerciéndolo.

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