SANTA CRUZ, BOLIVIA (ANB / El Deber).- Violencia. Los dos
extranjeros linchados anoche estaban acusados de haber matado en la víspera a
tres personas y de herir a otras dos en la población fronteriza. Los sacaron de
la Policía y
les prendieron fuego.
Una turba enardecida de San
Matías, localidad ubicada a más de 800 kilómetros de la
capital cruceña, la tarde de ayer quemó vivos a dos presuntos delincuentes
brasileños arrebatados a la
Policía. Los inmolados fueron Rafael Max Díez (27) y
Jefferson Castro de Lima (22), acusados de haber matado a balazos a los
bolivianos Paulino Parabá Ramos (33), Édgar Suárez Rojas (26) y Vanderley Costa
Parabá (27), la noche del lunes.
En la refriega resultaron heridos
Samuel Carvajal Salvatierra, que se encuentra en terapia intensiva en un
hospital de Cáceres, y Sergio Ramos Poñé, que recibió un impacto de bala en el
brazo derecho.
La jornada violenta en la
localidad fronteriza se inició, a las 16:00, cuando policías de la Felcc rastrearon por los
alrededores de San Matías en busca del supuesto asesino, Rafael Max Díez, que
había escapado al monte.
Rafael salió del monte a una casa
a pedir agua, los agentes lo divisaron y hubo un cruce de balas. El brasileño
agotó sus balas y se refugió en una zona denominada Cañón Fátima, pero luego
fue capturado.
Con la misión cumplida, los
investigadores entregaron al sujeto al comandante de la Policía, mayor Edwin Rojas
Méndez, que encerró a Rafael en la celda en la que estaba recluido su supuesto
cómplice, Jefferson, desde la noche anterior.
Los brasileños admitieron el
hecho, pero no declararon por qué cometieron el crimen. A las 18:00, una turba
se aglomeró fuera de la
Policía y empezó a pedir que les entragaran a los detenidos.
Los ánimos se fueron caldeando hasta que la turba quemó un vehículo policial.
Los gases lanzados por los
agentes para dispersar a la multitud fueron en vano y más bien sulfuraron más a
los que exigían justicia por mano propia. El comandante Rojas, al ver que él y
sus policías corrían peligro, pidió ayuda a los militares. No obstante, los
efectivos militares no hicieron mucho porque la gente lanzó piedras a la Policía y, a las 19:00,
vulneró la entrada del puesto policial.
Los 10 efectivos que estaban parapetados
alzaron las manos y los militares se retiraron, lo demás corrió por cuenta de
la multitud.
Con las víctimas a su merced, les
propinaron patadas, puñetes, palazos y cinturonazos. Más tarde hubo la
intención de llevarlos a la plaza del pueblo malheridos, pero antes alguien les
roció gasolina y otro les prendió fuego.
La situación se tornó
incontrolable, la turba prohibió a los periodista filmar las escenas.
Los cuerpos de las víctimas
quedaron en media calle hasta pasada la medianoche. Los victimarios se
retiraron, pero otra gente llegaba para observar los restos de los brasileños.
El mayor Rojas y sus policías
esperaron hasta la madrugada para hacer el levantamiento legal de los cadáveres
e iniciar las investigaciones, aunque ve difícil hallar a los responsable del
linchamiento.
La madre del fallecido Édgar
Suárez dijo que quería justicia, pero no la que aplicaron los vecinos. Aseguró
que el brasileño que mató a su hijo estaba drogado.
Andrés Parabá Franco, padre de
Paulino Parabá, dijo que su hijo vivía en la capital cruceña y hace una semana
había llegado a San Matías de paseo. “Lo hicimos quedarse una semana más para
que disfrute de los 15 de su hermana”, expresó.
Sergio Ramos, uno de los
sobrevivientes del tiroteo del brasileño, contó que él y sus amigos estaban
charlando en la casa de Édgar Suárez, adonde los brasileños llegaron luego de
vender dos motos.
Según él, estaban bromeando con
Paulino y de repente Rafael les disparó. “A todos les dio en el pecho, a
mí en el brazo, caí y me hice el muerto, por eso me salvé”, reveló.
Para el mayor Rojas, la balacera
tuvo lugar por diferencias entre presuntos delincuentes. Afirma que los
brasileños trajeron dos motos robadas de Brasil, las vendieron y estaban
festejando el negocio. Cree que algo sucedió entre los amigos que desató la
balacera.
Hay otra versión que indica que
la balacera fue por celos, pues Rafael enamoraba con una joven de la casa de
Édgar Suárez.
La Policía tiene
poca presencia en San Matías
El puesto policial de San Matías
es una vetusta casa de unos cuantos cuartuchos y de muebles desvencijados en
los que a diario trabajan solo 10 policías para una población fronteriza de más
de 12.000 habitantes.
La impotencia y el miedo fueron
patentes anoche entre los uniformados, que tuvieron que pedir ayuda a los
militares para resguardar sus vidas. Para colmo, la turba les quemó uno de los
dos vehículos que utilizaban en su tarea, un auto Volkswagen Gol, que sirvió
para la captura del brasileño.
Durante el rastreo policial,
hasta los periodistas tuvieron que empujar el motorizado para encenderlo,
porque no daba contacto. El rodado terminó quemado anoche, cuando lanzaron una
botella de gasolina y se incendió. El otro vehículo, un jeep Suzuki, fue
salvado.
¿Solo hay 10 policías en esta
frontera?, le preguntamos al comandante Edwin Rojas. Él nos respondió que en
total son 18 los efectivos, pero aclaró que ocho hacen seguridad en las
entidades bancarias y en las oficinas estatales.
“Me cansé de informar a la
superioridad de la precaria situación que vivimos. Nadie nos contesta. Estoy
desde Carnaval y creo que hemos hecho un buen trabajo, porque no hubo muertos
hasta ahora. La multitud nos rebasó, cuando se acabaron los gases lacrimógenos.
Ya no podíamos hacer nada y ordené a mis subalternos que protejan su vida.
Tengo tres policías contusos por las pedradas”, relató Rojas, apesadumbrado por
lo ocurrido.
El puesto policial quedó con los
vidrios rotos y el patio lleno de proyectiles. La reja metálica de la celda de
los detenidos, estaba abierta, como mudo testigo del hecho de sangre.
Rojas espera que sus superiores
tomen cartas en el asunto y que el fiscal Luis Veizaga, testigo del doble
crimen, informe a sus superiores lo grave de la situación en San Matías.
Una jornada de tensión y de
muerte
- Prontuariados. Según datos extraoficiales, Rafael Max Díez, uno de los brasileños linchados, era exrecluso de Palmasola y de una cárcel de su país. Jefferson Castro de Lima, horas antes de morir, manifestó que había salido de un penal de Tangara hacía una semana.
- Trabajo. El sargento Gróver Ramos, jefe de la Felcc en San Matías, lamentó que la gente no haya reconocido el esfuerzo de sus investigadores, que trabajaron sin dormir en busca de los supuestos asesinos hasta hallarlos y que pese a eso tomaron justicia por mano propia.
- Temor. El mayor Edwin Rojas manifestó que los pocos policías que trabajan en San Matías, con el pasar de los años, han conformado familias, lo cual es contraproducente para ellos porque, cuando suceden hechos violentos, los sindicados los amenazan con tomar represalias con sus seres queridos.
- Acusación. Vecinos de San Matías, dijeron que algunos de los policías reciben coimas de los brasileños que son sindicados como delincuentes para que los larguen.
- Precaución. Las empresas que prestan servicios de taxis aéreos no se atreven a pernoctar en el aeropuerto de San Matías, porque dicen que corren el riesgo de ser víctimas de algún robo. El temor de los pilotos es porque en la zona supuestamente hay bandas dedicadas al robo de naves para utilizarlas en el transporte de drogas a Brasil.
Berthy Vaca. San Matías
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