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lunes, 14 de octubre de 2013

YVY MARAEY PRESENTA LA INTERCULTURALIDAD DEL PAÍS

Estreno el 15 de octubre en La Paz
LA PAZ, BOLIVIA (ANB / Erbol).- Un viaje por el sureste boliviano, la búsqueda de una película y la historia de una amistad. Éstos son los componentes de Yvy Maraey - Tierra sin mal, la nueva película del director Juan Carlos Valdivia, que se estrena en los cines del país el próximo 17 de octubre, y en La Paz este martes.

La obra filmada en la íntima geografía del Chaco y hablada en guaraní, Yvy Maraey cuenta la historia de la amistad entre un hombre blanco y un guaraní, embarcados en un viaje por tierra desde La Paz hasta el Chaco. En la búsqueda de una historia para una película, ambos se enfrentan al complejo intento de conocer al otro.

Andrés quiere hacer una película sobre el mundo guaraní. Tiene un fragmento de película de 1910 del explorador sueco Erland Nordenskiöld: guaraníes salvajes, con plumas y taparrabos, viviendo en un paraíso primitivo. Andrés quiere encontrar el lugar donde se filmó. Yari es un indígena guaraní que es contactado por Andrés para pedirle ayuda en este viaje: visita a Andrés y deciden viajar juntos para investigar y encontrar el lugar donde se filmó la película del explorador sueco. Yvy Maraey es un viaje de autoconocimiento a partir de la mirada del otro y la escucha como mirada. Combina una narrativa cotidiana con la épica de un pueblo heroico, según la producción.

Según el director, el tema del film es la interculturalidad. “Yvy Maraey muestra el intento desesperado de un hombre por conocerse a sí mismo a través del otro”. El viaje que emprenden Andrés y Yari es una exploración a través de las diferencias culturales, vistas a través de la historia de una amistad que crece en caminos de tierra y días de viaje y aventuras por el sureste boliviano. “En el mundo contemporáneo los seres humanos buscamos esferas y personas afines para vivir. Entonces, cada vez se invisibiliza más al otro. Me parecía que el tema de que tu identidad no existe por sí sola, de que necesitas del otro para definirte, es muy lindo, es casi como una metáfora de Narciso”, señaló el director.

La búsqueda de la historia

La película comienza a gestarse cuando Juan Carlos Valdivia retorna a Bolivia, después de haber desarrollado una carrera en México. La producción de American Visa, producción mexicano-boliviana protagonizada por Demian Bichir y Cate del Castillo, le abrió al director una nueva visión acerca de su país. “American Visa es una película que me devuelve a Bolivia. Habla del sueño americano y a mí me pasa lo mismo que al personaje de la película. Con esa película vuelvo a enamorarme de Bolivia y decido quedarme. Había estado viviendo en México, tenía una carrera exitosa. Entonces, empiezo a buscar cosas. No podría decir exactamente cómo empezó. Yo tenía un amigo con el que empecé a viajar al Chaco, Lauro Ocampo. Y empezamos a buscar ideas para películas”.

Juan Carlos Valdivia comenzó a conocer a amigos guaraníes y a relacionarse con instituciones como la Asamblea del Pueblo Guaraní (APG). Además de los viajes, Juan Carlos comenzó a revisar investigaciones y documentales sobre el pueblo guaraní, particularmente el trabajo del explorador sueco Erland Nordenskiöld.

Además, realizó talleres narrativos que se enfocaron en las tradiciones orales y la filosofía guaraní. “Me di cuenta que como se había escrito mucho sobre el tema, si yo quería hacer algo tenía que hacerlo a partir de una vivencia, no de una investigación. Esa vivencia requería de un trabajo de campo y de un vivir, de un conocer”.

Después de muchos viajes, el acercamiento a la cultura guaraní le reveló al director la necesidad de emprender otro proyecto, antes de Yvy Maraey. Este proyecto fue Zona Sur, película de 2009 que cuenta la historia de una familia de clase alta en la ciudad de La Paz. “En todo el viaje que significó el proceso de construcción de Yvy Maraey me di cuenta que no estaba preparado para hacer esta película. Honestamente no podía ir a mirar al otro si no me miraba a mi mismo primero. Por eso hice Zona Sur. Volví del Chaco y la hice. Es una película que es un autorretrato de mi mundo, de mi ser niño”, explica Juan Carlos.

Después de estrenar Zona Sur, Juan Carlos regresó al Chaco para terminar de concretar el proyecto de Yvy Maraey. La película se gesta finalmente en un viaje al Izozog y al Parque Nacional Kaa Iya. “Ya no puedes estar jugando al explorador que viene a descubrir mundos. Empecé buscando una historia y luego la película terminó siendo la historia de mi búsqueda. Además, siempre estuve consciente de que como blancos siempre habíamos ido a mirar al indio, pero no nos habíamos preguntado nunca qué piensa el indio de nosotros. Por esto, la película tenía que ser una narración de vivencias de primera mano”.

Performance y heterónimos

En este viaje al Izozog Juan Carlos conoció a Elio Ortiz, el coprotagonista del film. En ese momento, decide que quien tenía que interpretar al personaje de Andrés era él mismo. “Elio es crítico de su cultura, como yo de la mía. Fui muy crítico con el lugar de donde vengo, en Zona Sur. Entonces, yo estaba buscando el contrapunto en el mundo indígena. Cuando encontré a ese personaje, la película empieza a funcionar. El co-protagonista cuestiona: dice que esa tierra sin mal de los guaraníes no existe, que eso es una estupidez. Es un indio que ha dejado de creer, que es pesimista, que es crítico. Eso para mí abre múltiples posibilidades”.

Junto al dramaturgo Diego Aramburo y al director de arte y productor de la película, Joaquín Sánchez, Juan Carlos comienza a crear al personaje de Andrés, el cineasta que viaja. “Me di cuenta de que ese personaje tenía que ser yo porque yo tengo que llevar sobre mí el peso, la carga de ser blanco en este país. Tengo que evidenciar que estoy en la mirada del otro. Al ser yo, el creador que está siendo mirado y cuestionado, para mi queda muy clara mi intención”. En correspondencia con esta decisión, el personaje de Yari fue creado por Elio Ortiz.

Así, se optó por el performance y no la actuación. “Cuando tú actúas estás interpretando a otro, pero cuando haces un performance, estás siendo tú mismo. Yo soy una versión de mi mismo y soy yo mismo, como sucede con los heterónimos del poeta Fernando Pessoa. Soy muy consciente de que Andrés es un heterónimo mío, es una parte de mí, no es todo, pero sí una parte, viene de mi y estoy evidenciando esto. Elio es una parte de él mismo, es una creación de él”.

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