República de Argentina
ARGENTINA (ANB / Erbol).- Mana imatapas unanchani. El lector, con toda
razón, se quejará de no entender nada de lo que se acaba de decir. A Reina
Maraz le ocurre algo parecido. Seguramente peor. Porque no es ella sola la que
no entiende lo que le dicen sino tampoco los jueces que la juzgan.
Nacida hace
25 años en Avichuca, una comunidad ki-chwua de Bolivia que con dificultad
aparece en los mapas, su lengua madre es el quechua. Migrante de la árida
montaña boliviana, a los ocho meses de instalarse en un horno de ladrillos en
Florencio Varela fue detenida, acusada de homicidio agravado. Aunque sabe lo
que hizo, su explicación de los motivos que la llevaron a hacerlo es tan
inaccesible como la distancia que separa al tribunal bonaerense de las montañas
chuquisaqueñas donde pastorean las llamas. Si bien Reina entiende el español,
es una lengua claramente ajena para ella, y mucho más la jerigonza del lenguaje
jurídico hispano/latino, que resulta inentendible para el argentino medio. Y se
agrega el problema de que los jueces y fiscales que la juzgan entienden menos
del quechua que lo que Reina del español, aunque sea ella la pensada
analfabeta. El problema del que trata esta nota es que –detenida en 2010–
recién después de un año de cárcel y proceso Reina pudo decirle a una
intérprete, aportada por la Comisión Provincial por la Memoria, “mana imatapas
unanchani” y la intérprete tradujo: “Dice que no entiende nada”. La experta
recién hace un mes fue reconocida oficialmente por la Justicia bonaerense,
habida cuenta de que el quechua no existe en los listados para asistir a los
acusados. En el día del respeto a la diversidad cultural, la balanza de la
Justicia está en déficit con buena parte de su clientela, informa Página 12.
Uno de los derechos básicos que asisten a los acusados en un proceso penal
es entender aquello por lo que son imputados, lo que se le proyecta en su
horizonte de vida, y la asistencia de un defensor para representarlo en el
proceso. Reina Maraz Bejarano fue detenida y trasladada a la Unidad 33 de Los
Hornos en noviembre de 2010, acusada provisoriamente de homicidio agravado,
homicidio criminis causa; homicidio agravado por el concurso de dos o más
personas. Si lo penal está aceitado, lo que tiene que ver con el Derecho suena
a bisagra vieja: a Reina la estacionaron en el penal y recién en 2011, en una
visita de monitoreo, la CPM se contactó con ella y detectó que no entendía el
castellano con facilidad.
En el mismo mes, la Dirección de Litigios Estratégicos y del Programa de Pueblos
Originarios y Migrantes de la CPM asistió nuevamente a Reina, esta vez con la
intérprete de quechua Frida Rojas. “Por primera vez, a un año de ser arrojada a
un pabellón de la UP 33, Reina Maraz pudo hablar en su lengua de su situación y
conocer las razones de su detención”, dijo a Página/12 Margarita Jarque,
titular de la DLE. Cuando la CPM pidió por un intérprete en quechua, le
respondieron que “solamente tenemos en inglés, francés y portugués”, como si se
tratara de una visita guiada en un tour europeo...
Cuatro meses después, a instancias de la CPM se realizó una audiencia ante
el juez de Garantías Nº 6 de Quilmes, intérprete de por medio. El juez dispuso
la nulidad de la indagatoria que se había tomado anteriormente y ordenó
realizar una nueva, con intérprete. Igual que en el caso de la lectura de
derechos a un detenido hipoacúsico revelado por este diario en 2006, no es
difícil imaginar el tenor de la declaración indagatoria en español de una
persona que desconoce el idioma, y mucho más curioso debiera resultar la
intención de averiguar la verdad de parte del investigador. En la balanza
volcada, el juez hizo justicia, aunque el plazo de un año quedó cargado en los
hombros de la mujer, que siguió presa. Se realizó la audiencia y Reina por primera
vez entendió en qué consistía la acusación. El defensor, esta vez como
estrategia y no por imposibilidad, decidió que no declare.
A todo esto, la intérprete Rojas actuaba como tal, pero fuera de
expediente: su designación no era oficial porque para su intervención se
requiere que se encuentre inscripta en el registro oficial. La norma tiene
sentido: evitar las designaciones digitadas. Lo que no tiene sentido es que la
norma sea anormal, ya que el registro oficial de intérpretes en quechua no
existe. No por falta de necesidad. “El de Reina no se trata de un caso aislado
sino que, atento a la extendida población migrante en nuestro país, e
inmigrante particularmente, en la provincia de Buenos Aires existe un universo
de personas que atraviesan circunstancias similares”, señaló Jarque en la
presentación ante la Suprema Corte. Hasta esa instancia hubo que llegar para
que Rojas, que actuaba en forma marginal por defecto de la Justicia, pudiera
ser reconocida oficialmente, salteando una norma que de hecho ya era salteada,
pero aparecía como si no.
La presentación se realizó a principios de este año como trámite urgente. Y
recién el 5 de septiembre pasado, Frida Rojas aceptó el cargo. Formalidades que
no lo son: la demora por falta de registro oficial volvió a cargarse sobre la
imputada, que incluso fue discriminada y aislada por sus propias compañeras de
pabellón por las dificultades que tenía para comunicarse.
Como se dijo, en septiembre, la SCJ ordenó al Tribunal Oral Nº 1 de Quilmes
la designación oficial de la intérprete Rojas. El 5 de septiembre tuvo su
primera audiencia ante los magistrados que la juzgarán, Alejandro Cascio,
Silvia Echemendi y Marcela Vissio, en términos de comprensión accesible.
La CPM presentó simultáneamente un pedido de que se estableciera un
registro de lenguas originarias bajo la supervisión de la propia Corte. “La
situación de vulnerabilidad en que se encuentra Reina Maraz debería acarrear
una mayor protección, y un plus de cuidados y garantías de parte de los actores
estatales intervinientes.”
No en vano, Reina Maraz carga con todos los etiquetamientos posibles:
mujer, indígena, boliviana, migrante y víctima de violencia de género.
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