LA PAZ, BOLIVIA (ANB / Erbol).- Los trabajadores del país perdieron el 27,6 por ciento su capacidad
adquisitiva de 2008 a la fecha, luego de que el gobierno decidiera cambiar el
año base (de 1991 a 2007) y la ponderación de los diferentes grupos de bienes y
servicios que sirven para realizar el relevamiento de precios. En este
contexto, la “baja inflación” registrada por los productos de primera en el
país, sólo es un “espejismo” de precios bajos, señala la Fundación Milenio en
su Informe Nacional de Coyuntura Nº 182.
El Índice de
Precios al Consumidor (IPC) es un indicador básico para la elaboración de otros
indicadores económicos como, por ejemplo, las tasas de interés, el tipo de
cambio real, la Unidad de Fomento a la Vivienda, el crecimiento económico y los
incrementos salariales.
En consecuencia,
un IPC subestimado afecta la confianza en el análisis económico, ya que con
esta información se tomarán decisiones económicas relevantes, indica el
informe.
Luego de
alcanzar niveles de inflación estables en Bolivia durante casi una década,
1998–2006, con 3.64 por ciento en promedio, el 2007 la inflación comenzó a
acelerarse (inicio de la crisis hipotecaria en EE.UU.), alcanzando el 11.73 por
ciento.
Precisamente a
partir del 2007 el gasto público comenzó a crecer intensamente, sin un
acompañamiento de políticas públicas que incentiven el incremento de la
producción nacional. Al mismo tiempo, se aceleraba el aumento en los precios de
las materias primas y, en consecuencia, subía el valor de las exportaciones,
factor que generaría una expansión significativa de la liquidez en la economía,
explica.
En ese contexto,
se avizoraba un impulso mayor de la inflación, “por esta razón el gobierno en
abril/2008, decidió cambiar el año base (de 1991 a 2007) y la ponderación de
los diferentes grupos de bienes y servicios que sirven para realizar el
relevamiento de precios”.
Incrementó los
grupos de bienes y servicios de 9 a 12, disminuyó el ponderador del grupo de
alimentos y bebidas de 49.1 por ciento a 39.3 por ciento, incluyendo los
consumidos fuera del hogar, aumentó el número de artículos de la canasta
familiar de 324 a 364 y subió los ponderadores de vivienda de 9.7 por ciento a
11.1 por ciento, transporte de 10.8 por ciento a 15.9 por ciento y
esparcimiento de 3.3 por ciento a 6.3 por ciento.
La modificación
del año base, por cierto necesaria, y de las ponderaciones de los bienes y
servicios, no siguió la metodología estándar internacional establecida en estos
casos, como lo hizo notar, en su momento, denuncia la Fundación.
Por otra parte,
prosigue, “tomando en cuenta estudios realizados por varios organismos
internacionales, en países de bajo ingreso, como el nuestro, la población de
bajos ingresos destina entre el 60 al 70 por ciento de sus recursos, a la
compra de alimentos y vestimenta, y solamente del 30 al 40 por ciento se
utiliza para otros gastos”.
En consecuencia,
dice, “la ponderación de solamente el 39.3 por ciento de los alimentos y
bebidas en la canasta de bienes, es inconsistente y conduce a subestimar el
aumento real en los precios. Este hecho tiene consecuencias negativas para los
más pobres, en la medida en que los reajustes salariales, son menores en
relación al incremento real de los precios y, con el tiempo determinan una
mayor desigualdad en la distribución del ingreso”.
Con la nueva
metodología de cálculo de la inflación, se creó un “espejismo de inflación
baja”. El 2008 la inflación llegó apenas al 11.28 por ciento a diciembre. “Lo
preocupante del caso es que aún con el cambio de metodología, la inflación real
del grupo de alimentos fue de 42.76 por ciento a diciembre”.
“Retrocediendo
en el tiempo y aplicando las ponderaciones vigentes en la canasta de 1991, se
estima que la inflación real total el 2008 habría alcanzado al 23.47 por
ciento, y los precios de los alimentos habrían subido en 51.38 por ciento”,
indica.
En 2009 debido a
la crisis financiera internacional, se pudo mantener niveles bajos de
inflación. El cálculo oficial con la nueva canasta registró un 0.27 por ciento
de inflación total, mientras que la estimación con la canasta anterior permitió
obtener una estimación de una inflación real de 3.44 por ciento.
El reporte
oficial de la inflación para el 2012 fue de 4.55 por ciento, empero el cálculo
con la canasta anterior muestra una estimación de 10.70 por ciento. En el grupo
de alimentos y bebidas, la información oficial fue de 17.25 por ciento,
mientras que inflación real acumulada hubiese alcanzado el 21.54 por ciento.
Sumando los
incrementos salariales otorgados y comparando con la estimación de las
diferencias entre la inflación con la canasta base de 2007 y la canasta base de
1991, entre 2008 y 2012, “se advierte que hay una pérdida para los asalariados
de 27.6 por ciento, por la subestimación de la inflación, que, en otras
palabras, significa un deterioro significativo en su capacidad de compra,
resultado de la subestimación de la inflación oficial, hecho que permite el
otorgamiento de incrementos salariales bajos”.
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