Por Coco Cuba
TIQUIPAYA, BOLIVIA (ANB / ABI).- En Tralcao, Región de los Ríos, sur de Chile, ya nada
fructifica: una planta de celulosa impuesta contra la voluntad del pueblo que
conserva la lengua originaria "mapudungun tralkan" ha secado -o está
por hacerlo- la vida de la gente en la comuna Mariquina, cerca de la ciudad de
Valdivia, en la IX región chilena.
El río del "lugar de truenos",
como se conoce tradicionalmente este punto, ha recibido tal cantidad de plomo
de los desechos de la planta de celulosa, propiedad privada que es, nada más,
un curso de aguas negras y pestilentes. Huele a amargo.
En Tralcao, "la gente se nos está
muriendo de cáncer de estómago, de cáncer en las vías respiratorias",
cuenta Yahaira Mancuchum, una activista de los derechos humanos de los suyos
que llegó a la ciudad boliviana de Tiquipaya a la Conferencia Mundial de los
Pueblos contra el Cambio Climático que clausuró el lunes y a la que asistieron
8.000 delegados de 50 organizaciones civiles de 5 continentes.
Yahaira es uno de los 500 chilenos que
desde diversos puntos del longilíneo país llegaron a Tiquipaya para
manifestarse contra el calentamiento global, las emanaciones de gases
venenosos, y la industria depredadora y contaminante, además de oponerse a que
el calentamiento global asole a los seres vivos en el Planeta.
Dice que la vida, sin vida silvestre en
Tralcao, hasta antes de la planta de celulosa famosa por la belleza poética de sus
cisnes, se ha vuelto poco menos que de pesadilla.
En "las tardes el olor es insoportable
a cebolla podrida. A nosotros nos afecta directamente el tema climático, más el
calor y las emanaciones de estos gases,
no nos permiten respirar", se queja.
La planta de celulosa "que nos impuso
el gobierno, nos contaminó el río" en cuyo lecho se ha depositado una
alfombra de un metro de espesor de plomo.
En una región donde prima lo privado, la
planta "nos mato toda la vida silvestre: hoy no tenemos las pataguas, no
tenemos los coipos, salmones, no tenemos
cisnes", denuncia entre la melancolía y la bronca ablandada por palabras
reverentes esta mujer de 30 años que no alcanza a entender cómo una zona como la
suya, irrigada por varios ríos, no se tiene agua para el consumo humano.
"Siendo que somos favorecidos porque
tenemos muchos ríos no podemos beber de nuestras propias aguas, no tenemos una
vida saludable", deplora.
Yahaira da paso a otra historia mucho más
dura y que, describe una mujer sesentona, refleja la verdad de un Chile en
manos de privados y con una gran masa de "jodidos".
"Julia Muñoz Orrego, del colectivo
mujeres de zona de sacrificio", se presenta esta jubilada que viene de la
zona de Puchuncaví, en el borde costero de Valparaíso.
La vida en esa zona también se ha vuelto
color hormiga desde que -nada menos ni más que- 17 empresas se asentaron en ese
lugar pesquero, antes un granero, ahora casi un pueblo fantasma.
Bajita, blanca de piel, Julia, una
jubilada, madre y abuela cuya pensión le ha
librado de las cadenas para poder denunciar el infierno que vive el
pueblito que le vio crecer, lamenta que el reino de lo empresarial rija en su
Chile.
"Tenemos 17 grandes empresas
contaminantes, partiendo, con dolor lo dijo, de nuestra empresa Codelco
(Corporación del Cobre de Chile). En Puchuncaví los adultos ya estamos jodidos
y a los niños no los defiende nadie. Pero los niños que vienen con montón de
problemas; ya tienen déficit atencional, tienen toda clase de problemáticas;
sabemos que a los 10 y 12 años tienen todos los contaminantes" a bordo en
el torrente sanguíneo.
El drama que ha disparado los casos de
cáncer en todas las edades es, hoy día, una constante en las zonas de
Tocopilla, Catema, Ventana, Quinteros, vecinas de Puchuncaví.
A quien quiso escucharla, Julia le ha
contado en Tiquipaya la triste historia de Puchuncaví.
"Era un pueblo pescador por excelencia.
Surtíamos a la región de Valparaíso. Se nos llamaba el granero de la V Región;
había apicultura y todo", hasta que empresas de toda laya se asentaron y
comenzaron a trastocar el medioambiente.
"Y ahora nada hay. Es un pueblo casi
muerto", reseña Julia que en intento de referir su frustración cita el
desplome del valor inmobiliario.
"El nivel del valor de las viviendas
que antes era muy preciado por las playas preciosas, que atraía gente de todo
Chile se vino abajo. De modo que las familias que con esfuerzo construyó (sic)
sus casas si la quiere vender ahora... si antes la podía vender fácil en 30
millones (de pesos) ahora es cara a 7 millones. Entonces la gente no puede ni
irse de ahí y, lo peor, no quiere quedarse porque respira veneno todos los
días", refiere esta mujer que camina junto a su paisana como 40 años más
joven, Evelín Escobedo, del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, que no se
desprende ni deja de enarbolar su enseña rojinegra.
Julia habla fuerte y claro pese a lo
pausado de su voz y lo hace "para que presionen a las empresas
contaminantes que están allá que, como pasa en Chile, vienen a Chile, se llevan
nuestras riquezas, se llevan todo, pagan una gota de plata y nos dejan sus
hoyos y sus males y el territorio echado a perder".
Ella y un colectivo de mujeres monta en
furia porque, por la cooptación de las empresas nadie quiere escuchar en Chile
el octavo círculo que viven los pobres y no tanto en el país que, dicen los
indios Mapuches, es más de los empresarios que de los que no lo son.
Los hombres jóvenes y no en edad productiva
en Puchuncaví no tienen otra que callar pese a que la contaminación, los gases
venenosos que circulan en el ambiente, está matando todos los días a todos de a
poco.
"Lo más grave de todo es la cooptación
de las empresas porque (los hombres de Puchuncaví) dependen laboralmente. Hay
transnacionales y nuestras, no hay que
negarlo. (Las empresas contaminantes) se compran la conciencia de la gente
porque la necesidad hace al vicio", remata.
Por último la Escobedo, un típico apellido
chileno, tiene algo que agregar: la termoeléctrica de Renca.
"En la comuna de Renca tenemos una
termoeléctrica que es la que más contaminada en Chile. Quema petróleo, diésel y
la gente que vive alrededor no sabe que se va a morir de cáncer. No se ha
puesto las pilas en el sentido ambiental, lo que ha preferido someterse al
sistema capitalista y no ha defendido a la Madre Tierra, se ha preocupado de
generar recursos para las grandes empresas y matar al pueblo", dice esta
joven de callera roja, espigada, anteojos que esconden ojazos negros y rieles
de ortodoncia.
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