VATICANO, ROMA (ANB / Erbol).- El papa Francisco ha llamado a ser “cristianos con
obras y no de palabras” y ha elogiado la vida de los mártires por ser
“discípulos” que han aprendido “bien el sentido de amar hasta el extremo que
llevó a Jesús a la cruz”.
El Papa ha realizado estas declaraciones en un
mensaje de tres minutos grabado con antelación y con el que ha dado comienzo a
la ceremonia de beatificación de 522 mártires “de la persecución religiosa del
siglo XX en España”, como lo denomina la Iglesia católica. En ella, ha eludido
pedir perdón a las víctimas del franquismo por el apoyo de la Iglesia a la
dictadura, como le había solicitado en una carta la Comisión de la Verdad, que
reúne a unas 100 asociaciones de memoria histórica. Sectores de la sociedad
civil como la Coordinadora por lo Laico y la Dignidad, y entidades cristianas
de base habían pedido también a las autoridades eclesiásticas que el Papa
aprovechara la celebración para pedir “perdón” por el apoyo de la Iglesia al
golpe de Estado de 1936 contra a la República y por la complicidad con la
dictadura franquista. Pero el Papa no ha realizado en su discurso ni una sola
alusión a estas peticiones, informa El País.
“Me uno de corazón a todos los participantes en la celebración, que tiene
lugar en Tarragona, en la que un gran número de pastores, personas consagradas
y fieles laicos son proclamamos beatos mártires”, ha afirmado el Papa entre
aplausos de los más de 25.000 asistentes al acto, procedentes de toda España.
“Imploremos la intercesión de los mártires para ser cristianos concretos,
cristianos con obras y no de palabras; para no ser cristianos barnizados de
cristianismo pero sin sustancia, ellos no eran barnizados, eran cristianos
hasta el final”, ha añadido el Pontífice en alusión a los nuevos beatos.
El acto ha sido organizado por la Conferencia Episcopal Española (CEE) y el
Arzobispado de Tarragona. En esta ocasión, los elevados a los altares están
agrupados en 33 causas. La más numerosa es la de Tarragona, con 147 mártires,
entre ellos el obispo auxiliar Manuel Borrás, y 66 sacerdotes diocesanos. Este
ha sido el motivo para elegir la ciudad de la celebración, explicó el arzobispo
de la demarcación, Jaume Pujol Balsells. El acto, multitudinario, suscita
recelo incluso en el seno de la Iglesia católica, entre los cristianos de base.
El motivo es que la gran mayoría de los nuevos beatos, 520, fallecieron tras el
estallido de la Guerra Civil y solo dos religiosos Paúles de León y Teruel
murieron antes, el 13 de octubre de 1934. Aún con estos datos, la Conferencia
Episcopal huye del término “mártires de la Guerra Civil” porque, argumenta, “no
fueron combatientes, ni estaban con las armas en la mano. Murieron por no
renegar de su fe”, según el secretario y portavoz del episcopado, Juan Antonio
Martínez Camino. Fuentes de la CEE justifican que la elección de la fecha y la
ubicación ha sido “casual”, frente a las críticas que alertaban de una posible
“exaltación españolista”.
Más de 25.000 personas han ido inundado desde las 7 de la mañana la antigua
Universidad Laboral, fundada por el franquismo, y que estaba rodeada de grandes
medidas de seguridad. La ciudad se ha paralizado: solo las matrículas de
vehículos inscritos de antemano y debidamente acreditados podían acceder a la
zona, lo que ha provocado grandes congestiones de tráfico. Los vehículos
particulares, tenían vetada la entrada, y el Ayuntamiento ha fletado dos líneas
de autobuses para desplazar a los invitados. Prueba de las restricciones es que
los autobuses destinados a periodistas han partido con una hora de retraso al
haberse extraviado el censo de la matrícula en los controles.
Decenas de asistentes a la misa han aprovechado los momentos previos para
confesarse en improvisadas sillas, al aire libre y a casi a centímetros de los
demás congregados. Entre los asistentes figuran familiares y religiosos de las
órdenes de los beatos, como las 300 Siervas de María de España y América Latina
desplazadas a Tarragona. De esta congregación se beatifican cuatro religiosas y
matizan que “solo es un acto religioso”. Unos sentados en la hierba, otros
acomodados en sus sillas y algunos que aprovechan para confesarse en un cara
con el sacerdote en medio de la avenida. De Menorca han llegado más de 100
personas, una treintena corresponde a la familia de Juan Huguet, uno de los
mártires. Llevan una fotografía con un sospechoso lema: “Viva Cristo Rey”, que
son las tres últimas palabras que dijo él un segundo antes de que le mataran al
negarse a escupir a un crucifijo, han explicado sus familiares. Han venido dos
de sus hermanos, hijos, sobrinos. “¿Resentimiento? Al contrario, en casa
siempre hemos vivido el perdón”, explica Juan Huguet, uno de sus sobrinos, de
59 años. “Lo mató el brigada Marqués que había tomado la isla. Lo mararon en la
cárcel, pero se convirtió y escribió una carta espectacular de
arrepentimiento”, ha continuado narrando.
Algunos de los asistentes han contestado a las críticas que califican el
acto de “político”. “No tiene nada que ver una cosa es un enfrentamiento civil
y otra una persecución sistemática de liquidación. Igual que no tiene nada que
ver la Guerra Mundial con el Holocausto”, ha concluido Huguet. Entre los
invitados figura el presidente de la Generalitat, Artur Mas, el del Congreso de
los Diputados, Jesús Posada, el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón,
el ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, y el inspector general del
Ejército, Ricardo Álvarez-Espejo.
En la ceremonia no se permite la entrada de banderas ni pancartas, aunque
algunos asistentes han burlado la seguridad llevando camisetas con la bandera
española estampada. Los cuerpos policiales han desplegado un gran dispositivo
de seguridad ante la posible presencia de grupos ultraderechistas.
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