Un ejemplo por
imitar, dice La Nación
ARGENTINA, BOLIVIA (ANB / Erbol).- El informe del Fondo de Naciones Unidas para la
Infancia (Unicef, por sus siglas en inglés), en la Argentina, sobre el
comportamiento comparativo de los adolescentes inmigrantes y los argentinos en
Buenos Aires destaca el desempeño de los adolescentes bolivianos en el estudio.
Bienvenidos, bolivianos. Para los argentinos no es ninguna novedad la
llegada de extranjeros inmigrantes a nuestro país. Por algo dijo Octavio Paz:
“Los mexicanos descienden de los aztecas; los peruanos, de los incas, y los
argentinos, de los barcos”. Tenía razón, ya que desde 1870 hasta el inicio de
la Primer Guerra Mundial nuestro país recibió un enorme flujo de inmigrantes.
La inmigración hacia Estados Unidos en esos mismos años fue más numerosa, pero
en proporción a la población nativa fue más importante el aporte inmigratorio
en la Argentina. Según el Censo de 1914, en la ciudad de Buenos Aires había más
extranjeros que argentinos, y en todo el país, casi uno de cada tres habitantes
era extranjero, informa La Nación.
Estos inmigrantes vinieron a “hacer la América” y con su trabajo cooperaron
en el progreso de nuestro país. El lenguaje popular no fue muy preciso con ellos,
ya que todos los españoles fueron bautizados “gallegos”; los italianos,
“tanos”; los sirios y libaneses, “turcos”, y los judíos, “rusos”.
Hubo un rebrote inmigratorio después de la Segunda Guerra Mundial, que se
agotó a inicios de los años 50. La novedad es que en los últimos años han
vuelto los inmigrantes, pero son otros. No vienen de Europa, Medio Oriente o
Japón, como hace más de un siglo, sino que provienen de los países vecinos.
Según el Censo de 2010, en el país había 1,8 millones de extranjeros, de los
cuales el 75 por ciento habían venido de estos países. Encabeza la lista
Paraguay, con 550.000; le sigue Bolivia, con 345.000, y luego vienen Chile,
Perú y Uruguay. Como se observa, la presencia de extranjeros no llega hoy al 5
por ciento, bien lejos de 1914. Lamentablemente, persisten estereotipos o
prejuicios que pretenden explicar e incluso justificar expresiones racistas y
descalificadores de la gente que ha decidido venir a trabajar a nuestro país,
decisión que seguramente también habían hecho hace un siglo los abuelos de
muchos de los que ahora están leyendo esta nota.
Las opiniones negativas son hoy populares en los países que reciben
inmigrantes, por eso es importante conocer si en ellos prevalecen actitudes
positivas respecto al trabajo en los adultos y frente a la escuela en el caso
de los niños y adolescentes. En este sentido, es muy valiosa la información
presentada en el informe de la Unicef, elaborado por Marcela Cerrutti y
Georgina Binstock, que analiza el comportamiento comparativo de los
adolescentes inmigrantes y los argentinos en la escuela secundaria en la ciudad
de Buenos Aires y el conurbano.
Respecto al rendimiento educativo, se presenta la siguiente información,
que compara el desempeño en la escuela secundaria de los argentinos (A) y los
bolivianos (B). Repitieron un año secundario: A, 34 por ciento, y B, 22 por
ciento. Llevaron tres o más materias a examen: A, 26, y B, 16. Faltaron más de
20 días en el año: A, 35, y B, 20. Dedican más de tres horas al estudio: A, 9,
y B, 26. Este distinto rendimiento escolar de nuestros adolescentes y los
bolivianos es notable, si además se tiene en cuenta que también son más los
bolivianos que “no sólo estudian, sino que además trabajan”: A, 20 por ciento,
y B, 38 por ciento.
El informe también examina las expectativas de futuro que tienen nuestros
adolescentes comparadas con las de los bolivianos, expresadas en la “intención
de ingresar en la universidad”: A, 40 por ciento, y B, 69 por ciento. Además,
los estudiantes bolivianos dedican más tiempo a estudiar, trabajar y realizar
tareas en el hogar, mientras por el contrario, los argentinos dedican más
tiempo al ocio, las fiestas y el “chateo” en la computadora. “Chatean con la
computadora más de tres horas diarias”: A, 37 por ciento, y B, 13 por ciento.
“Casi nunca leen libros”: A, 69 por ciento, y B, 51 por ciento. También es
diferente la actitud frente al deporte y la religión. “Casi nunca hacen
deporte”: A, 33 por ciento, y B, 15 por ciento. En cuanto a la “asistencia a
iglesias o templos”, las cifras son A, 24 por ciento, y B, 36 por ciento. Otra
cuestión importante es el cuidado de la salud, lamentablemente puesta en riesgo
por el abuso de alcohol, tabaco y el consumo de drogas. Los resultados de la
encuesta son éstos: “Fuman”: A, 20 por ciento, y B, 9 por ciento. “Consumieron
drogas en el último mes”: A, 11 por ciento, y B, 2 por ciento. “Abusaron del
alcohol en el último mes”: A, 24 por ciento, y B, 19 por ciento. También el informe
examina el comportamiento de los adolescentes en el aula. “Porcentaje de
alumnos cuyos padres tuvieron que ser citados por la mala conducta de sus
hijos”: A, 21 por ciento, y B, 10 por ciento. La notoria preocupación de sus
padres por un mejor futuro para estos adolescentes bolivianos juega un papel
central en el propio comportamiento de estos padres y su relación con la
escuela, ya que se preocupan porque sus hijos no falten y estudien. En este
sentido, el informe consigna muchas opiniones positivas de directores de
escuela. Un director de La Matanza dice: “A los padres bolivianos les interesa
mucho el tema del estudio, así que los mandan todos los días a la escuela, y
cuando hay problemas laborales, te lo explican. La prioridad de la familia
boliviana es que el hijo estudie, y te lo mandan”. Otro directivo, también de
una escuela de La Matanza, dice: "Los padres vienen a preguntar cómo está
su hijo, si le está yendo bien. En la escuela ningún padre se acerca, pero
ellos vienen y te preguntan si falta algo o cómo está en las materias". En
una escuela de la ciudad de Buenos Aires, el director expresa: "Los padres
de los chicos que son bolivianos tienen una característica muy especial, vienen
continuamente al colegio, están atentos, son muy respetuosos, quieren colaborar
con la escolaridad de su hijo, se preocupan muchísimo. Y tienen una tradición:
cuando egresan, las chiquitas les regalan un anillo".
Estas evidencias permiten vaticinar que estos adolescentes bolivianos
mejorarán en los próximos años significativamente su nivel de vida gracias al
esfuerzo que hoy están haciendo en la escuela secundaria, apoyados por sus
padres. Seguramente muchos de ellos poblarán en los próximos años nuestras
universidades, repitiendo así el virtuoso proceso de ascenso social registrado
hace un siglo, tan bien presentado por Florencio Sánchez en su obra teatral
M'hijo el dotor.
La futura prosperidad de estos inmigrantes contribuirá a nuestro propio
progreso como nación. Por esta razón esta nota comienza con la expresión "bienvenidos,
bolivianos".
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