Champions League 2013
ESPAÑA (ANB / Erbol).- El partido tuvo un ritmo frenético desde el
comienzo, que obligó a los dos porteros -Manuel Neuer y Roman Weidenfeller- a
erigirse en figuras en la primera mitad.
Después del descanso, sin
embargo, llegaron los goles: Mario Mandzukic abrió el marcador para Bayern y
poco después empató las acciones Ilkay Gündogan, informa la BBC.
Y cuando faltaba poco para
terminar el encuentro apareció Arjen Robben para definir el partido.
Pero más allá del ganador de la
final, el énfasis este sábado estuvo en el modelo del fútbol alemán, en las
claves que les permitieron a Bayern Múnich y Borussia Dortmund llegar hasta
Wembley de manera clara y contundente.
Cambio de eje
En las semifinales, los dos
conjuntos alemanes apabullaron a los dos grandes de España, Real Madrid y
Barcelona.
Y con ello dejaron claro -a punta
de goles y superioridad física- que el eje del fútbol europeo, que ha oscilado
mayormente entre España, Italia e Inglaterra, puede estar situándose por ahora
en Alemania.
El éxito alemán es una
combinación entre una liga robusta, una responsabilidad financiera, un modelo
que promueve la asistencia masiva a los estadios y el fomento de las divisiones
menores.
No deja de llamar la atención que
buena parte de la selección alemana -con excepciones considerables como Sami
Khedira, Lukas Podolski y Mesut Özil- participaron en el partido definitivo de
Wembley.
Ese es un escenario con el que
los equipos de la Liga Premier, tan acostumbrados a las compras
multimillonarias de figuras extranjeras, apenas podrían soñar.
Pertenencia
Y mientras esos mismos clubes
ingleses -sin contar los casos notorios de algunos españoles y franceses-
pertenecen en buena medida a empresarios de bolsillos holgados, la Bundesliga
exige que por lo menos 51% de la propiedad de los clubes sea de sus socios, si
bien esa regla no se cumple en Bayer Leverkusen y Wolfsburgo, vinculados a dos
importantes compañías alemanas.
Pero en Bayern Munich, por
ejemplo, Audi y Adidas controlan cada uno el 9% del club, pero el resto -la
mayoría- está en manos de los miembros.
En pocas palabras, los equipos
alemanes son clubes, en el sentido legal de que son asociaciones constituidas
formalmente con miembros que eligen representantes.
Eso genera un sentido de
pertenencia al club que, a su vez, se refleja en la asistencia a los estadios.
En Alemania es comparativamente
fácil y barato asistir a un partido y los directivos se han mostrado reacios a
subir los precios de las entradas a los niveles acostumbrados en países como
España o Inglaterra.
Cuando se le preguntó a Uli
Hoeness, presidente del Bayern, por qué no subía los precios, su respuesta fue
reveladora: "No creemos que los hinchas sean como vacas que deben ser
ordeñadas. El fútbol tiene que ser para todos. Esa es la principal diferencia
entre nosotros e Inglaterra".
El fútbol alemán compensa los
ingresos más bajos por entradas con los acuerdos de patrocinio. Un ejemplo
visible es el imponente estadio Allianz Arena, en Múnich.
Divisiones menores
Esa postura financiera ha ido de
la mano con el desarrollo de las divisiones menores, un proyecto que, como
pocos, evidencia los cambios estructurales que ha llevado a cabo el fútbol de
ese país europeo.
Al comenzar el siglo, la
situación futbolística en Alemania era completamente distinta.
En 2000, la selección fue humillada
en la Eurocopa al terminar última de su grupo y sin victorias, un resultado que
llevó a un periódico holandés a afirmar que Alemania era "una nación
futbolística en declive".
Eso sin contar que, al mismo
tiempo, las selecciones sub-21 y sub-19 también tenían sus propios problemas:
había una falta de talento y los jugadores no estaban teniendo suficiente
competencia con sus clubes.
La situación desfavorable llevó a
una profunda reestructuración, a un cambio de énfasis en el que la prioridad se
puso en el desarrollo de los jóvenes.
La novedad empezó a traer
resultados: el número de jugadores menores de 23 años que participan
regularmente en clubes alemanes pasó de 6% en 2000 a 15% en 2010.
Además, las selecciones sub-17,
sub-19 y sub-21 ganaron títulos europeos.
Y el nuevo énfasis repercutió en
la selección nacional de mayores: Alemania terminó tercero en los mundiales de
2006 y 2010 y, en ambos mundiales, el premio al mejor jugador joven se lo llevó
un alemán: Lukas Podolski en 2006 y Thomas Müller cuatro años más tarde.
Müller no anotó en la final, pero
sus ocho tantos a lo largo del campeonato sí fueron una parte clave del título
que ahora celebra el conjunto bávaro, que refrendó en Londres -una vez más- los
buenos comentarios que ha recibido por su desempeño.
El mismo técnico del Dortmund,
Jürgen Klopp, lo había dicho antes del comienzo del encuentro.
"Si ganamos en Wembley no
seremos el mejor equipo del mundo", dijo. "Pero sí habremos vencido
al mejor equipo del mundo".
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