Amnistía Internacional:
LA PAZ, BOLIVIA (ANB / Erbol).- El martes, cuando la Corte de
Constitucionalidad de Guatemala anuló la sentencia de ochenta años de cárcel
que otra corte acababa de imponerle al exdictador Efraín Ríos Montt por las
masacres de Quiché –1.771 personas de la etnia maya ixil fueron asesinadas bajo
sus órdenes entre 1982 y 1983–, las reacciones de los dolientes no se hicieron
esperar. “Los poderosos hacen lo que quieren y a nosotros, los indígenas y los
pobres, nos desvaloran; no nos dan justicia”, dijo indignada Ana Caba, una de
las sobrevivientes.
Y, a juzgar por los sucesos
reportados en el más reciente informe de Amnistía Internacional (AI) sobre la
situación de los derechos humanos en el mundo, cabe pensar que Caba comparte
esa sensación de impotencia con los habitantes originarios de otros países de
América Latina y el Caribe. Los indígenas guatemaltecos no fueron los únicos en
padecer discriminación racial, violencia, juicios injustos y exclusión social,
política o económica en el año 2012; eso es algo que tienen en común con los de
otros Estados de la región, reporta DW.DE
Pobreza, discriminación y
violencia
El reporte de AI –presentado este
22 de mayo en Londres–denuncia que las “comunidades de las Primeras Naciones”
siguieron viéndose afligidas por niveles desproporcionadamente altos de pobreza
y un acceso restringido a los servicios públicos básicos en Guatemala, México y
Paraguay. Ocho manifestantes mayas quichés fueron asesinados en Guatemala
cuando protestaban contra el aumento del costo de la electricidad y otros de la
etnia ngöbe-buglé perdieron la vida en Panamá cuando manifestaban contra una
ley que facilita la construcción de proyectos hidroeléctricos en sus tierras.
Tanto la utilización o
expropiación de los territorios ancestrales de estas comunidades por parte del
Estado como su venta o arrendamiento a empresas para la explotación de sus
recursos naturales tienden a consumarse sin consultar debidamente a sus
pobladores. Esta tendencia genera enfrentamientos y quienes suelen salir
perdiendo son los indígenas. Esa es una de las grandes preocupaciones de los
activistas de AI, dice Guadalupe Marengo, directora para las Américas de esa
organización no gubernamental.
“Generalmente, los indígenas son
los más perjudicados por los proyectos de desarrollo que prosperan actualmente
en la región. Los Gobiernos y las compañías que reciben concesiones para la
extracción de materias primas entran a los espacios de estas comunidades sin
considerar el veredicto histórico emitido en junio de 2012 por la Corte
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH): los indígenas deben ser informados
previamente sobre esos proyectos y dar su consentimiento sin ser coercionados”,
explica Marengo.
Consultas previas, informadas y
libres de coerción
En su informe, AI revela las
omisiones del Gobierno argentino a la hora de proteger el derecho de los
pueblos indígenas a sus tierras y recursos naturales; sobre todo en el caso de
la comunidad toba qom. En Brasil, los guaraní-kaiowás sufrieron amenazas de
desalojo forzoso en Mato Grosso do Sul y los líderes de otros nueve grupos se
vieron expuestos a peligros –actos de intimidación, ataques físicos o
asesinatos– por ofrecer resistencia organizada a los proyectos de desarrollo en
sus respectivas comarcas.
Pese a las protestas, el Estado
brasileño continuó el levantamiento de la represa de Belo Monte, en aras de
consolidar su independencia energética, y el boliviano comenzó la construcción
de la carretera que atravesará el Territorio Indígena y Parque Nacional
Isiboro-Sécure (TIPNIS), con la esperanza de impulsar el comercio y la economía
nacionales. No obstante, la ONG de derechos humanos critica el hecho de que las
obras en el TIPNIS se hayan iniciado antes de publicar los resultados de la
consulta que se le hizo a sus habitantes.
En Chile, a las demandas de los
mapuches para recuperar sus tierras siguió haciéndose oídos sordos, mientras la
policía reprimía sus manifestaciones haciendo uso excesivo de la fuerza y practicando
detenciones arbitrarias. Además, AI alega que los mapuches fueron víctimas de
juicios injustos en las cortes chilenas. En suelo colombiano, 84 indígenas
murieron y casi 2.000 fueron desplazados por la fuerza en el marco del
conflicto armado entre el Gobierno, la guerrilla de las FARC y los grupos
paramilitares.
Las Constituciones y la CIDH
Ströbele-Grego: “En 2003, los
kichwas de la localidad ecuatoriana de Sarayacu entablaron una demanda y
terminaron ganándola en 2012”.
Quienes luchaban en Colombia por
la restitución de sus tierras, apoyados en la Ley de Víctimas, fueron
amenazados o asesinados; esto inspiró serias dudas sobre la capacidad del
Estado para brindarles protección. Por su parte, el Comité de la ONU para la
Eliminación de la Discriminación Racial comunicó al Gobierno ecuatoriano su
preocupación por la inexistencia de procesos regulados y sistemáticos para
consultar a los pueblos indígenas del país andino; con todo y que las consultas
en cuestión están contempladas en la Carta Magna ecuatoriana.
“Aunque las Constituciones de
Bolivia, Colombia y Ecuador obligan al Estado a incluir a los pueblos indígenas
en las discusiones relacionadas con sus patrimonios e intereses, los Gobiernos
suelen ‘saltarse’ esos procesos o realizar consultas incompletas”, sostiene
Juliana Ströbele-Gregor, catedrática del Instituto de Estudios Latinoamericanos
de la Universidad Libre de Berlín, acotando que, en la guerra comercial por las
materias primas, la posición de los indígenas como guardianes de los recursos
naturales sigue siendo muy débil.
“En los países donde los procesos
de consulta previa, informada y libre tienen rango constitucional, las
organizaciones indígenas por lo menos tienen la posibilidad de denunciar las
violaciones de sus derechos ante la CIDH. Esos procesos pueden durar lustros,
porque los Gobiernos tardan –a propósito– en preparar sus defensas; pero, a
veces, vale la pena esperar. Los kichwas de la localidad ecuatoriana de
Sarayacu entablaron una demanda en 2003 y terminaron ganándola en 2012”, cuenta
Ströbele-Gregor.
Procesos largos, pero
potencialmente exitosos
“Ahora, el Gobierno ecuatoriano
deberá sanear la zona de Sarayacu que fue contaminada durante los preparativos
para un proyecto de exploración petrolera e indemnizar a las comunidades
perjudicadas”, añade la especialista de la alma máter berlinesa. También los
yakye axas de Paraguay celebraron la reivindicación de sus derechos
territoriales en 2012, aunque esa parece haber sido la excepción que confirma
la regla: la situación de los sawhoyamaxa, los ava guaraní y otros grupos
indígenas paraguayos es cualquier cosa menos alentadora.
De ahí que muchos activistas
estén haciendo presión en varios países latinoamericanos para que el Estado
consulte a los habitantes de territorios indígenas antes de utilizarlos o
expropiarlos para su explotación económica. En México se les negó el derecho a
voz y voto en esta materia. Y, en Perú, las comunidades achuar, quechua y
kichwa podrán pronunciarse sobre los planes estatales para la extracción de
petróleo en el norte del país, pese a que el Gobierno fijó límites para los
procesos de consulta sin dialogar previamente con los indígenas.
“Es necesario que los países
importadores de materias brutas minerales o agroindustriales insten a los Estados
exportadores a involucrar a las comunidades indígenas en los planes de
desarrollo que los afectan. En los convenios que Alemania y la Unión Europea
(UE) han firmado con países latinoamericanos no se le da suficiente peso al
tema de los derechos humanos de los pueblos indígenas. Por eso es importante
apoyar a las organizaciones indígenas y campesinas, informando al mundo sobre
la violación de sus derechos a la debida consulta y sobre sus nocivas
secuelas”, cierra Ströbele-Gregor.
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