ESPAÑA
(ANB / Erbol).- Al parecer, nos diferenciamos de los chimpancés,
nuestros parientes no humanos más próximos, en un porcentaje muy pequeño de
nuestro genoma. Aunque parece que esas diferencias aumentan si se echa una
mirada más detenida y podrían ser incluso diez veces mayores de lo que se creía
en un principio.
En cualquier caso, lo que nos diferencia deberá estar en el
cerebro. Y dentro de este, en la corteza, la parte más evolucionada del
cerebro, como explicaba el neurocientífico Antonio Damasio en una entrevista a
ABC. Y precisando más aún, resaltaba, en cómo las distintas zonas de la corteza
se conectan entre sí y con otras regiones del cerebro.
Y en esta dirección van los
hallazgo de un estudio de la Universidad de Oxford publicado en la revista
Neuron que ha comparado mediante imágenes de resonancia magnética en 25 monos
macaco y 25 humanos doce áreas la corteza frontal ventrolateral. Esta zona del
cerebro sólo está presente en los humanos y otros primates y se ha relacionado
también con procesos considerados típicamente humanos como el lenguaje, la
flexibilidad cognitiva -que nos permite adaptarnos a un entorno cambiante-, y a
la toma de decisiones.
Para sorpresa de los
investigadores, once de esas áreas eran muy parecidas en ambas especies, con
una sorprendente similitud en la organización de las regiones del cerebro que
controlan el lenguaje y los procesos de pensamiento complejos en los seres
humanos y los monos.
Estas coincidencias, sugieren,
según los autores, que algunos rasgos cognitivos exclusivamente humanos pueden
depender de una estructura neural conservada evolutivamente que inicialmente
servía para otras funciones. Esto está en la línea de observado ampliamente en
la naturaleza: la adaptación de estructuras ya existentes y que funcionan bien
frente a la creación de otras nuevas de la nada.
Los investigadores también
observaron algunas diferencias clave entre los monos y los seres humanos. Estas
discrepancias estaban precisamente en cómo las diferentes zonas de la corteza
frontal ventrolateral se conectan, y por tanto interactúan, con las áreas del
cerebro involucradas con la audición. En los humanos la corteza prefrontal
estaba mejor conectada con las áreas auditivas y los investigadores sugieren
que esto puede ser crucial para nuestra capacidad de entender y generar el
lenguaje. Además, podría explicar también por qué los monos son poco hábiles en
algunas tareas auditivas y podría sugerir que los humanos usamos la información
auditiva de una manera diferente a los monos: “en la toma decisiones y la
selección de planes de acción”, explica Franz-Xavert Neubert, primer firmante
del artículo.
Curiosamente, algunas de estas
regiones que se ha visto que son similares en los seres humanos y los monos se
cree que juegan un papel importante en los trastornos psiquiátricos como la
hiperactividad con déficit de atención, el trastorno obsesivo-compulsivo y el
abuso de sustancias.
Diferencias
Otra sorprensa: Sólo una de las
doce regiones comparadas parece ser exclusivamente humana, sin equivalente en
el cerebro de los macacos: el polo frontal lateral. Esta área tiene que ver con
la planificación estratégica, la toma de decisiones, y la capacidad de
multitarea, en la que se supone que los humanos somos especialmente hábiles.
“Se acepta que hacer planes para el futuro, ser flexibles en nuestra forma de
pensar y encarar las tareas diarias y la capacidad de aprender de otros son
cualidades superiores típicas de los seres humanos. Hemos identificado un área
del cerebro que parece ser exclusivo de los humanos y es probable que tenga
algo que ver con estas habilidades cognitivas”, destaca el investigador que
lidera el trabajo, Matthew Rushworth del Departamento de Psicología
Experimental de la Universidad de Oxford.
Conexiones
distintas
Como predecía Damasio en su
entrevista a ABC, los investigadores de Oxford también observaron que las
conexiones entre las áreas estudiadas eran diferentes en humanos y macacos. “El
cerebro es un mosaico de áreas interrelacionadas. Queríamos mirar a esta
importante zona de la parte frontal del cerebro y ver cuántas baldosas hay cómo
se colocan en ese mosaico”, explica Rushworth.
“También nos fijamos en las
conexiones de cada pieza del mosaico, es decir, la forma en que se conectan al
resto del cerebro. La forma en que se realizan esas conexiones determina la
información que puede llegar a esa parte del cerebro y la influencia que cada
parte puede tener en otras regiones”, concluye Rushworth.
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