ARGENTINA (ANB / Télam).- Vecinos de Tolosa y Ringuelet, en la periferia de La Plata, intentaban hoy recomponer sus viviendas tras el temporal que dejó en la zona un panorama desolador de pérdidas sin precedentes.
En una recorrida por la zona, Télam pudo relevar que en las calles, que van de 116 a 7 y de 528 a 516, el agua cedió y se puede circular con normalidad, pero muchos vecinos permanecen sin luz ni agua y limpiando las viviendas y autos que fueron inundados por el temporal.
Por las calles, hay refuerzo del personal policial, pero la mayoría de los comercios atienden a través de la persiana, por temor a saqueos o robos oportunistas.
María Cristina Nuci, de 53 años, mostró a Télam el interior de su vivienda y contó cómo la tormenta hizo ceder el cielorraso.
“Vivo acá de toda la vida y nunca sucedió algo igual, tengo a mi mamá discapacitada y aún estoy sin luz ni agua, ni hemos recibido ayuda”, manifestó.
“Es imposible recuperarse de esto, se me arruinaron muebles, las paredes, el techo y yo trabajo en casa de familia, así que no va a ser fácil”, dijo la vecina que habita en 117, entre 524 y 525.
En el barrio, los vecinos relataron una y otra vez cómo los afectó la tormenta y todos coincidieron en que es un hecho "sin precedentes", mientras en las calles predomina el barro y el olor a humedad, en un paisaje de butacas de autos, muebles, libros, ropa, camas y colchones secándose al sol.
Rosa Beluccio, que vive hace 30 años en 116 y 521 con sus 6 hijos y 3 nietos de corta edad, detalló a Télam que necesitan “colchones y ropa porque perdimos todo, también se nos arruinó el televisor, pero es lo de menos, lo importantes son colchones y ropa para los nenes. Necesitamos ayuda”.
Angustiada, Rosa mostró cómo el agua llegó a su vivienda y a la de atrás, donde vive su hermana Patricia, y contó que tuvieron que refugiarse en la casa de un vecino para poner a salvo sus vidas.
“Ahora espero que alguien nos ayude, porque no tengo trabajo y estoy a cargo de 6 hijos y mis 3 nietos, sola”, lamentó.
En la esquina de 5 bis y 517 bis, en Ringuelet, Pedro Miera no salía de su asombro, ya que vive en el barrio desde el ’87 y afirmó que “nunca sucedió algo así, con la lluvia de enero se desbordó el arroyo pero el agua no llegaba a las casas, esta vez tuvimos 40 centímetros de agua adentro”.
Parado en la vereda, con puertas y ventanas abiertas para ventilar la casa, Pedro estaba junto a su hija Cristina, su yerno Jorge y sus dos nietas adolescentes, con camas y muebles de dormitorio al sol, con la esperanza de poder recuperarlos.
“Los colchones no se recuperan más y ayuda todavía no recibimos. Encima el agua venía engrasada por el combustible de los autos, un desastre”, explicó Jorge, al tiempo que detalló que una vez que cesó la tormenta “el agua cedió pronto, pero mientras llovía el caudal era tan grande que se desbordó el arroyo y no había manera de que bajara”.
La tormenta del martes duró dos horas en las que cayeron unos 400 milímetros en algunas zonas de La Plata y aledaños, lo que causó el desborde del arroyo El Gato, que provocó en la periferia inundaciones que en algunos casos superaron los dos metros de altura, al no poder desagotarse el enorme caudal de agua.
En las paredes, una línea horizontal oscura, siempre de más de un metro y medio de alto, marcaba hasta dónde llegó la crecida, y en los alambrados colgaban restos de plásticos, papeles, telas y otros residuos que dejó el agua al retirarse.
Cada casa era una historia donde se había soportado el pico del temporal de diversas maneras, como la de Julio, un carpintero que tomó dos puertas que tenía para un trabajo y las puso en el techo de su viejo automóvil, en el garaje, y permaneció sobre ellas hasta el amanecer junto a su esposa y su hija.
Luis, quien dijo hacer changas de todo tipo y vive en la misma cuadra con sus cuatro hijos de 4 a 12 años, escapó con urgencia cargando a los más pequeños, ya que la inundación superaba la altura de éstos y luego los dejó en casas de parientes.
"Por lo menos espero que me llamen para trabajos de reparación de casas", dijo a Télam esperanzado y sonriente, y bajó la voz cuando habló de los tres muertos del barrio: un hombre mayor ahogado, una mujer de la que no sabía la causa y un joven electrocutado, ya que en este barrio no se cortó el suministro eléctrico durante la inundación.
En una avenida cercana, frente a kioscos y almacenes que atendían a través de ventanas y puertas enrejadas, se formaban largas filas en busca de velas y pilas, como insumos de primera necesidad.
Fabián, un albañil, contó allí que estaba cenando con su mujer, sus tres hijos y dos parientes cuando el agua los sorprendió, pero subieron rápidamente a la loza de su vivienda en construcción y armaron una carpa, donde se refugiaron hasta el mediodía próximo.
A pocas cuadras, en el Club San Martín, de Tolosa, voluntarios de la Cruz Roja Argentina trabajaban frenéticamente en la recepción y entrega de donaciones, en especial ropa, agua mineral y colchones.
En un sector recibían las donaciones, que pronto clasificaban y distribuían por rubros, para luego entregar a pocos metros en la fila de damnificados por el temporal, según las necesidades.
La mayoría de los donantes llevaba ropa y mantas usadas, algunos cargaban colchones sobre sus cabezas y también estaban quienes acababan de comprar bidones de agua mineral para los inundados, aunque allí no distribuían comida ni se daba albergue.
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