LA PAZ, BOLIVIA (ANB / Erbol).- La controversia legal sobre el uso de semillas
genéticamente modificadas o más conocidas como semillas transgénicas para la
producción de alimentos marca el año 2012 en el contexto de la seguridad
alimentaria boliviana. La polémica surgió después de la promulgación de la Ley
marco de la Madre Tierra y Desarrollo Integral para Vivir Bien a mediados de
octubre, la cual prohíbe expresamente el uso de ese tipo de simientes. Desde
entonces los productores agroindustriales del oriente boliviano se oponen a la
norma debido a que trabajan, justamente con semillas transgénicas y verán
afectado el rendimiento de su trabajo, hace conocer Fundación Tierra.
A favor de la eliminación de transgénicos se encuentran las organizaciones
no gubernamentales que trabajan en el sector y los indígenas. El gobierno
anticipó a los agroindustriales que en la reglamentación de la ley se podrán
encontrar alternativas para sus demandas.
Toxicidad para la humanidad
¿Por qué las semillas transgénicas son nocivas? Su carácter tóxico para la
salud humana es la razón. A fines de septiembre el científico francés
Gilles-Eric Séralini difundió los resultados de una investigación sobre el maíz
transgénico NK603 producido por la compañía estadounidense Monsanto.
Séralini observó los efectos de ese producto en 200 ratones desde 2006 y
llegó a la conclusión de que el maíz NK603 es altamente tóxico porque los
roedores sujetos a la prueba redujeron su esperanza de vida a la mitad. Según
los responsables del estudio, esos resultados son extrapolables a los
humanos.
Información difundida por la Organización de las Naciones Unidas para la
Alimentación y la Agricultura (FAO por su sigla en inglés) dan cuenta que esos
alimentos han estado siempre en el punto de mira, aunque su expansión en el
mundo no es pequeña. Datos del Servicio para la Adquisición de Aplicaciones
Agro-biotecnológicas (ISAAA por su sigla en inglés), aseguran que, en 2011,
había 160 millones de hectáreas sembradas con Organismo Genéticamente
Modificado (OGM). Además, según la FAO, el 92% de la oferta mundial de soya es
transgénica, lo mismo que el 79% de maíz.
Como consecuencia de ese estudio, el gobierno francés no descartó pedir a
la Unión Europea la suspensión, con carácter urgente, de la importación de este
tipo de maíz. En Bolivia se cultiva soya del tipo OGM con resistencia al
herbicida glifosato (RG), una biotecnología cuya utilización se aprobó en 2005,
en virtud al DS 28225.
El reclamo de los productores
Tras la prohibición de los transgénicos, los empresarios reclamaron
públicamente y salieron por los fueros del perjuicio económico que
representaría para su sector la aplicación de la norma. La Asociación de
Productores de Oleaginosas y Trigo (Anapo), estima que los productores
perderían alrededor de 60 millones de dólares anuales. El gerente técnico de
esa asociación, Gilberto Aguanta, afirma que quedan pequeños vestigios de la
siembra tradicional y que la aplicación de la Ley afectaría a los productores
grandes, medianos y pequeños, debido a que sumados superan el 90% de la
producción.
Desde el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE) advirtieron que
disminuirá la producción de alimentos y consecuentemente se encarecerá el
precio de éstos. El gerente general de ese instituto, Gary Rodríguez, explicó
que los productores deberán invertir más en la compra de diésel, agua y
químicos para combatir las plagas. “Si vamos a tener menor producción, los
precios van a tener que subir”, anticipó.
La Anapo explicó que una baja en la producción de soya afectaría los
cultivos de trigo, maíz, sorgo, arroz y girasol debido a que desde principios
de la anterior década el cultivo de la soya acompañó el crecimiento de la
producción de aquellos granos, según el gerente de planificación y gestión de
la Anapo, Jaime Hernández.
“Cualquier incentivo o freno al posible crecimiento del sector soyero
tendrá también sus consecuencias en otros productos estratégicos para la
población”, explicó. Por ejemplo, el maíz es vital para el sector avícola, el
girasol en la industria aceitera y el trigo en la elaboración de harina.
De acuerdo con los datos de la Anapo, el año 2011 los cultivos de soya
ocuparon cerca de 1,1 millones de hectáreas, mientras que los cultivos de
rotación, de los otros granos, estrechamente ligados fueron sembrados en más de
710 mil.
Ante los reclamos, el gobierno, representado por la ministra de Desarrollo
Productivo, Teresa Morales, afirmó que antes de la aprobación de la norma el
gobierno explicó sus alcances a la Anapo y a la Cámara Agropecuaria del Oriente
(CAO). Según la autoridad en el diseño de la reglamentación se podrán subsanar
las preocupaciones de los productores de oleaginosas.
Producción tradicional indígena
Los indígenas afiliados al Consejo Nacional de Ayllus y Markas del
Qullasuyu (CONAMAQ) rechazan la producción de alimentos transgénicos y
advirtieron sobre los daños a la salud que puede ocasionar su consumo. El
Jiliri Apu Mallku del CONAMAQ, Félix Becerra, señaló que con el incremento de
productos transgénicos en el mercado la esperanza de vida en el país se
reducirá a 50 años de edad.
En sentido contrario a las semillas genéticamente modificadas, Becerra
pidió al gobierno mayor apoyo para los productores comunitarios. Cuestionó que
el gobierno coordine tareas directamente con los empresarios, antes que con los
sectores indígenas. “Todavía nosotros producimos naturalmente; no
sacaremos por toneladas (los productos) pero es una producción natural que sacamos
por año”, aseguró.
La Paz, 24 diciembre 2012
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