La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, el
jueves. / FERNANDO BIZERRA JR. (EFE)
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BRASIL (ANB / Tomado de ElPais.com).- Los grupos que defienden el fin de la era del PT en el poder
de Brasil prevén una convocatoria a la que se sumarán más de 200 ciudades.
La
adhesión es menor que en protestas anteriores.
Los
movimientos opositores al Gobierno de Dilma Rousseff volverán este domingo a
las calles, por tercera vez este año, para pedir la destitución de la
presidenta. En medio de una crisis política y económica que desestabiliza el
país, los organizadores están convocando a los brasileños a protestar contra el
Partido de los Trabajadores y pedir que la presidenta salga “de cualquier
forma”: por proceso de destitución, casación o renuncia.
Según
el grupo Ven a la Calle, los actos se organizarán en 257 ciudades. La previsión
es mucho menor que la del 10 de abril, dos días antes de la última gran
manifestación. Entonces, más de 400 localidades se sumaron a las protestas. Una
vez más, se prevé que São Paulo lidere las manifestaciones, con una asistencia
masiva de gente en la avenida Paulista.
Que
la participación pueda ser menos se explica, en gran medida, por las dudas que
están surgiendo con relación a un posible proceso de destitución de la
presidenta. Los brasileños están comenzando a preguntarse si la salida de
Rousseff sería una buena opción, en un momento en el que ni el Gobierno ni la
oposición representan perspectivas de futuro, según considera Renato Meirelles,
del Instituto Data Popular.
Otro
factor ha reducido la asistencia a las protestas. Aunque los organizadores
proclamen la lucha contra la corrupción como el tema central para derrocar al
Gobierno, han evitado mencionar algunos nombres involucrados en las denuncias
de corrupción, como el presidente de la Cámara, Eduardo Cunha (PMDB-RJ). Se sospecha que Cunha haya
aceptado sobornos de cinco millones de dólares de proveedores de Petrobras.
“Tenemos prioridades. En este momento, es la destitución de Dilma Rousseff”,
afirma Fabio Ostermann, uno de los líderes del Movimiento Brasil Libre (MBL).
El
grupo ha presentado y protocolizado una solicitud de proceso de destitución de
la presidenta basándose en las pedaladas (maniobras) fiscales
utilizadas para cerrar las cuentas del Gobierno en 2014. El grupo se reunió
algunas veces con Cunha, que debería aceptar la solicitud en la Cámara para
proceder a la votación de la misma.
Ven a
la Calle, otro movimiento que convoca a la marcha del domingo, habla en tres
frentes: “fuera corruptos”, “fuera Dilma” y “Lula nunca más”. Y no hace ninguna
mención a otros partidos o políticos. “Con el PT en el Gobierno, la corrupción,
que siempre ha existido, ha pasado a institucionalizarse más. Por eso clamamos
que Dilma dimita, para que esta transición sea lo menos dañina posible para el
país”, afirma Rogerio Chequer, portavoz de Ven a la calle.
Para
algunos observadores, esta posibilidad es casi remota. “El perfil de la
presidenta, que es una mujer vanidosa y muy soberbia, no me hace creer que ella
vaya a dimitir”, afirma David Fleischer, politólogo. “Ella no ha admitido ni
los errores de su primer Gobierno. Me parece muy difícil una dimisión”.
El Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) ya
había anunciado su apoyo a la marcha del domingo en un programa del partido que
se emitió en cadena nacional la semana pasada. El senador Aécio Neves,
derrotado en las elecciones del año pasado, así como la bancada joven en el
Congreso, han grabado vídeos para las redes sociales en los que incentivan a la
gente a salir a las calles el domingo.
De
todos modos, la crisis económica es un pretexto para que la gente se sume a los
actos, opinan los organizadores. “Estamos viendo ahora los efectos de las
principales políticas del PT en los últimos años”, dice Rogerio Chequer. “El
aislamiento de Brasil, el descontrol de la inflación y la elevación de las
tasas de interés, el exceso de gastos públicos... todo esto no es una coincidencia”,
dice. A causa del descontento con la economía, los líderes creen que el perfil
económico y social de los manifestantes puede cambiar. “Es un proceso gradual,
pero ya estamos observando la participación de las clases más populares en las
manifestaciones”, dice Chequer.
El
politólogo David Fleischer comparte esta opinión. “El descontento de la
población ha crecido. La situación económica es mucho peor desde abril [fecha
de la última manifestación], y el descontento es mucho mayor que en junio de
2013”, dice, citando las primeras protestas populares de la Era del PT, hace
dos años. Sin embargo, en aquel momento, la furia popular era generalizada
contra la política y contra el coste de las obras del Mundial de Fútbol.
Además, se pedía la reducción del precio de la tarifa de los autobuses urbanos.
Renato
Meirelles cree que el problema de la economía está aumentando y podría fomentar
la adhesión a las protestas, pero solo en teoría. “El descontento económico
alcanza a todos los sectores de la población. Pero, en la práctica, depende de
la capacidad de la oposición de proponer algo que vaya más allá de un proceso
de destitución”, dice.
El
Gobierno, por ahora, hace el seguimiento de la cuestión. El Palacio del
Planalto teme que los actos crezcan en el interior de Brasil y, sobre todo, en
el noreste, bastión histórico de los votantes del PT. Con el Gobierno en la
cuerda floja, el ruido de las calles puede inflamar a sus opositores y llevar
adelante el proceso de destitución, justo después del análisis de las cuentas
públicas del Gobierno Dilma. Si el Tribunal de Cuentas de la Unión (TCU) las
rechaza, allanará el camino de la solicitud de proceso de destitución en el
Congreso.
Esta
semana, sin embargo, se abrieron nuevos caminos en esta historia. En primer
lugar, el TCU, que debería tener un veredicto final la semana que viene,
decidió ampliar el plazo para que el gobierno aclare las “pedaladas”. Este
jueves, el Supremo Tribunal Federal dictaminó que las cuentas presidenciales
tendrán que ser analizadas en sesiones de la Cámara y del Senado, no solo por
parte de los diputados. De ese modo, quien deberá poner esas votaciones en la
agenda será Renan Calheiros (PMDB-AL), que hizo un acuerdo de caballeros con el
Gobierno por el bien de la estabilidad.
Hasta
entonces, le correspondería al presidente de la Cámara, Eduardo Cunha, dirigir
ese trámite. Cunha anunció la ruptura con el Gobierno hace un mes, cuando el
testimonio del informante que lo acusa de pedir sobornos se hizo público. El
diputado culpó al Planalto de esa maniobra, que habría expuesto su nombre
públicamente. Tanto Cunha como Calheiros están en la lista de políticos
investigados en la operación Lava Jato, que ha provocado un terremoto en el
mundo político brasileño.
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