La vida sedentaria delante del televisor tiene muchos riesgos. / D.REICHART |
ESPAÑA (ANB / tomada de: elpais).- ¿La caja tonta
atonta? ¿Es el sillón-ball un deporte de riesgo para el cerebro? Hasta ahora,
la vida sedentaria asociada al consumo de muchas horas de televisión se
relacionaba con problemas de salud de la misma gravedad que la adicción al
tabaco. Pero puede que abusar del sofá no solo esté dañando nuestros corazones
sino también nuestra materia gris, según un estudio que acaba de dar un paso
importante para asociar estos malos hábitos con la pérdida de capacidad
intelectual. En unos tiempos en los que se empiezan a plantear los problemas
que puedan causar tabletas y móviles, conviene no olvidar que los españoles,
por ejemplo, pasan cuatro horas de media al día frente al televisor.
"Bajos
niveles de actividad física y altos niveles de consumo de televisión durante la
juventud y la edad adulta se asocian con peor rendimiento cognitivo al llegar a
la mediana edad", concluyen los autores del estudio. En particular, estos
comportamientos se asocian con tener una velocidad de procesamiento de información
más lenta y pero capacidad cognitiva como podría ser memorizar un teléfono o
seguir el hilo de una conversación con distracciones. Comparados con otros
sujetos que sí eran activos y veían poca televisión, los más sedentarios tenían
hasta el doble de posibilidades de obtener resultados pobres en distintas
pruebas para medir el estado de forma del cerebro.
Los
investigadores, de varias universidades e instituciones estadounidenses, han
seguido la evolución de más de 3.200 adultos durante 25 años (entre 1985 y
2011) para ver cómo les afectaba el alto consumo de televisión y la práctica
ausencia de actividad física. Si bien la suma de ambos factores determinaba los
peores resultados intelectuales al cabo de un cuarto de siglo, los resultados
son más pobres en aquellos que pasaron más tiempo ante la tele que entre
quienes hicieron poco ejercicio. Los resultados, que se publican en la revista
JAMA Psychiatry, consideran un consumo televisivo de riesgo para la salud
intelectual el que supera las tres horas diarias de media, una hora por debajo
de la media española.
"Este es uno
de los primeros estudios que demuestran que estos comportamientos de riesgo
pueden ser objetivos fundamentales para la prevención del envejecimiento
cognitivo, incluso antes de llegar a una edad mediana", aseguran los
investigadores. Como posible explicación, proponen que la actividad física
durante la edad adulta puede preservar la capacidad intelectual y contribuir a
la producción de neuronas y al buen estado de forma de sus conexiones,
particularmente en regiones asociadas con la función ejecutiva y la velocidad
de procesamiento de pensamientos.
"Estudios
fisiológicos sugieren que las conductas sedentarias, como ver la televisión,
afectan negativamente a la función metabólica mediante el aumento de la presión
arterial, así como los niveles de lípidos y glucosa. Ver la televisión también
puede estar asociado con diferentes patrones cognitivos y sociales, depresión y
patrones dietéticos pobres", proponen los autores como posible
explicación.
El estudio tiene
una pega y es la que se suele expresar con la manida expresión de que
"correlación no implica causalidad", dado que se trata de dos
situaciones que pueden ser bidireccionales, como reconocen los propios autores
del estudio: la gente sedentaria presenta peores resultados intelectuales y
viceversa, según se ha observado en otros estudios, por lo que estos dos
factores podrían estar retroalimentándose. Los autores aseguran que dada la
corta edad de los participantes en la inscripción en el estudio y el hecho de
que permanecieron en él durante 25 años supone que sea "poco probable que
tuvieran déficits cognitivos significativos".
En este sentido
se muestra crítico el profesor de la Universidad de Zaragoza Juan Ramón
Barrada: "El estudio es bueno, pero no garantiza que los problemas no
arranquen desde el origen". "No sabemos si quienes realizaban baja
actividad física ya presentaban una menor capacidad cognitiva a los 25 años
(edad promedio en la primera recogida de datos). Quizá ya eran diferentes a esa
edad", razona Barrada, que no ha participado en el estudio y que está
especializado en medición y evaluación psicológicas.
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