Papa
Francisco:
ESPAÑA (ANB / El País).- El papa Francisco cargó contra la corrupción y las
ideologías en uno de los discursos más duros y apasionados de su viaje a
Latinoamérica. Ante representantes de la sociedad civil reunidos en un estadio
de Asunción, Jorge Mario Bergoglio dijo que “la corrupción es la gangrena de un
pueblo” y añadió que “ningún político puede cumplir su rol si es chantajeado”.
Sobre las ideologías, aseguró que “terminan mal, no sirven; piensan por el
pueblo, no dejan pensar al pueblo”.
En
presencia del presidente de Paraguay, Horacio Cartes, el Papa contestó varias
preguntas formuladas por un joven, un indígena, una campesina, una empresaria y
un político. Lo hizo a través de un guión que traía escrito, pero se fue
encendiendo a medida que avanzaba el encuentro y las palabras más duras fueron
las improvisadas. “Una cosa que por honestidad quería decirles”, intervino
Bergoglio, “es que un método que no da libertad a las personas para asumir
responsablemente su misión de construir la sociedad, es el chantaje. Siempre es
corrupción: si hacés esto, te hacemos esto. La corrupción es la polilla, la
gangrena de un pueblo”.
Tras
ser interrumpido por un gran aplauso, el Papa fue aún más tajante: “Ningún
político puede cumplir su rol si está chantajeado por corrupción. Esto se da en
todos los pueblos del mundo, pero si un pueblo quiere mantener su dignidad,
tiene que desterrarlo”. Para evitar que sus palabras pudieran ser utilizadas
como armas arrojadizas en guerras partidarias, aclaró: “Estoy hablando en
general”.
Otro
apartado del acto que enseguida levantó interpretaciones cruzadas fue su
referencia a las ideologías. Leyendo el discurso que traía escrito, Francisco
dijo: “Un aspecto fundamental para promover a los pobres está en el modo en que
los vemos. No sirve una mirada ideológica que los termina utilizando al
servicio de otros intereses políticos y personales”. Entonces, levantó la
vista, y añadió: “Las ideologías terminan mal, no sirven, tienen una relación o
incompleta o enferma o mala con el pueblo. Las ideologías no asumen al pueblo,
piensan por el pueblo, no dejan pensar al pueblo”.
Estas
palabras pueden interpretarse como una forma de desmarcarse de quien lo acusa
de izquierdista o incluso de comunista por su sintonía, evidente, con las
políticas que Rafael Correa y Evo Morales en Ecuador y Bolivia o por la
asunción, desde el primer día de su pontificado, de la doctrina social de la
Iglesia frente —lo volvió a repetir en Asunción— “a un modelo económico
idolátrico que necesita sacrificar vidas humanas en el altar del dinero y de la
rentabilidad”.
Aún
hubo más. Durante su encuentro con la sociedad civil, Bergoglio pareció ser
víctima de un lapsus o de un fallo en la información recibida. “Como hay
políticos aquí presentes e incluso el presidente de la república”, dijo el
Papa, “quería comentarles que alguien me dijo: Fulanito está secuestrado por el
ejército, haga algo. Yo no digo si es verdad, no es verdad, es justo, no es justo,
pero uno de los métodos que tenían las ideologías dictatoriales del siglo
pasado era apartar a la gente con el exilio, la prisión, los campos de
exterminio, nazis, estalinistas. Les apartaban con la muerte. Para que haya una
verdadera política en un pueblo, rápido, juicios claros, juicios nítidos”. Dio
la impresión de que el Papa había entendido que es el Ejército paraguayo el que
está cometiendo los secuestros, cuando se trata de un grupo terrorista
autodenominado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), entre cuyas víctimas se
encuentra un policía raptado hace año.
Durante
la jornada del sábado, el Papa intervino en los tres actos que tenía previstos
—la misa en el santuario de Caacupé , el acto con la sociedad civil y un
encuentro religioso—, dos fuera de la agenda —una visita a un centro de
enfermos terminales y a un colegio de jesuitas— y recibió además a las hijas de
Esther Ballestrina, una activista con la que el trabajó de joven y que fue
secuestrada y asesinada en 1977 por la dictadura argentina. El sobresalto del
día se produjo cuando, antes de la misa en Caacupé, el Papa se ausentó durante
unos minutos —tal vez para reponerse de un ligero mareo o para ir al baño—, lo
que desató las especulaciones sobre su salud. Su médico, Carlos Morínigo,
descartó cualquier alarma: “Está cansado, pero goza de buena salud”. A última
hora de la tarde, aterrizó en Asunción la presidenta argentina, Cristina
Fernández, con la intención de volver a ver al Papa.
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