Es una causa de
desigualdad, dice Cepal
Imagen ilustrativa. |
LA PAZ, BOLIVIA (ANB / Erbol).- Los programas de transferencias condicionadas de
ingresos (PTC) perpetúan una organización del cuidado en la sociedad basada en
el trabajo no remunerado de las mujeres, que es una de las causas de la
desigualdad económica de género, según el tercer informe del Observatorio de
Igualdad de Género de América Latina y el Caribe (OIG) Los
bonos en la mira: aporte y carga para las mujeres.
Desde su puesta en marcha en la región, los PTC se orientan
mayoritariamente a las mujeres ya que en la mayoría de países conceden ingresos
para educación y salud de los niños y niñas a través de sus madres.
Varios de estos programas de transferencias combinan un aporte monetario
con la exigencia de contraprestaciones familiares y en algunos casos cuentan
con un sistema de sanciones ante incumplimientos de los compromisos contraídos
(asistencia escolar y control de salud de los niños, niñas y adolescentes).
El informe señala que estos programas representan para muchas mujeres la
primera fuente de ingreso estable que han tenido y comportan una retribución
mensual de la que de otro modo carecerían. Además, este beneficio monetario es
considerado por las mujeres como propio y, en este sentido, consolida su
posición en los procesos de toma de decisión en el hogar.
Sin embargo, el estudio destaca que los PTC presentan a la mujer como
madre, no como persona con derecho propio a la protección social, y refuerzan
la idea socialmente construida de que el cuidado es una responsabilidad natural
de las mujeres.
Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, apunta en el prólogo
del documento que "las políticas públicas están lejos de asimilar el
avance de las mujeres y, aunque muchos programas las visibilizan y reconocen,
en general no se inspiran en el marco de derechos y prevalece una visión instrumental,
especialmente de las mujeres pobres".
De acuerdo con el estudio, este tipo de política social conlleva una visión
maternalista que considera a las madres como corresponsables junto con el
Estado en la consecución de ciertos objetivos sociales, como la superación de
la pobreza. Se antepone la responsabilidad individual de demostrar la
asistencia escolar y los controles de salud para conseguir los bonos a la
responsabilidad del Estado de garantizar los servicios sociales que aseguren
derechos humanos como son la educación y la salud de los niños, niñas y
adolescentes.
El informe indica que los PTC conllevan para las mujeres exigencias
suplementarias en cuanto al uso del tiempo. El cumplimiento de las
condicionalidades exige una mayor dedicación por parte de las mujeres, que
deben tramitar los certificados de asistencia a la escuela y los controles de
salud de sus hijos.
Por otra parte, el motivo más frecuente de finalización de la transferencia
es que los hijos e hijas han cumplido la edad máxima permitida para participar
en el programa. Esto puede ser problemático para las mujeres, que pueden pasar
años recibiendo los bonos sin poder generar vías alternativas de participación
económica, para encontrarse, una vez que finaliza el ingreso, en una situación
de pérdida de beneficio y peores condiciones que antes para incorporarse al
mercado laboral.
La publicación incluye diversas recomendaciones para que estos programas no
reproduzcan la subordinación económica de las mujeres, como abandonar toda
visión maternalista de la política social, revisarlos para que las
transferencias contribuyan a una mayor autonomía de las mujeres y contribuir
con ellos a modificar los roles tradicionales de género, no a consolidarlos.
También recomienda considerar estrategias que permitan avanzar desde el
concepto de programas de transferencia condicionada hacia sistemas de
protección social integrados, homogéneos, inclusivos y con un enfoque de
derechos.
Avances en la autonomía de la mujer
En este tercer informe del Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el
Caribe (OIG) se examinan también los avances logrados en cada uno de
los indicadores que analiza el Observatorio, correspondientes a la autonomía
física, económica y en la toma de decisiones.
En cuanto a la autonomía física de las mujeres, persisten problemas y
desigualdades. Cabe destacar que la mortalidad materna no presenta una
evolución negativa en el promedio regional, pero perduran realidades
preocupantes en 15 países; la demanda insatisfecha de anticonceptivos
tiende a disminuir, no obstante el embarazo en adolescentes aumenta frente a la
disminución del embarazo en otros grupos etarios y afecta principalmente a las
jóvenes pobres; y la violencia contra las mujeres continúa golpeando a la
región.
Respecto de la autonomía en la toma de decisiones, se ha dado en los
últimos años un aumento de la presencia de las mujeres en la presidencia de los
gobiernos de la región y en la representación parlamentaria (especialmente en
la última década). En el poder judicial, ha habido un incremento mucho más
recientemente y en pocos países, hecho que se considera positivo sobre todo
porque rompe el techo de cristal que impedía el acceso de las mujeres a los
cargos más altos.
El análisis de la autonomía económica de las mujeres deja en evidencia una de las paradojas más típicas del desarrollo económico y social en la región. Mientras el crecimiento económico se mantiene y la pobreza va en retroceso, aumenta al mismo tiempo la proporción de mujeres entre los pobres y los más pobres. Además, la reducción de la pobreza en gran parte se debe a la incorporación de las mujeres a un mercado de trabajo desregulado, que les otorga salarios más bajos que a los hombres.
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