Sanciones
de 1.500 a 3.700 euros para quienes soliciten sexo a cambio de dinero
Se estima que en Francia hay unas 30.000 prostitutas, a las que la nueva ley que se aprobó ayer les ofrece recursos de protección (Thomas Samson - AFP) |
LA PAZ, BOLIVIA (ANB / Tomado de Vanguardia).- Tras dos años y medio de debate y polémica, Francia ha dado
un paso importante en la lucha contra el comercio de los cuerpos y el tráfico
de mujeres. Las prostitutas dejan de ser consideradas como delincuentes,
acercándose a la condición de víctimas, en virtud de la ley sobre la lucha
contra el sistema de prostitución, aprobada ayer por la Asamblea Nacional.
Respecto a los clientes, se arriesgan a perder el anonimato y a ser penalizados
con multas cuando recurran a una relación sexual sobre bases comerciales.
En su
artículo 16, la ley establece multas de 1.500 euros para los clientes que
“soliciten, acepten u obtengan relaciones sexuales a cambio de una
remuneración”. En caso de reincidencia, la multa asciende a 3.750 euros e
incluye la posibilidad de ser fichado. En caso de que la relación
sexual-comercial sea con una o un menor de edad, o con una persona
particularmente vulnerable en razón de embarazo o enfermedad, la multa asciende
a 45.000 euros y el delito puede merecer hasta tres años de cárcel.
Por
diferentes motivos, la crítica a esta penalización ha unido a algunas
asociaciones de prostitutas con sindicatos policiales y portavoces de la
magistratura. Las primeras sugieren que su práctica
se hará más difícil
y clandestina. Los policías argumentan que en las
actuales condiciones del estado de emergencia por riesgo terrorista, los
agentes no van a poder vigilar ese ámbito como requiere la ley. Por su parte,
los magistrados apuntan que, dada la penuria de medios que el Ministerio de
Justicia conoce, aprobar esta ley sin previa dotación de medios económicos complica
su puesta en práctica. Entre los críticos, un grupo de intelectuales publicó el
año pasado un manifiesto que ponía en cuestión lo que presentaba como
“fundamentos dudosos” de la ley, a saber: “que cobrar por mantener sexo sea una
afrenta a la dignidad de las mujeres, y que todas las prostitutas sean víctimas
de sus clientes canallas”. Su argumento fue contestado por diversas
organizaciones de derechos humanos y de asistencia a las prostitutas.
El
segundo aspecto de la ley, éste universalmente aplaudido, deroga la ley
introducida en el 2003 por Nicolas Sarkozy que criminalizaba la acción de
captar o solicitar clientes por parte de las prostitutas.
Para
las 30.000 prostitutas estimadas en el país (el 80% de ellas extranjeras), la
ley les ofrece recursos de protección y abandono de la profesión, con un fondo
de 4,8 millones de euros, posibilidades de albergue y subsidios de 400 euros al
mes. Atendiendo a la gran cantidad de extranjeras que hay en el medio, la ley
ofrece permisos de residencia por seis meses y renovables para las prostitutas
que se acojan a un “programa de salida”.
Para
Grégoire Thery, de la asociación Nido, esta ley significa, “un cambio de
política pública”. “Salimos de una cultura en la que la prostituta es
considerada como un factor de problemas, a otra en la que deberá ser vista como
una persona a proteger”, dice.
La
diputada socialista Maud Olivier, principal iniciadora del texto, considera
fuera de toda discusión el hecho de que este tipo de legislación contribuye a
disminuir la prostitución, como muestra la experiencia sueca.
“Los
países que quieren ser eficaces en la lucha contra el tráfico de mujeres en
lugar de ser paraísos de la explotación sexual, empiezan a entender que no se
puede considerar a los proxenetas como empresarios legítimos y que se deben
emprender medidas jurídicas contra los clientes”, dice Janice Raymond, de la
Coalición contra el tráfico de muje-res (CATW).
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