En la
cultura Tiwanaku
Por Edwin Conde Villarreal
Cronista del Siglo XXI
Una cerámica que muestra la cabeza una persona prehispánica con patillas y la tembetá en el labio superior / Jedú Sagárnaga |
LA PAZ, BOLIVIA (ANB / Erbol).- Los ceramios tiwanacotas de la colección de la isla Pariti
del lago Titicaca son clara evidencia del contacto –directo o indirecto– que
existió entre los habitantes de Tierras Bajas y Tierras Altas en esta cultura,
puesto que se identificó un huaco-retrato, objeto con la representación
antropomorfa de la cabeza de un individuo que tiene atributos anatómicos
diferentes a los andinos, además del corte de pelo, pintura facial y collar de
semillas, similares a los que todavía actualmente usan miembros de algunos
grupos, principalmente de la Amazonía.
La
revelación fue hecha por el arqueólogo boliviano Jedú Sagárnaga en su charla
magistral denominada “Conexiones entre Tiwanaku y la región al Este de Los
Andes: Una mirada desde Pariti”, expuesta esta semana en La Paz. “Hay
representaciones de animales que ni ahora ni entonces habitaron en el
altiplano. Me refiero a jaguares, felinos, primates, serpientes como la
cascabel, insectos, además de otros”, aseveró el experto.
Sagárnaga
participó de las excavaciones arqueológicas en Pariti con un equipo
boliviano-finlandés hace una década, y reconstruyó centenares de piezas de
cerámica tiwanacota, provenientes de miles de fragmentos descubiertos en el
lugar. La isla con menos de cuatro kilómetros cuadrados de superficie, se
encuentra en el lago menor o Huiñaymarca (Pueblo Eterno), distante a unos 23
kilómetros del centro ceremonial de Tiwanaku.
El
investigador, que también publica la revista arqueológica Chachapuma, planteó que
los habitantes tiwanacotas, estaban divididos probablemente en dos grupos, los
de Tierras Altas y Bajas, que convivían en un mismo espacio, pero reconoce que,
aún se desconoce, “si esa convivencia era total, o estaban separados en dos
barrios, y si las relaciones fueron armónicas”.
“En
todo caso, pensamos que un grupo estaba caracterizado por el pelo largo suelto
hacia la espalda, largas patillas y la tembetá –el accesorio o adorno era usado
para diferenciarse– en el labio
superior; mientras que el otro grupo tenía el pelo corto, según el corte
“tutuma”, no tenía patillas y llevaba la tembetá en el labio inferior”, añadió.
Un
huaco-retrato con la representación de la cabeza un individuo posiblemente de
la región amazónica / J. Sagárnaga
El
huaco-retrato con la representación antropomorfa de la cabeza de un habitante
que probablemente perteneció a uno de los grupos selváticos –mostrado por
Sagárnaga– tiene pintura facial de color rojo, una nariz corta pero ancha, luce
un collar de semillas y sus signos anatómicos notoriamente son diferentes a los
hombres andinos, que también fueron representados en otros objetos cerámicos
encontrados en la isla Pariti.
Buscaban
productos
El
arqueólogo remarcó que está tratando de establecer que la penetración que
Tiwanaku en Tierras Bajas se desarrolló en procura de conseguir diferentes
productos que no los tenía en su propio entorno. Básicamente frutas, madera y
otros elementos que se usaban para la fabricación de adornos, como las plumas,
por ejemplo, inclusive la hoja de coca, una planta que crece en la selva o al
menos en la Ceja de Selva.
La
cabeza de un habitante actual de un grupo de la Amazonía con pintura facial
similar al de la cerámica de Pariti. / J. Sagárnaga
“Otros
elementos tenían más bien un valor lúdico o eran apetecidos por el exotismo que
es propio del ser humano. Me refiero, por ejemplo, al transporte de animales
como el mono o los papagayos que posiblemente fungieron como mascotas de los
señores importantes tiwanacotas, ya que incluso se encontraron restos de la
osamenta de monos en las excavaciones realizadas en Tiwanaku”, aseveró.
Respecto
a la idea de que Tiwanaku fue una formación social multiétnica, Sagárnaga
detalló que la propuesta es antigua, ya que existen reseñas como del cronista
Montesinos que se refirió a ello.
“El
propio finlandés Martti Pärsinen, con quien trabajamos en Pariti, piensa que
Tiwanaku fue una cultura multiétnica. Se basa, justamente, en las diferencias de
tipos humanos que reflejan la cerámica, pero hay que subrayar que no solo en la
isla se tienen ceramios sintomáticos,
sino en la propia ciudad de Tiwanaku donde se han hecho importantes
descubrimientos”, acotó.
Ofrenda
a los dioses
Sagárnaga
sostiene la hipótesis de que la clase dirigente de Tiwanaku vio con
preocupación que su modelo, hasta entonces exitoso, estaba a punto de terminar.
Al parecer se dio una prolongada sequía, habían grupos subversivos hasta
entonces sometidos pero ya inconformes con el régimen tiwanacota, un poderoso
Estado competitivo Wari, y hasta posiblemente, se produjeron disputas al
interior de la clase dirigente.
“Todo
ello hacía tambalear al Estado de Tiwanaku –los cuadros cronológicos fechan su
desaparición aproximadamente el 1100 de Nuestra Era– y podríamos suponer que la
desgracia en la que estaban cayendo la atribuían a los dioses que, según ellos,
estaban molestos por algo que habían hecho los seres humanos. Era imperativa la
reconciliación con ellos y por tanto debían hacerles ofrendas. Eso ha sucedido
antes en muchas partes del planeta”, argumentó
Dijo
que son conocidos, por ejemplo, los sacrificios humanos. Estos sacrificios
parece que también se cumplieron en Tiwanaku, o al menos eso sugiere los restos
de esqueletos encontrados en la pirámide de Akapana.
A la
isla posiblemente acudían nobles de distintos puntos del área nuclear –informó
el arqueólogo– llevando hermosos objetos cerámicos que eran “sacrificados” en
una ceremonia en la que eran quebrados y luego enterrados. “Los rituales se
acompañaban con grandes comilonas y borracheras. Todos los ceramios excavados
estaban mezclados con huesos de camélidos, que debieron ser la parte
fundamental de esos festines”, sustentó.
Contaminación
ambiental
Por
otra parte, en relación a la contaminación ambiental que se registra en gran
parte del lago menor del Titicaca por los miles de litros de aguas residuales
que provienen de El Alto, Laja y Viacha, el arqueólogo boliviano, lamentó que
en toda la bahía de Cohana y las poblaciones aledañas entre ellas la isla
Pariti, se pone en riesgo algo más importante que las piezas: el propio ser
humano.
“No
me explico cómo se tiene tanto dinero para canchas de fútbol, aviones,
helicópteros, y otros, y no se puede solucionar un problema que afecta a
cientos de familias que viven de la pesca y la agricultura. Ni regar sus campos
pueden ya con el agua del lago, y sus animales se enferman cuando beben el agua
contaminada del sector”, enfatizó.
Destacó
que la actividad turística del lugar disminuyó notoriamente, lo que afecta al
Museo Regional de Pariti donde escasean los visitantes y al perder el interés
los habitantes de la isla de mantener el repositorio, se pone en riesgo la
importante colección arqueológica depositada en el lugar desde el 2005.
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