Está
acusado por el caso Petrobras
Partidarios de Lula se manifestaron este domingo frente a la sede de O'Globo en Rio de Janeiro. Foto: AFP. |
ESPAÑA (ANB / Fuente: El País).- Un abatido Luiz Inácio Lula da Silva llegaba poco después de
las dos de la tarde de este viernes al auditorio del directorio nacional del
Partido de los Trabajadores (PT), en el centro de São Paulo, después de más de
tres horas declarando a la policía.
Entró
en la sala, abarrotada de periodistas, escoltado por miembros de los
movimientos sindicales y estudiantiles y por mandamases del partido, que desde
por la mañana circulaban por el edificio para mostrar su apoyo a la estrella
del PT.
Durante
28 minutos volvió a ser el Lula de antes. Dejó de lado los discursos leídos, a
los que últimamente recurría, para hablar no solo “con el hígado” —como suele
bromear—, sino con todos los órganos que se permitiese usar.
Comenzó
un discurso rabioso y emotivo, de alguien que hasta hace poco ocupaba la
cúspide del poder y, en aquel momento, aparecía ante todos “humillado”, una
palabra que eligió varias veces.
Más
que defenderse contra las graves acusaciones de la operación Lava Jato, el
expresidente quería sensibilizar, pedir ayuda a sus seguidores.
Dejó
claro que la estrategia que utilizará para defenderse de las acusaciones de que
se benefició de la trama de corrupción de Petrobras será convocar a lo que
queda de su militancia.
La
defensa consistirá en ser una especie de candidato prematuro a las elecciones
presidenciales de 2018.
La
estrategia comenzó el mismo viernes cuando utilizó todas sus armas para
convencer a los suyos de que merecía que lo defendiesen: habló de su infancia
pobre, de cuando escapó de morir de hambre en el interior, de su vida de
trabajador, de cómo consiguió capacitarse como tornero mecánico, de su pasado
de lucha por la democracia, de la época en que adquirió conciencia política y
fundó un partido, de su fuerza como líder al salir elegido presidente de
Brasil, y de su legado como mandatario, “el mejor de todos los que hayan
gobernado este país”.
Lula
era alguien de origen sencillo que probó a la élite que “la gente humilde puede
andar con la cabeza erguida y comer carne de primera”
Lula,
que vio cómo sus índices de popularidad récord del fin de su mandatose
redujeron hasta un 20% este año, quiso volver a ser el mito y distanciarse del
hombre al que se le acusa de corromperse en nombre de empresas, de frecuentar
casas de campo reformadas por constructoras involucradas en la trama y de ser
dueño de un tríplex en Guarujá, en el litoral paulista, cuyas fotos aparecen a
diario en la televisión.
El
expresidente insistió en dejar claro que no era el hombre que bebía vinos
caros. Que si cobraba 200.000 dólares por conferencia era porque lo invitaban a
que explicase el milagro que hizo para llevar energía a millones de pobres del
país.
Y que
si iba a una finca era porque le invitaba un amigo. “Todo el mundo puede, menos
yo, esta mierda de metalúrgico”, dijo, con resentimiento.
Reforzó
el discurso del ellos contra nosotros, que marca la polarización del país y al
que recurre siempre que se ve acorralado.
En
los últimos tiempos, ese “nosotros” no incluía necesariamente a la presidenta
Dilma Rousseff, a quien el PT critica cada vez más, pero los hechos dramáticos
del viernes y la visita de la mandataria a casa de Lula el sábado pueden
cambiar la situación.
"Persecución
política"
En el
lado de “ellos”, los enemigos están representados por la prensa y el poder
judicial. Lula acusó a la Policía Federal de realizar un “espectáculo
pirotécnico”.
Lamentó
que “una parte del Poder Judicial brasileño esté trabajando con ciertos
sectores de la prensa”.
El PT
ya había elegido su mensaje y los principales nombres del partido utilizaron
las mismas expresiones para referirse al episodio de este viernes: “persecución
política”, “circo mediático”, “espectacularización”.
“Hay
un claro objetivo: evitar que Lula sea presidente en 2018”, dijo el diputado
federal Vicentinho.
Lula
recurrió a una expresión popular que surtió efecto: “Si querían matar a la
jararacá [serpiente], no la golpearon en la cabeza.
Le
dieron en el rabo y la serpiente está viva, como siempre ha estado”. El término
en portugués “jararacá” conquistó las redes sociales de sus simpatizantes ya
con referencias a la campaña de 2018.
Fue
otro indicio de que el discurso de Lula, que fue televisado en directo, sumado
a las críticas de juristas por haber sido obligado a declarar, atemorizaron a
la oposición.
Los
análisis de líderes oposicionistas filtrados a la prensa brasileña a lo largo
del fin de semana, indican que el acoso al líder ayuda a reorganizar el campo
petista y puede perjudicar más que ayudar al plan de debilitar a Rousseff.
La
militancia, que en los últimos meses se mostraba avergonzada de salir a las
calles, ya fuese por el desencanto con las denuncias, la crisis o el rechazo a
un Gobierno que ha adoptado medidas que han afectado a su base, comenzó a
responder a los llamamientos.
Ahora
el PT planea nuevos actos de calle para este mes, especialmente después del
próximo domingo, cuando están convocadas protestas anti-PT en todo el país.
El
viernes por la noche se organizó el primero acto con miles de personas en la
zona central de la ciudad de São Paulo. Lula compareció.
Y
lloró varias veces al hablar de los logros sociales de su Gobierno. Si antes
había titubeado acerca de 2018, decidió dejar el recado más claro: “Estaba
tranquilo en mi rincón. Tenía la expectativa de que eligieseis a alguien para
disputar 2018. Pero quiero ofrecerme a vosotros. A partir de hoy, la única
respuesta que puedo darle a la violencia que me infringieron es salir a la calle
y decir: ‘estoy vivo”.
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