TARIJA, BOLIVIA (ANB / Erbol).- Corre el minuto 92 del partido. Yecerotte levanta el último
centro del encuentro. Que el lateral de Blooming no llegará al cabezazo, eso
está claro; unos pasos más atrás está Callejón, a quien le queda la pelota
justa para sacar el remate; hace el gesto técnico para impactar el esférico y
la gente en las tribunas siente que hay un momento eterno entre esa acción y el
desenlace de la jugada: La pelota va rumbo al arco, con destino incierto…
Blooming
jugó la tarde de este viernes uno de los mejores partidos que se le haya visto
en La Paz y como producto de ello comenzó ganando el partido, cuando Bargas, a
los 20 minutos, abrió el marcador.
Nueve
minutos más tarde, el propio Bargas aumentó a dos las cifras del partido. Hasta
allí la sorpresa era general. Sin embargo, había algo más, ya que a los 33,
Gutiérrez dejó tres a cero el marcador, mientras los celestes en la cancha se
miraban y no entendían lo que estaba pasando. Así y con cierta fortuna, porque
los cruceños no pudieron aumentar el marcador, terminó el primer tiempo.
En el
segundo periodo cambio todo: Bolívar fue al ataque y Blooming comenzó a
defenderse, un gran error.
Cuando
las cosas están mal deben aparecer las figuras que son capaces de cambiar la
historia, en el caso de Bolívar mostró cuánto puede Nelson Cabrera, capaz de
asumir el rol de líder, al extremo de anotar a los 56 el tres a uno.
El
partido se llamó un poco a tregua, pero con los paceños atacando de cualquier
manera, al extremo de convertir en figura a Suárez, el arquero de Blooming.
Como
pocas veces ocurre en un partido de fútbol, todos miraban el reloj para saber
cuánto faltaba: los minutos se consumían de forma rápida. A los 86, llegó el
tubo de oxígeno que Bolívar necesita, Miranda anotó el tres a dos.
Con
los nervios a flor de piel, los hinchas aumentaron el aliento desde las
tribunas ante lo que era el evidente cansancio de sus jugadores. Cabrera, dos
minutos más tarde, puso el tres a tres, lo que ya para Bolívar representaba un
buen resultado.
Determinado
a no morir en la orilla después de haber nadado tanto, la Academia se fue al
ataque con lo último que le quedaba, el último centro al área…
Callejón
impactó el balón con un correcto gesto técnico, el paso que dio el portero
Suárez no hizo otra cosa que entregar el ángulo para que el balón se colara en
las redes. Entonces sí, el delirio y la locura desatada por el cuarto gol de
Bolívar que pasaba a ganar el partido, estaba plenamente justificada. Los
abrazos interminables fueron el corolario de una jornada que sin duda quedará
en la retina de los celetes.
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