Sin
esclusas
Patricia
Alandia
SANTA CRUZ, BOLIVIA (ANB / Erbol).- Las escalofriantes cifras de feminicidios, de violaciones y
agresiones en contra de mujeres, muchas de ellas cometidas por autoridades y
políticos, arropadas por la impunidad y la inacción de las instituciones
estatales, nos revelan que estos 9 años de “proceso de cambio”, de Estado
plurinacional, descolonizador y despatriarcalizador, solo han servido para
fomentar la impostura de los hombres ylas mujeres que están en el poder.
Felizmente
muchas voces femeninas y masculinas no han permitidoque algunos casos queden
sepultados por el silencio, y se han referido a ellos en sendos artículos de
opinión; sin embargo, creo necesario
traerlos a este texto, no solo para argumentar mi posición —crítica sobre el
rol que han jugado las mujeres del poder—, sino porque recordarlos, es, a
veces, la única forma que nos queda de reivindicar a las víctimas.
Comienzo
recordando el caso del diputado Justino Leaño, denunciado nada menos que por
violar a su propia hija. Al respecto, la diputada Marianela Paco, quien, en el
mes de mayo, realizó un tour por España para compartir los alcances de nuestras
numerosas leyes a favor de los derechos de las mujeres, al parecer, no
compartió que, en su calidad de miembro de la Comisión de Ética de la Cámara de
Diputados, guardó elsilencio más vergonzoso en relación a Leaño. Después de que
su correligionario, Javier Zavaleta, amenazara a su Comisión con seguirle un
proceso por incumplimiento de deberes, la señora Paco, defensora intransigente
de los derechos de la mujer, solo atinó a afirmar que no tenían la competencia
para inmiscuirse en un caso que estaba en el Ministerio Público. Como era de
esperarse, Leaño tuvo el tiempo y las condiciones necesarias para huir.
Otro
caso para recordar es el de Adolfo Mendoza. En la denunciade violencia
intrafamiliar, en contra del opositor Jaime Navarro,notablemente exaltada por
la indignación, Gabriela Montaño condenó a su colega y afirmó que “si tuviera
un poco de respeto con la sociedad boliviana, él debería pedir licencia a la
Asamblea Legislativa Plurinacional, y defenderse ante los estrados judiciales”.
Días después, en relación a una denuncia similar, pero que esta vez involucraba a su amigo y correligionario
Adolfo Mendoza, expresó que se trataba de un “tema privado”. Luego, frente a la
amenaza de denuncias en su contra por su actitud cómplice, solo dijo que se
investigaría el caso, añadiendo que lamentaba“que hayan[sic] mujeres
parlamentarias que quieran utilizar el tema de la violencia contra las mujeres
como un tema político partidario”.Está demás decir que no hubo tal
investigación, y que el exsenador Mendoza, que siguió contando con el apoyo de
la cúpula gubernamental, solo desistió de su candidatura por la presión social.
Otro
caso lamentable es el de Teodoro Rueda, alcalde masistadel municipio de Pocoata,
acusado de violación y feminicidio. Al respecto, la diputada Emiliana Aizalo
defendió por haber sido “democráticamente elegido” y hacer una buena gestión, y
lo disculpó “porquea veces pasa pues … los hombres son débiles en la situación
de la cerveza”.
Y cómo
olvidar los frecuentes y patéticos ataques públicos a mujeres por parte de
Percy Fernández, quien, desde que se alió a Evo Morales, cuenta con la defensa
de mujeres del MAS, como Leonilda Zurita, que también salió a defender al
machista retrógrada Ciro Zabala.
Si
bien la lista de autoridades y representantes del MAS que justifican a sus
correligionarios en casos de violencia es abundante, me quedo con un último
ejemplo, que es el de Alejandra Claros.Se trata de la Jefa de Gabinete
presidencial, que salió del anonimato con la publicación desu libro para
niñosLas Aventuras de Evito, financiadopor el Gobierno, y cuyo propósito fue
“ofrecer a los niños un modelo a seguir”. La autodefinida socialista y, según
el exeneferista Jorge Richter, analista política, decidió levantarla bandera de
la lucha contra la violencia de géneroen programas televisivos de análisis
político,fustigando a Doria Medida por su inaceptable actitud en el caso de
Navarro.
Hasta
ahí todo bien, pese a sus limitaciones comprensibles y su actitud indisimulada
de vocera del MAS. Sin embargo, su bochornosa negativa para referirse a los
casos de machismo y violencia ejercida por gente de su partido no solo que le
resta credibilidad, sino que hacen insoportables sus apariciones mediáticas. Para
esta señora, esposa de Sacha Llorenti (que no le quita méritos propios, pero
que tampoco es un dato menor), pese a que se golpeó y arrastró a mujeres, se
las denigró, se las separó de sus hijos, se les negó el derecho a expresarse y
a luchar por su territorio, en síntesis, se conculcó sus derechos
fundamentales, no se puede hablar de violencia en Chaparina porque la justicia
aún no se ha pronunciado al respecto. Es decir, no es el tipo de violencia que
la conmueva y la impulse a salir a los medios a denunciar.
Claros,al
igual que Amanda Dávila, Gabriela Montaño, Betty Tejada y todas las ministras y
parlamentarias del MAS que salieron a justificar las actitudes de su líder,está
convencida de que Morales es un ejemplo;en consecuencia, para ella,el Presidente
no es machista, y llamar a las mujeres masoquistas, porque “se dejan pegar”,
“perforadas”; convocar a “conquistar” a mujeres indígenas para que renuncien a
sus derechos, o tratar a mujeres como una tropa de calenturientas que sueñan
con que el Presidente “las atienda”, es apenas un chascarrillo inofensivo,
digno de celebrarse a mandíbula suelta, o de disculpar, porque es parte de la
personalidad bromista y humilde de su jefe.
Si
bien este artículo está centrado en las mujeres del MAS, no puedo dejar de
referirme a las mujeres de la oposición. Aunque han tenido menos oportunidades
de poner a prueba su dignidad y coherencia política, las inaceptables y
rebuscadas respuestas justificadoras en el caso de Navarro y Doria Medina, al
interior de UD, no son muy alentadoras, y nos señalan un camino de sumisión y
de actuación ética similar a la de las mujeres del MAS.
Con
este panorama, me pregunto si estas mujeres cuentan con algún dispositivo que
enciende su sentido de dignidad, cuando un opositor agrede a una mujer, y se
apaga, cuando se trata de su jefe o de uncorreligionario, o si simplemente
carecen de los principios que dicen defender. Todo nos lleva a pensar que
utilizan el discurso de equidad de género según los dictámenes de sus jefes
varones, y que han asumido que su lugar en el poder es una concesión que deben
agradecer y defender con las actitudes más obsecuentes.
Ojalá
algún día sean conscientes de sucuota de responsabilidad en la pérdida de la
oportunidad transformadora que la Asamblea Constituyente sembró. Nadie podría
culparlaspor el machismo y la violencia existentes, pero indudablementeestosse
alimentan de sus temores, su cobardía, sus intereses mezquinos y su oportunismo.
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