El
narco más buscado
El Chapo anoche antes de ser ingresado a la cárcel de donde huyó hace seis meses. Foto: AFP |
ESPAÑA (ANB / Fuente: El País-España).- El Chapo se creyó su propia leyenda. Esa fue su perdición.
Oculto en su feudo de Sinaloa, Joaquín Guzmán Loera, el narcotraficante más
buscado del planeta, dio rienda suelta a su megalomanía y movió los hilos para
poner en marcha una película sobre su propia vida.
Desde
la clandestinidad, sus abogados contactaron con actrices y productores, y
levantaron tal polvareda que el sorprendente capricho del líder del cártel de
Sinaloa, cuyos informes psicológicos dibujan como un ser atormentado y con
delirios de grandeza, fue advertido por los investigadores que le pisaban los
talones.
La
pista no tardó en conducir al paradero del prófugo y permitir el primer intento
de captura. Fue el principio del fin.
Así
lo reveló la procuradora general de México, Arely Gómez González, al
reconstruir los pasos que permitieron la detención este viernes del legendario
capo mexicano. Esta es la historia.
La
investigación tuvo como punto de partida la desarticulación de la célula que
organizó la construcción del pasadizo de 1.500 metros por el que El Chapo huyó
el pasado 11 de julio de la cárcel de máxima seguridad de El Altiplano.
En
este grupo figuraban el cuñado de Guzmán Loera, uno de sus abogados, un
operador financiero y, sobre todo, el jefe del aparato de túneles del cártel.
Una
vez capturados, los investigadores lograron determinar los movimientos del
narcotraficante tras abandonar la prisión.
Primero
fue llevado en coche hasta el municipio de San Juan del Río (Querétaro), a 220
kilómetros de distancia, y luego trasladado en una avioneta Cessna, en compañía
de su cuñado, al denominado
Triángulo
Dorado, una agreste zona situada entre Sinaloa, Chihuahua y Durango. Ahí, en
plena Sierra Madre, se perdía su rastro.
El
Chapo se había zambullido en su feudo. Un territorio del que era dueño y señor
y donde muy pocos se atreverían a delatarle.
En
esta oscuridad, el descubrimiento de que el narcotraficante se había empeñado
en sacar adelante una película autobiográfica encendió una luz.
El
hilo, a través de los abogados y sus interlocutores, condujo hasta un rancho en
el perdido municipio de Pueblo Nuevo (Durango).
Era a
finales de octubre. Habían transcurrido tres meses desde la huida y la crisis
abierta por el escándalo seguía expandiéndose. Los comandos de la Marina
actuaron. Pero la operación fracasó.
El
Chapo, aunque a duras penas, logró romper el cerco. En su relato, las fuerzas
de seguridad sostienen que un helicóptero militar descubrió al narcotraficante
en plena carrera, pero que decidió no disparar al verle acompañado de dos
mujeres y una niña.
Tras
esta huida, Guzmán Loera se adentró aún más en la Sierra Madre. Redujo su
círculo de seguridad y limitó sus comunicaciones.
Sus
huellas, otra vez, se perdieron en la inmensidad del noroeste mexicano. Pero no
tardarían en cambiar las tornas.
El
Chapo, harto de la vida de montaña, decidió ocultarse en una zona urbana. Bajo
sus órdenes, uno de sus hombres, bajo vigilancia por ser miembro del aparato de
túneles del cártel, empezó a acondicionar casas en Sinaloa, una de ellas en Los
Mochis, la tercera ciudad del estado.
Las
alarmas saltaron. El inmueble fue sometido a vigilancia. El pasado jueves llegó
El Chapo. En la madrugada del viernes las unidades de la Marina lanzaron su
ataque.
Guzmán
Loera no estaba solo. Le acompañaba Iván Gastélum Ávila, El Cholo, uno de los
más sanguinarios sicarios del cártel de Sinaloa, convertido ahora en jefe de
seguridad de El Chapo.
El
Cholo ordenó a su hombres que le cubriesen la huida. Cinco de ellos cayeron
bajo el fuego de los militares, otros seis fueron detenidos.
Entretanto,
El Chapo y su escolta huyeron por las alcantarillas. Guzmán Loera ya había
recurrido a esta vía en 2014, cuando, rodeado por la Marina en una casa de
Culiacán, logró escaparse por un túnel que desembocaba en las conducciones
pluviales.
Pero
esta vez no le valió la estratagema. Los soldados le esperaban en el subsuelo.
Ante su presencia, El Chapo y su jefe de seguridad decidieron salir a la
superficie.
Levantaron
una tapa de la alcantarilla y, ya en la calle, se lanzaron a robar un coche. No
llegaron muy lejos.
En la
carretera Los Mochis-Navajoa fueron interceptados. Ambos se rindieron sin
disparar. Y rápidamente fueron llevados por los marinos a un hotel a la espera
de refuerzos. Así terminó la fuga de El Chapo.
Esa
misma noche, tras ser exhibido ante los periodistas, con la cara un poco más
gorda y el bigote y el pelo igual de negros, el líder del cártel de Sinaloa fue
conducido en helicóptero a la prisión de máxima seguridad de El Altiplano.
La
misma de la que se escapó en julio. La historia vuelve a empezar.
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