Rafael
Archondo, especial para ANF
Raquel Gutiérrez recibió al periodista Rafael Archondo, en Puebla, México. Foto: Rafael Archondo |
SANTA CRUZ, BOLIVIA (ANB / ANF).- Fue militante del Ejército Guerrillero Tupaj Katari (EGTK),
la organización fundada por aymaras radicales como Felipe Quispe y desmantelada
por la policía en 1992. Mexicana por nacimiento, boliviana por convicción,
Raquel Gutiérrez Aguilar escudriña desde Puebla lo sucedido en diez años de
gobierno de Evo Morales. Asegura haber visto cómo en 2008 se dio inicio a un
“empate catastrófico” que hasta ahora sigue vigente.
Puebla,
10 de febrero (ANF).- “Soy lo que soy, porque viví allí; la mayor parte de las
cosas interesantes que ocurrieron en mi vida, ocurrieron en Bolivia”. Raquel
Gutiérrez Aguilar nos recibe con esas afirmaciones y se prepara para una
entrevista a la que quiere conferirle un impacto político fino, pero frontal.
Sabe que sus palabras resuenan fuerte en el país que este 21 de febrero
autorizará o rechazará la repostulación presidencial, por quinta vez, de Evo
Morales.
El
vicepresidente boliviano fue su compañero de vida, luchas y cárcel desde que
sus miradas se cruzaron en 1982 por las aulas de matemáticas de la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM). “Bolivia es parte de mi constitución, de la
persona que soy, eso no lo puedo negar, aunque ahora, a lo largo de los años
que no vivo allí, hay cosas que puedo mirar simplemente a través del cristal de
la nostalgia”. Así, su ser boliviano
recrudece cada que alguien le pregunta de dónde es: “La gente nunca sabe cuál es
mi nacionalidad, me confunden mucho”.
Raquel
volvió a México en 2001 dejando atrás cinco años de cárcel, su liberación
jalonada por una vigorosa red de amigos y amigas, una ruptura amorosa con
García Linera y la necesidad de recrear su vida académica. Y claro, cuando ya
estuvo de vuelta en su país de nacimiento, siguió nutriendo aquel lazo que no
la suelta. “Yo lo que he tratado es de no ser una bolivianóloga, porque la
bolivianología se puso muy de moda, después de esos esfuerzos tan potentes de
transformación política y social que se vivieron a principios de este siglo. No
quiero ser una persona que únicamente estudia esos procesos. Nunca lo fui y no lo soy tampoco acá. Esa es
una tensión que me atraviesa siempre, porque aunque lo que estudio son las luchas
comunitarias en América Latina, la mayor parte de mis conocimientos más íntimos
y profundos al respecto son los que aprendí en Bolivia”. Raquel trabaja hoy en el Instituto de
Ciencias Sociales y Humanidades de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
(BUAP). Desde allí reúne ideas que
mantienen despiertos a quienes la conocemos, desde allí habla claro y al
hacerlo actúa.
A su
ruptura sentimental con García Linera no le siguió la pérdida de fe en la
revolución boliviana, que juntos buscaron propulsar. Raquel retornó sola a
México, pero no por ello perdió de vista los levantamientos que le siguieron a
la Guerra del Agua, donde sí tomó parte activa. En 2006, estuvo entre los que
recorrían los pasillos del recién “capturado” Palacio de Gobierno en aquellos
tiempos iniciales de la efervescencia revolucionaria tras la primera victoria
del MAS en las urnas. Cuando el proceso padecía el asedio de la llamada “Media
Luna”, Raquel se metió al ojo de la tormenta: Santa Cruz, desde donde tensó sus
fuerzas anhelando el alumbramiento de una nueva sociedad. Con ello puso a
prueba aquella exclamación suya lanzada cuando fuera arrestada en 1992: “Soy
más boliviana que Sánchez de Lozada”.
Sin
embargo, también entonces en 2008, cuando las afiebradas juventudes cruceñistas
ocupaban edificios, golpeaban soldados y quemaban escritorios, cuando las bases
campesinas del “Pacto de Unidad” se aprestaban a cercar el perímetro grande de
la Expocruz, Raquel pudo atisbar lo que se venía. “Después de la masacre del
Porvenir y de la negociación sobre el contenido de la Constitución en el
parlamento, sentí que se comenzaba un tiempo de cierre para las luchas de
abajo, de mera reconstrucción de Estado, supe que lo político iba a vivir una
devaluación, una nueva clausura. Entonces fue cuando empecé a debilitar mis
lazos más intensos con Bolivia”.
Después
de 2008, asentada definitivamente en su México natal, toma distancia con una
revolución que se despojaba poco a poco de sus medulares ambiciones. Ahora sí,
8 años después de aquel freno, Raquel encuentra que cuando desmenuza los mismos
fenómenos sociales que sus ex camaradas, saca conclusiones opuestas.
“Veo
todo esto exactamente al revés”, asegura ella cuando le recuerdo que para el
gobierno, 2008 es el año de la victoria popular sobre la oposición, el inicio
del despliegue completo del proyecto masista sobre el país, el “punto de
bifurcación” resuelto a favor del bloque comunal, como suele evaluar el ya
citado vicepresidente.
Raquel
entiende bien la importancia de dejar marcas en la línea del tiempo cuando
dice: “Uno repasa los momentos en la historia, y se dota de herramientas
teóricas para ordenar el tiempo, y por lo tanto hilvanar en una forma
inteligible los hilos de la memoria. Ahí se juega mucho, y ahí están las fechas
que se celebran y se consagran, eso es lo que hace a las historias de los
países, la narrativa cívica. Es un campo de disputa, de lucha”.
¿Cómo
entender entonces aquel 2008, año nodal en el que la oposición pierde el
revocatorio en agosto y luego devuelve las instituciones que tomó en uso de una
violencia desesperada? Raquel afirma que
si pensamos que ese fue el momento de empezar a reconstruir el Estado, en
efecto, tal fue el punto de despegue. “Por supuesto, el año 2008 es el momento
en que puedes relanzar un proceso estatal de imaginaria regulación de la
intervención de las corporaciones transnacionales, es decir, puedes asentar un
nuevo pacto con el capital, que es finalmente el que establece el orden de
mando del mundo, no solo de Bolivia, y puedes narrar la historia en esa
clave”. Así habrían razonado y razonan
entonces quienes hoy nos gobiernan. El 2008 es para ellos la hora cero de un
Estado nuevo.
Raquel
piensa lo contrario. “También puedes leer la historia, dice, como la leyó
Walter Benjamin y otras muchas fuentes, es decir tratando de irte guiando por
cómo se desarrollaron las luchas y cuáles son los momentos más altos de la
confrontación, donde se iluminan las transformaciones posibles, no como modelo,
sino como camino. Bajo esa óptica entonces, el 2008 sí es un cierre, un punto
culminante después de esa movilización gigantesca iniciada el año 2000. En ese
momento, se define el fin de esta posibilidad de continuación cuidadosa de un
proceso de ampliación democrática real desde abajo”.
A
nuestra entrevistada le gusta pensar que hubo una especie de arreglo de
gobernabilidad entre élites, un pacto, sostiene, del MAS con la derecha en los
marcos estrechos de la democracia procedimental o formal, el reforzamiento de
un orden estatal renovado. Y es que claro, recuerda, “no se reconstruye un
gobierno neoliberal, se abre otro ciclo, es un nuevo momento en el que un
Estado consolidado relanza un proceso de acumulación de nuevos capitales”. ¿Y
eso qué tendría de malo?, ¿acaso no es así una revolución?, erigir un nuevo
Estado incluyendo nuevos integrantes.
Raquel concede: “Obviamente hay nuevas élites económicas en Bolivia, no
hay que negarlo. Y tienes empresarios
que lograron su acumulación de capital en la producción de hoja de coca y una
serie de variaciones en la estructura económica. Todo esto funciona bajo el
control férreo del interés del capital global. Es lo que la población boliviana
en esta coyuntura, tiene frente a sí”. A
eso se le califica laxamente progresismo y tiene una matriz liberal.
“En
estos últimos años se han cerrado alternativas y abierto otras, por supuesto
que sí, pero cerrado quizás las que reflejaban los anhelos más profundos de la
lucha desde abajo”, plantea. ¿Qué
perdimos en 2008? Raquel responde: “Es la negación de cualquier posibilidad de
construcción de autogobierno local en el sentido más amplio de la palabra, de
que podamos participar en la producción de la decisión de los asuntos generales
que a todos incumben, porque a todos afectan.
Eso es lo que veníamos planteando desde la Guerra del Agua y esas son
palabras sabias…pues eso se negó”.
¿Qué
lo sustituye? Volvemos a su voz: “Se han abierto nuevas oportunidades
económicas a nuevos sectores. A ello se han sumado transferencias focalizadas
como está ocurriendo en todos los países neoliberales”. Se refiere a los bonos que reciben cada año
niños, madres y ancianos en el país.
Admitamos
que hay algo desconcertante pavimentando ese criticado camino: diez años de un
voto masivo a favor del MAS. Aparentemente el elector se siente más integrado a
una victoria que aplastado por un empate pactado. ¿Es la de Raquel una mirada
extravagante y solitaria? Ella contesta sin dudar: “En ese sistema político que
se consagró como legítimo, la gente ha seguido votando por el MAS, porque no
hay por quién más votar, y porque la política misma ha sufrido una brutal
devaluación”. Nuestra entrevistada
recuerda que en estos años se ha construido un partido de gobierno, que
transfiere recursos y controla a la gente. “Aquí en México, sabemos de qué se
trata eso. Cada vez el MAS se parece más al PRI. Sabemos como van estos
procesos de tutelar cualquier decisión a nivel local, de ir amarrando e ir
consagrando imposibilidades para otras capacidades políticas desde lo local, o
en un sindicato, en un organismo de masas, eso hemos visto. Tienes eso, que era
la típica forma de partido que relanzaba proyectos de construcción de estado
nación”. Así, el PRI llegó a gobernar
México por siete décadas consecutivas. ¿Se organiza en Bolivia un régimen
parecido?
No
vayamos tan de prisa. A pesar de que el MAS se ha ido probando como un
gigantesco aparato de disciplinamiento de la gente, le brotan episódicamente
desde abajo actos masivos de democratización rebelde como los que todavía
ocurrieron en 2008. Raquel hace el
recuento: “La sabiduría, madurez y capacidad para entender los asuntos
políticos del pueblo boliviano, su escuela de politización tan acelerada en los
inicios de este siglo, permite que mantengan claridad sobre aquello que se
tiene que frenar, es decir, un nuevo advenimiento de la derecha más brutal y
más racista, de la derecha que ahora llama a desconocer ese pacto de 2008 para
ir todavía mas lejos. Y fíjate qué pasa después, cual es otro momento de
autonomía política… cuando se le dice No al gasolinazo, ahí se levanta la
ciudadanía, y tienen que echarse para atrás. Luego vinieron los sacudones
tremendos del TIPNIS, el decir no queremos desarrollo de vías para que
atraviesen mercancías. Aquí se están jugando intereses de clase y pongo una
vieja palabra clave para la interpretación de Bolivia que ahorita no está de
moda”.
Estamos
ante lo que Raquel califica como poder de veto. “En el momento en que el MAS
decide cosas radicalmente contrarias, la gente le pone un freno, vuelve a
desplegar lo que aprendió de la movilización, que en realidad era un añejo
conocimiento de las rebeliones de siglos anteriores, y dice: aquí, así, no se
juega. Vetamos tu decisión, nosotros, el pueblo, y tú eres el que tiene que
hacer otro plan. Eso es lo que ha pasado”, concluye.
En
síntesis, el sistema político construido bajo el mando de Evo Morales sería el
principal ejecutor del pacto entre élites de 2008. Raquel afirma que éste diluye la fuerza más
profundamente impugnadora, la que trastocaría más de fondo las cosas. Quieren
evitar que se ensayen formas para ir construyendo un mundo en el que todos
“quepamos a gusto”.
Para
terminar de asentar su interpretación, Raquel echa mano del vocabulario
inventado por el vicepresidente boliviano y plantea: “Para usar algunas de esas
palabras que tuvieron una amplia circulación… si hay algún momento de empate
catastrófico, es ahora. Antes, cuando se pensó y se dijo que había empate
catastrófico, lo que en realidad se ocultaba es que íbamos ganando nosotros,
las fuerzas populares múltiples, íbamos goleando, y nos empataron con la
masacre del Porvenir, con la negociación de la Constituyente, ahí nos empataron
y ese empate es lo que se ha venido preservando hasta ahora. Se ha mantenido
ese empate y por eso, para que los otros no ganen, hemos tenido que ir votando
a veces por el MAS. Por eso ahora lo que está en juego es la perpetuación de
esa única opción, y la gente está a disgusto, está enojada, piensa que lo que
se viene con el referéndum es una trampa”.
¿Qué
pasó?, ¿qué razones llevaron a que, según la lógica empleada por Raquel, de una
victoria posible y cercana se pasara a un equilibrio que nivela fuerzas y
clausura opciones de futuro? Álvaro
García Linera le ha dicho hace días al periodista Mario Espinosa que cuando las
cosas dependen de personas, eso es una revolución y que Evo concentra voluntad
política, porque es el único dirigente del MAS capaz de tejer alianzas en el
seno de la sociedad. Por eso habría que apostar por esa persona y no por otras.
“¿De veras tenemos que hablar de lo que dice el Álvaro?, ¿de veras sigue siendo
relevante?”, postula Raquel.
Ella
dice que aquella es una más “del enorme conjunto de explicaciones ad hoc, que
el vicepresidente boliviano ha sido capaz de producir a lo largo de estos
años”. “Creo cada vez más que en tanto el pensamiento simplemente se pone en
juego para justificar las cosas, va creando argumentos ad hoc, que finalmente
no tienen ninguna densidad. El 21 de febrero se está votando la posibilidad de
que el Evo continúe, pero él es el pináculo en la construcción del MAS como
institución y de todo un sistema de estructuración del mando político”, refuta.
Esa persona supuestamente única, Evo Morales, conduce una institución que
controla y concentra un enorme poder. En ese sentido, la dicotomía de García
Linera pierde peso. “Hay figuras que son
caudillos como Hugo Chávez y que entonces están inscritos en la psique social
de una manera muy diferente, y hay personajes que lo que han hecho es
desarrollar sistemáticamente una capacidad para enajenar y apropiarse de
esfuerzos colectivos y concentrarlos. A mi juicio, ese es el caso del Evo y del
Álvaro”, confirma.
La
refutación es clara: “Desde enero de 2006, empiezan a construir eso, escalones
de mando, hay un gran jefe, claro que hay, pero hay eso, porque así lo
construyeron”. A la mente de Raquel
vienen recuerdos de otras revoluciones que también devoraron a sus hijos: “Todo
al servicio de una persona… ¿vamos a acordarnos de aquel a quien llamaban el
padrecito Stalin? Esto, históricamente, ya lo vimos ocurrir. Cuando te quieren
vender como novedades, reediciones políticas de historias muy amargas, te están
tomando el pelo, y conviene empezar el análisis asumiendo que te están tomando
el pelo”, afirma prevenida.
Raquel
sabe que está lejos, que su incidencia es menor que hace una década. Sin
embargo alberga una esperanza y tiene que ver con estas letras: “El chiste es
que si por tu intermedio, puedo tener algún contacto y me harán favor de leer
mis palabras algunos hombres y mujeres bolivianas, que en sus corazones sienten
esta insatisfacción profunda, mi confianza y mi entero respaldo… me identifico
mucho, no duden pues, si tienen una intuición de que esto se está volviendo
algo insoportable, es porque se ha construido a partir de una gran expropiación,
de un gran despojo”.
¿Cómo
opera esta especie de robo? Raquel es muy directa al definir el atraco: “Esto
sucede cuando alguna persona está dispuesta a despojar la construcción
colectiva para presentarla como construcción individual, finalmente la
construcción de un caudillo es eso. Esa es una buena clave para interpretar un
poco el proceso boliviano, es una energía colectiva que se queda depositada en
una persona”.
García
Linera acaba de acuñar otro término: extractivismo temporal. Significa que el país puede pasarse un tiempo
extrayendo la savia de la naturaleza hasta estar en condiciones de dar un salto
hacia otra economía, esta sí, sustentable. Raquel responde que “de buenas
intenciones está empedrado el camino al infierno”. “Podemos justificar cualquier cosa que
hagamos. Podemos justificarla en términos de los mejores ideales”, recuerda,
sin embargo para ella esta es una forma sutil de plantear una idea que el EGTK
empezó descartando: “la revolución por etapas”. “Yo me sumé históricamente a la
revolución boliviana en marcha”, recuerda, porque en el país se había superado
la idea de que los cambios se pueden hacer de manera escalonada, haciendo
concesiones a cada paso. ¿Por qué? “Porque la revolución por etapas es la
historia del siglo XX y eso fue el preámbulo del XXI, y eso no es nada
fantástico”, ironiza.
Minutos
antes de la despedida, Raquel desenvaina una anécdota de sus tiempos de presa
liberada en una Bolivia volcada hacia la rebelión. Con “Comuna”, el grupo del
que formaban parte, concibieron la idea de publicar un libro que iba a tener
por título: “Los intelectuales cortesanos”. Allí se retratarían a los
pensadores bolivianos que conformaban un batallón auxiliar del Estado y sus
jerarcas. “No sabes cuánto me acuerdo de eso cuando veo como ahora el Álvaro es
capaz de movilizar una nueva camada de intelectuales cortesanos y de hacerse
una corte. Da tristeza, pero bueno, cada quien… ¿no?”.
¿Y si
gana el No, Raquel? , ¿qué te gustaría que pase? Ella aspira a que hubiera un proceso deliberativo
interesante que ponga en aprietos al orden de mando tan conveniente para
ciertas ramas del capital, que el MAS ha construido en esta década. “Podría haber un remezón en el MAS, obligado
a repensar sus formas y prácticas políticas, en el momento en que se debilita
el pináculo del orden jerárquico, que se cimbren los amarres, y entonces quizá
puedan fluir nuevos momentos, que ese magma volcánico que ha sido constreñido
desde 2008, rompa las obturaciones, eso puede ser, no es que todo se juegue en
este momento, claro que no. Pero sí habría la posibilidad de un cambio”.
El
día de los votos, en Puebla, Raquel estará pendiente del resultado, no lo podrá
evitar, es lo que es, porque vivió en Bolivia.
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