Estudio
de The Lancet Psychiatr
ESPAÑA (ANB / www.elpaís.com).- Las huellas del maltrato infantil causado por adultos
(básicamente los padres) en las víctimas están ampliamente documentadas: mayor
riesgo de sufrir ansiedad, depresión, de abuso de drogas o de intentos de suicidio,
además de peores resultados académicos. Pero, ¿qué consecuencias tiene el acoso
escolar? ¿Las secuelas que dejan las humillaciones, los insultos, las burlas,
la marginación del grupo, los golpes o las vejaciones repetidas por parte de
los compañeros son peores que las provocadas por el maltrato en el entorno
familiar?.
Un
estudio publicado en The Lancet Psychiatry ha tratado de arrojar luz a los
efectos de esta modalidad de violencia física, verbal o psicológica entre
menores (bullying, en inglés) y concluye que las víctimas de este tipo de
agresión son más susceptibles de padecer problemas de salud mental al llegar al
final de la adolescencia que las personas vejadas por adultos. En especial, de
ansiedad, aunque también (aunque aquí la distancia es más reducida) depresión y
tendencia a autolesionarse o a tener ideas suicidas.
“La
conclusiones del trabajo no me sorprenden en absoluto”, comenta Rosario Ortega,
catedrática de Psicología de la Universidad de Córdoba y especialista en acoso
escolar. “Es un estudio muy bueno y muy interesante”, añade.
El
trabajo, que se ha presentado recientemente en la reunión de las sociedades
pediátricas estadounidenses (Pediatric Academic Societies), destaca la
dimensión mundial del problema de la violencia entre menores. Para ello, los
autores de la investigación, profesores de psicología de la Universidad de
Warwick (Reino Unido), remiten a una revisión de la situación en 38 países
donde uno de cada tres menores ha sido
acosado.
En
España un análisis de 2009 publicado en el International Journal of Psychology
and Psychological Therapy muestra que el nivel de incidencia se sitúa en unas
tasas ligeramente más bajas: el 23%. “Está presente en todos los niveles
analizados, siendo los últimos cursos de Educación Primaria [en especial a los
10 años] y los primeros de la Secundaria [a los 13 años] los que registran
mayor incidencia”, precisa el documento.
Ante
la dimensión del problema, los autores del artículo se plantearon evaluar las
consecuencias del bullying de forma aislada, es decir, en personas que solo
hubieran sufrido este tipo de acoso. Y compararlas los efectos en la salud
mental (medidos a los 18 años tras seguir a los chavales desde los 8-9 años)
con las secuelas que deja el maltrato adulto, que estudiaron por separado. Para
ello, acudieron a dos grandes bases de datos poblacionales. Una es la británica
ALSPAC (Avon Longitudinal Study of Parents and Children in the UK) formada por
4.026 niños. Otra es la estadounidense GSMS
(Great Smoky Mountains Study) que monitoriza a 1.420 niños.
Para
medir el impacto del acoso, los investigadores midieron el efecto en la salud
mental, en general. en el grupo estadounidense, frente a un 17% de maltratados
con secuelas, la tasa se disparaba en un 36% entre los acosados. Al detallar
los efectos a través de síntomas más concretos, también había sensibles
diferencias respecto a la ansiedad (8% por 25%) y algo menos (unos cuatro
puntos porcentuales) en casos de depresión y autolesiones.
A
primera vista puede sorprender que las consecuencias del acoso escolar sean más
perjudiciales que las del maltrato, cuando en este último caso, son los padres
o los familiares quienes agreden a los pequeños, con la carga emocional que
ello comporta. A Rosario Ortega no le resulta extraño. “Los padres nos influyen
mucho en los primeros años de vida, pero en la escuela el niño comienza a
perfilar la dimensión social, y a medida que crece y se acerca a la
adolescencia las figuras de apego cambian y lo que le importa al niño son los
otros".
La
también vicepresidenta del Observatorio Internacional de la Violencia Escolar
explica que sufrir este tipo de violencia por parte de sus compañeros en el último periodo del desarrollo del menor
"supone un desequilibrio y un desgaste de la personalidad del sujeto de
forma muy fuerte”. Y si se prolonga en el tiempo "destruye factores
relevantísimos de la personalidad del sujeto", con las consecuencias que
describe el artículo.
“Sufrir
acoso escolar no es un inofensivo rito de iniciación o una parte inevitable de
hacerse mayor, tiene serias consecuencias en el largo plazo”, concluye Dieter
Wolke, profesor de psicología del desarrollo de la Universidad de Warwick
(Reino Unido) y uno de los autores del trabajo. La catedrática de la
Universidad de Córdoba destaca que en las últimas décadas las sociedades
occidentales han avanzado mucho en su lucha contra el maltrato infantil, pero
no tanto en el ámbito del acoso escolar.
"Debemos
asumir que un niño no puede ni debe acosar, maltratar o abusar de otro, y que
las escuelas deben intervenir; hay que formar bien a los maestros y a los
padres. No son cosas de niños, es muy dañino y sigue siendo muy
frecuente", añade Ortega.
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