Conflicto
por danzas
LA PAZ, BOLIVIA (ANB / Erbol).- El periodista peruano, Fernando Vivas, cuestionó a través de
una columna de opinión, las ofensas vertidas por su compatriota y chef, Jorge
Daniel Dávila Yika, en contra de los bolivianos.
La
opinión de Vivas, que titula “El boliviano que llevamos dentro” y está
publicada en el periódico El Comercio, dice que la historia peruana “está
mezclada con los trances de las razas. Hay que revolverlas para hacer un buen
plato, no la guerra”.
A
continuación le presentamos la columna de Vivas:
“Que se friegue Jorge Daniel Dávila Yika,
ex chef ejecutivo del restaurante El Jardín de Asia en La Paz. Sus exabruptos
racistas contra los bolivianos lo descalifican como profesional de la cocina:
no ha entendido el rollo inclusivo de su colega Gastón Acurio, que es también
el de la Asociación Peruana de Gastronomía (Apega). La cocina reivindica
insumos y saberes ancestrales de la tierra que nos parió, de las culturas que
nos formaron, de las razas y clases con las que interactuamos. Recetas guardan
respetos.
Tras decir, en el Facebook, que los
bolivianos “eran nuestra provincia y hasta ahora siguen siendo nuestra sombra”
y burlarse de su ambición marítima, ofreció disculpas. Pero hoy veo, en su
muro, que no está arrepentido. Adjunta comentarios, ciertamente agresivos, de
bolivianos que rechazan el pedido formal del Perú ante la Unesco para declarar
la Fiesta de la Candelaria de Puno como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
Así da a entender que su ira se justifica en defensa del Perú. ¡Andá! No
necesitamos incendiarios racistas.
La riqueza cultural y musical de Puno está
en comunión con Bolivia. Hay danzas compartidas desde siglos atrás como la
diablada, y otras, como la de los caporales, de indiscutible origen
afroboliviano; incorporadas en las últimas décadas. No conozco el expediente
presentado en París, pero dejemos a los expertos de la Unesco que evalúen la
riqueza, creatividad, originalidad de la fiesta como un todo. La designación
como patrimonio universal no es asunto de marca o denominación de origen, sino
de preservación y admiración.
No teníamos este tipo de ‘impasses’ con
Bolivia desde que a la Miss Perú Karen Schwarz –sí, a ella– se le ocurrió
concursar en las Bahamas con el atuendo de la diablada como traje típico. Ella,
por supuesto,no tenía idea de en qué estaba embutida y el diseñador Ricardo
Dávila no se percató de que el traje no era exclusivamente peruano y, por lo
tanto, era una inoportuna elección.
De ahí vino un debate en que los bolivianos
esgrimían la paternidad de esa danza que se baila en el carnaval de Oruro, que,
por cierto, es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. A raíz de eso, la Unesco
aclaró que no tenía en cuenta el origen de cada danza bailada en una fiesta. La
historia de la diablada resultó ser más compleja y compartida de lo que
creíamos, pues también se baila, desde lejanos tiempos, en La Tirana, Chile.
Sus raíces prehispánicas están en la actual Bolivia, pero se transformó con
influencias de rituales cristianos en el actual Puno. (Otro efecto del debate
fue que los puneños quieren que su fiesta tenga el estándar de la de Oruro).
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