Una persona experimenta la "ilusión del fantasma" en el laboratorio/ALAIN HERZOG/EPFL |
ESPAÑA (ANB / Tomado de ABC.es).- Las historias de fantasmas y espectros son comunes a todas
las culturas. Precisamente la fiesta de Halloween, que acaba de pasar, conocida
como la noche de difuntos en nuestro país, es propicia para contar esas
historias que provocan un escalofrío en los más crédulos y que al menos
despiertan una sensación de inquietud incluso en los más escépticos.
Una
investigación llevada a cabo en Suiza, en la que han participado también
científicos de Japón e Israel, explica de forma científica el fundamento de
esas viejas creencias. Por primera vez un equipo de neurocientíficos ha logrado
inducir en el laboratorio una “aparición” en voluntarios sanos que se prestaron
a ello. La sensación fue tan real que uno de los participantes pidió que
pararan en experimento. El trabajo acaba de publicarse en "Current Biology"
¿Cómo
lo consiguieron? No fue con ayuda de mediums, conjuros, ni otros procedimientos
esotéricos. Tan solo tuvieron que engañar al cerebro de los participantes
provocando una discrepancia entre lo que sentían y lo que hacían.
Gracias
a ello, lograron que notaran una “presencia extraña”, que definen como la
sensación de que alguien está cerca cuando realmente no ven a ninguna persona a
su alrededor. “Se trata de una proeza fascinante de la mente humana, y a menudo
puede encontrarse en la literatura relacionada con la divinidad, el ocultismo o
la ficción", explican los investigadores.
Fruto
del cansancio
Esa
sensación teóricamente cualquiera puede experimentarla en situaciones de
cansancio o miedo extremos. Los investigadores, encabezados por el neurólogo
Olaf Blanke, del laboratorio de neurociencia cognitiva de la Escuela
Politécnica Federal de Lausana (Suiza), relatan el caso del alpinista Reinhold
Messner, que tuvo esa extraña percepción cuando descendía con su hermano del
Nanga Parbat, una de las diez montañas más altas del planeta. Exhausto y
helado, acusando la falta de oxígeno, de repente se dio cuenta de que había un
tercer escalador con ellos, “un poco a la derecha, a pocos pasos detrás de mi,
justo fuera de mi campo de visión”. Aunque no pudo verle, estaba seguro de que
había alguien más allí.
Estas
historias son comunes entre alpinistas, exploradores, supervivientes, y también
en personas que han perdido a su pareja. También en pacientes con trastornos
neurológicos o psiquiátricos. Todos describen la presencia de “alguien” que no
ven. Las interpretaciones son variadas, desde el ángel de la guarda, a un ser
infernal, pasando por un familiar perdido.
Ahora
el equipo de Olaf Blanke ha desenmascarado a ese escurridizo fantasma que no se
deja ver. Y tienen una explicación simple para esa ilusión. En realidad,
aseguran, es el resultado de una integración defectuosa de las señales
sensoriomotoras: tacto, posición el cuerpo y movimiento.
Estas
señales son fundamentales para crear la conciencia de nosotros mismos al
integrarse en el cerebro la información procedente de nuestros movimientos y la
posición de nuestro cuerpo en el espacio. Si esta integración falla, como en el
caso de cansancio extremo, miedo o desórdenes neurológicos, se crea en el
cerebro la sensación de una presencia extraña. “Los fantasmas existen, pero
están en nuestro cerebro”, señalan los investigadores.
Creando
un "fantasma"
Los
investigadores analizaron primero los cerebros de 12 pacientes con trastornos
neurológicos, en su mayoría epilepsia, que habían experimentado este tipo de
"aparición". Mediante resonancia magnética de sus cerebros
encontraron la clave en tres regiones corticales: la corteza insular, la
corteza frontoparietal y la corteza temporoparietal. Estas tres áreas están
involucrados en la autoconciencia, el movimiento y el sentido de la posición
que ocupamos en el espacio (propiocepción). Juntas, contribuyen al procesamiento
de señales multisensoriales, fundamentales para la percepción del propio
cuerpo.
Después,
los científicos llevaron a cabo un experimento de "disonancia", en el
cual con los ojos vendados los participantes sin ninguna patología realizaron
movimientos con la mano delante de su cuerpo. Detrás de ellos había un
dispositivo robótico que reproducía sus movimientos, tocándolos en la espalda.
Este toque se llevaba a cabo simultánemente a los movimientos de los
voluntarios, o con un ligero retraso. Con ello lograban una especie de
discrepancia espacio-temporal. En el primer caso, cuando el movimiento de los
voluntarios estaba sincronizado con el del robot, el cerebro de los
participantes fue capaz de adaptarse y tener una percepción correcta.
Sin
embargo, cuando se producía un retraso entre los movimientos del participante y
el toque del robot no se llevaba a cabo la integración de la percepción
temporal y espacial, y los participantes sintieron la ilusión del fantasma: la
sensación de una presencia extraña.
Una
experiencia "insoportable"
Los
participantes desconocían el objetivo del experimento. Después de unos tres
minutos de retraso entre el movimiento de su brazo y el roce en la espalda del
robot, los investigadores les preguntaron lo que sentían. Instintivamente,
varios informaron de una fuerte "sensación de una presencia", incluso
contando hasta cuatro "fantasmas" donde no había ninguno. "Para
algunos, la sensación era tan fuerte que pidieron detener el experimento",
resalta Giulio Rognini, que dirigió el estudio.
"Nuestro
experimento indujo la sensación de una presencia extraña creada en el
laboratorio por primera vez. Esto demuestra que puede producirse en condiciones
normales, simplemente cuando las señales sensoriales y motoras entran en conflicto",
explica Blanke. "El sistema robótico imita las sensaciones de algunos
pacientes con trastornos mentales o de personas sanas en circunstancias
extremas. Esto confirma que es causada por una percepción alterada del propio
cuerpo en el cerebro."
Esquizofrenia
Además
de explicar un fenómeno común a muchas culturas, el objetivo de esta
investigación es comprender mejor algunos de los síntomas de los pacientes que
sufren de esquizofrenia y que a menudo experimentan alucinaciones o delirios
asociados con la presencia de una entidad extraña cuya voz pueden oír o cuyas
acciones pueden sentir. Muchos científicos atribuyen estas percepciones a un
mal funcionamiento de los circuitos cerebrales que integran la información
sensorial relacionada con los movimientos de nuestro cuerpo.
"Nuestro
cerebro posee varias representaciones de nuestro cuerpo en el espacio",
aclara Rognini. "En condiciones normales, es capaz de lograr una
autopercepción unificada del yo a partir de estas representaciones. Cuando el
sistema funciona mal a causa de la enfermedad, o en nuestro experimento, de un
robot, esto puede a veces crear una segunda representación del propio cuerpo,
que ya no se percibe como 'yo' sino como alguien más, como una presencia.
Es
poco probable que estos hallazgos sirvan para la gente deje de creer en
fantasmas, reconocen los investigadores. Sin embargo, para los científicos, es
una evidencia más de que los fantasmas sólo existen en nuestras mentes.
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