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AUTOR DE ASESINATOS EN PUCAMAYU CONFIESA QUE ENTERRÓ VIVA A LA QUINTA VÍCTIMA

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lunes, 1 de febrero de 2016

CAPTURA DEL SICARIO MOLINA REFLOTA LISTA DE ASESINOS DE QUIROGA SANTA CRUZ

    Por Coco Cuba
Sicario Froilán Molina.
LA PAZ, BOLIVIA (ANB / ABI).- La captura del sicario Froilán Molina, el domingo en una barriada de La Paz, volvió a abrir la herida irrestañable de la historia política boliviana reciente, el asesinato por paramilitares en julio de 1980 del líder socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz y reflotó una lista de civiles y militares al servicio de la dictadura de la época que le dieron muerte atroz y desaparecieron su cadáver.


    En momentos en que la mayor parte, tal vez 90%, de los testigos y protagonistas de este puzzle ha muerto, 80 policías sacaron Molina -casi un septuagenario, sucio, abúlico y regordete, mal conocido en el hampa y la política criolla como el "Killer", sentenciado por asesinar a Quiroga Santa Cruz- de su guarida en la casa de su hija, en el suburbio paceño de Cota Cota.

    Mientras la prensa local le consideraba 'presunto', asesino de Quiroga Santa Cruz, pese a regir una sentencia pasada en autoridad como cosa juzgada en su contra, un fiscal tomò el lunes declaraciones a Molina, recluido en el penal de máxima seguridad de Chonchocoro, a 40 km de La Paz, donde sus 2 jefes, el general Luis García Meza, que presidió la cruenta dictadura militar boliviana entre julio de 1980 y agosto del año siguiente y aquien se le achaca el crimen y el coronel Luis Arce Gómez, ministro de Interiores del régimen de mano dura que expió 16 años de cárcel en Estados Unidos por narcotráfico, purgan penas de 30 años de presidio sin derecho a indulto.

    La captura del huidizo Molina, que le hizo palmos de narices a la justicia local por casi 3 décadas, lapso en el que incluso apeló su condena desde su condición de prófugo y contumaz, agitó una lista larga de nombres y hombres envueltos en el escarnio de la desaparición de Quiroga Santa Cruz y abrió el abanico de dudas sobre quién ametralló al líder socialista ese 17 de julio hace casi 36 años en una sede sindical y quién, mal herido y agonizante después de haber sido torturado, le descerrajó un balazo en la cabeza en un establecimiento militar, un día después.

    Estimado como el político e intelectual más brillante de su tiempo, Quiroga Santa Cruz promovió un juicio de responsabilidades a Hugo Banzer, que entre 1971-1978 dirigió un régimen de mano de hierro en Bolivia, septenato en que desaparecieron alrededor 200 de personas, 14.750 fueron arrestadas, 19.140 salieron al exilio y más de 200 murieron, entre ellas un centenar de campesinos opuesto a paquete de medidas económicas antipopulares en 1976.

    La detención de Molina, identificado "plenamente" en 1998 por el entonces juez Alberto Costa como uno de los asesinos de Quiroga Santa Cruz, cuyas cenizas eran buscadas como aguja en un pajar, en noviembre y diciembre últimos, en la hacienda de Banzer, en el vasto oriente boliviano, hizo saltar otra vez los nombres de sicarios y paramilitares que habían conseguido vivir a la sombra que proporciona el olvido de la ley y sus operadores y una mora judicial de casi 100.000 expedientes.

    No se sabe a ciencia cierta cómo ni cuándo, Molina, un suboficial de Ejército en 1980 -que con el afán de obstaculizar las investigaciones que realizaron desde 1983 diversas comisiones civiles y militares, implicó a un tal Rubén Darío Fuentes, muerto en 1989- y el paramilitar José Luis Ormachea, cuyo paradero se ignora y que en 1998 fueron a parar tras de rejas por asesinar a Quiroga Santa Cruz, se esfumaron de la cárcel y, lo peor, consiguieron vivir en la ciudad de La Paz como Pedro por su casa, tal cual lo confirma el arresto del primero, horas atrás.

   Según el fiscal del Estado, Ramiro Guerrero, éstos tras de rejas, pero no se sabe cómo o en virtud de qué artilugio es que salieron libres.

    Entre ambos y otro suboficial, Franz Pizarro Solano, alias "El Chapaco" que, se presume, vive en Japón hace 35 años, y un tal Gerardo Sanjinés, malconocido como "El Adela", se disputan el triste título de asesinos de Quiroga Santa Cruz.

    Sanjinés fue detenido en 1998 cuando debió someterse a un tratamiento en una policlínica local, mas no se conoce ahora mismo que fue de él.

    Según el ex diputado Wálter Vásquez Michel, octogenario y vivo aún, que sobrevivió a las heridas que le ocasionó la ráfaga de metralleta que un paramilitar soltó a quemarropa apenas vio descender por unas gradas a Quiroga Santa Cruz manos a la nuca, el asesino era un hombre más bien bajo de estatura, nariz aguileña y pelo recortado.

    Molina, que apareció el lunes enmanillado en primera plana de todos los diarios del país, flanqueado por dos policías a los que increpó de diletantes, tiene 2 de los 3 rasgos que Vásquez Michel describió al diario Presencia en 1998: bajo de estatura y nariz aguileña, pero luce tan maltrecho que es difícil apuntalar cualquier extremo.

    En esa acción paramilitar, quedó herido y paralítico el diputado trostkysta Carlos Flores.

    Sangrante y con el paletó deshilachado por los disparos, Quiroga fue subido a una ambulancia, con que una columna de paramilitares, algunos argentinos, mimetizaron la asonada que depuso a la entonces presidente de derecho Lidia Gueiler.

    Ese fue el último momento en que se vio con vida a Quiroga Santa Cruz.

    Un fotógrafo, hasta ahora no identificado por cuestiones de seguridad, entregó en 1983 los positivos de fotografías tomadas al cadáver de Quiroga Santa Cruz, mientras humeaban aún las pistolas que escupieron las balas que se segaron la vida del malogrado político boliviano, lo más probable, la madrugada del 18 de julio de 1980, dijo su depositario, el abogado Mario Roncal, ministro de Interiores del primer gobierno de la restauración democrática en Bolivia de 1982 tras 18 años de dictadura militar.

    Recordado por entregar a las autoridades francesas de Lyon a Klauss (Barbie) Altmann en 1983, Roncal, muerto ya hace 3 lustros, confirmó que "los positivos de unas tomas del cuerpo evidentemente vejado (del jefe socialista), presumiblemente captadas en el cuartel de Miraflores", la principal sede del
Ejército boliviano, le fueron entregadas por el anónimo fotógrafo.

   En 1998, la revista alemana Stern publicó un fixture de fotografías que revelaba inobjetablemente que el líder socialista boliviano fue torturado antes de ser rematado.

    La captura de Molina agitó un mar de recuerdos, entre otros la versión que proporcionó la viuda de Quiroga Santa Cruz, Cristina Trigo, mucho antes de morir en 2014.

    Civiles con el cabello recortado se acercaron a la mujer, 3 meses después de la desaparición de su esposo y le entregaron una suerte de urna, dizqué con las cenizas de Quiroga Santa Cruz, un aro y cadena de oro.

    Enfrentadas a pruebas de laboratorio, el polvillo de osamentas resultó no corresponder a un ser humano.

    Alentado por el hallazgo de los restos del comandante rebelde argentino cubano Ernesto Che Guevara, en julio de 1997 en el sudoeste de Bolivia, el expresidente ultraliberal Gonzalo Sánchez de Lozada (1993-97) conformó una comisión para investigar el paradero de los restos de Quiroga Santa Cruz, mas al agotar su mandato entregó el cuaderno de la pesquisa a Banzer quien le sucedió por la vía constitucional en agosto de ese año.

    En la lógica prosaica del 'aquí lo puse y no aparece', el dosier de la investigación congresal se entrepapeló y se perdió para nunca más.

     El ministro de Gobierno (Interior) del Banzer demócrata (1997-2000), Guido Náyar, acusó a un funcionario del gobierno saliente de Sánchez de Lozada, José Luis Harb de "llevarse a casa" los documentos que habían sido remitidos  a la Inspectoría General de las Fuerzas Armadas.

    Peritos bolivianos y extranjeros han buscado sin éxito en las últimas 3 décadas los restos de Quiroga en los alrededores del Cuartel de Miraflores, emplazado en la orilla de un barranco que hoy mismo da a una transitada avenida capitalina.

    Hace menos de un año saltó la versión que las osamentas -tal vez incineradas en un turril cerca del barrio de San Jorge- más buscadas en Bolivia desde julio de 1997 habían sido ocultas en un piano de cola en la hacienda de Banzer, a unos 400 km de la  ciudad de Santa Cruz y a más de 1.000 km de La Paz.

    "(El cadáver) nunca llegó (al cuartel de Miraflores)", señaló inmutable García Meza, primer dictador sudamericano recluido en una cárcel común, que en entre su celda de Chonchocoro y la litera de un hospital militar en La Paz se ha pasado los últimos 21 años.

    En el 'toma y daca' de la impunidad, García Meza, que a principios de 2015 ofreció al entonces ministro de Gobierno, Hugo Moldiz, información a cambio de conmutar su pena por la libertad, ha acusado a Arce Gómez de haber mandado a matar a Quiroga Santa Cruz, a quien juró hacer pagar su denuncia de que en 1980 el Estado boliviano invertía 17 veces más en alimentar a un caballo de raza del Colegio Militar que en la salud per cápita de la población.

    También ha implicado un ex secretario de Culto, Wálter Rico Toro, tío del ex jefe de
inteligencia del ejército de entonces, Faustino Rico Toro, y  a un tal Raúl Ramallo, en el conocimiento del "asunto".


    Como los Rico Toro y lo más probable, la mayor parte de los personajes de esta historia sin fin están, por viejos o por balas, 10 metros bajo tierra, el paradero de los restos de Quiroga Santa Cruz, lo que la captura de Molina ha encendido, volverá a regirse al pacto silencio en que se ha mantenido en 36 años.

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