Recibió un premio por su música
Yoko Ono y John Lennon. |
ESPAÑA (ANB / Fuente: El
País).- El susto llegó en medio de lo que
parece un momento particularmente feliz para Yoko Ono. La octogenaria artista,
viuda de John Lennon, tuvo que ser hospitalizada el pasado viernes por una
gripe.
"El único derrame que ha tenido es un derrame de
talento", aclaró su hijo Sean en Twitter, cuando su madre volvió a casa al
día siguiente.
Una semana antes, Ono recogía un premio como figura
inspiradora en el mundo de la música.
Organizaba el acto el NME, biblia musical del país de los
Beatles, donde poco se ha disimulado históricamente el rencor hacia la última
pareja de Lennon, atribuyéndole parte de la culpa de la separación de los
fabulosos cuatro.
En 2012 Paul McCartney la redimía públicamente. "Ella
no rompió el grupo", reconoció, "el grupo se estaba rompiendo
solo". Ahora, la élite del pop alaba el legado de Ono.
Ella aprovechó su estancia en Londres para promocionar su
nuevo disco, un conjunto de colaboraciones y remezclas en el que un elenco de
músicos rinde tributo a la artista revisando sus canciones.
Yes, I'm a witch too es la segunda parte de un proyecto que
empezó hace nueve años. El título es un guiño a una canción suya de 1974, cuya
traducción es "sí, soy una bruja".
"La mayoría de la gente pensaba en mí como un bruja o
una puta", explica, jugando con la única letra que separa a una y otra
palabras en inglés.
"Así que pensé que esta era una manera de protegerme.
Hago eso con las canciones muchas veces. Cuando haces una canción, a menudo lo
haces para poder explicar algo sobre ti misma".
Recibe a EL PAÍS en una suite de hotel. Luce un envidiable
aspecto a sus 83 años. Se muestra afectuosa, tiene una voz dulce, y mira a su
interlocutor por encima de las gafas de sol que reposan sobre la punta de su
nariz.
Sus respuestas son desesperadamente breves. Cuando una
pregunta no le gusta, contesta directamente lo que le viene en gana y, en otra
ocasión, es uno de sus asistentes el que pide educadamente que la breve
entrevista mantenga "un tono positivo".
El disco y el premio dan fe de un proceso de revalorización
tardía de la obra musical de Ono. Pero no conviene olvidar que, durante años,
su trabajo fue mirado con condescendencia, en el mejor de los casos.
Incluso su obra en el arte conceptual parece haber sido
objeto de una generalizada consagración oficial reciente. A través de las
retrospectivas en la Serpentine londinense en 2012, en el Guggeheim
Bilbao en 2014, en el MoMA en 2015 o, estos mismos días, en
la capital mexicana, Ono parece haber entrado en los últimos años en la
categoría de gran artista que durante años se le negó.
"Es una historia famosa, la de que yo no era aceptada
por el mundo", reconoce Ono.
"Básicamente era porque estaba casada con John y mucha
gente pensaba que no debería estarlo. Pero creo que la gente ya se ha acostumbrado
a mí. Mi trabajo progresa, y creo que ahora tengo una buena relación con la
gente".
Este año se cumplen cincuenta años del momento en que Ono
conoció a Lennon, en una galería londinense donde exponía ella.
Entre las piezas figuraba una manzana verde o, en términos
de arte conceptual, una escultura a la que el tiempo infligiría una inexorable
transformación orgánica.
Pero el lado conceptual pudo menos que el fisiológico para
Lennon. "Le dio un mordisco a mi manzana, a mi precioso objeto",
recuerda Ono.
"Yo no lo conocía, solo después un asistente me dijo
que era uno de los Beatles. En ese momento me enfade un poco, pero no lo
expresé. Después, cuando pienso en ello, me digo que fue increíble aquello que
hizo".
Lennon y Ono protagonizaron una de las historias de amor más
icónicas del siglo XX. "Es cierto que éramos una combinación muy buena,
pero fuimos solo una pareja", explica.
"Nosotros lo vivimos como una cosa normal que nos
pasaba. Y puede que no lo fuera, probablemente fue como un milagro".
La historia acabó abruptamente el 8 de diciembre de 1980, en
la entrada del edificio de apartamentos Dakota, en el Upper West Side de
Manhattan, cuando Lennon fue asesinado a tiros.
Ono sigue viviendo en el piso que compartía allí con su
marido. "Vivir rodeada de sus memorias es la parte más dura",
reconoce.
"Pero no quiero mudarme porque es el sitio donde John y
yo, en los últimos momentos, estuvimos juntos".
Asegura que sigue pensando mucho en su marido. "Cuando
pasa algo bonito siempre quiero compartirlo con John", reconoce.
"Me gustaría que estuviera allí para verlo. Creo que,
si viviera, seguiría siendo igual que antes, siempre interesado en lo nuevo.
Los ordenadores, por ejemplo, le habrían encantado".
En Sean, el hijo de ambos y colaborador en los últimos
trabajos de Ono, ella ve una réplica de su padre.
"Es realmente igual que John", explica. "A
veces me hace sentir muy extraña. Cuando estoy en el escenario con Sean, a menudo
pienso que es John. Se parecen mucho físicamente, pero no es solo el look.
Es extremadamente astuto y sensible. Posee ese lado
emocional de la gente de países más cálidos. Y eso es bueno, porque en el arte
la emoción debe estar por encima de todo".
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