Raúl
Vera, obispo de México:
ESPAÑA (ANB / El País).- Es el rebelde. El obispo más amenazado de México. El prelado
que en los años noventa dio la espalda a los dictados del Vaticano y se sumó en
Chiapas al clero indigenista; el mismo que ahora igual defiende a los
homosexuales que se enfrenta a cara descubierta al cártel de los Zetas.
La voz
de Raúl Vera (Acámbaro, Guanajuato, 1945) irrita a muchos, pero no deja ser
escuchada con atención en Roma. El ascenso de Francisco y su búsqueda de las
periferias existenciales ha encontrado en el obispo de Saltillo (Coahuila) uno
de sus grandes altavoces en tierras norteamericanas. El próximo 12 de febrero
el Papa iniciará su primera visita a México. Vera le acompañará en todas las
paradas.
Pregunta.
41 sacerdotes han sido asesinados en la última década. Y usted mismo vive bajo
amenaza de muerte. ¿Tan peligroso es ser religioso en México?
Respuesta. La sombra de la muerte crece día a día, pero para
todos, ya sean presbíteros o taxistas. Y ello obedece a la impunidad que hay en
México.
P.
Durante mucho tiempo, usted fue un marginado en el episcopado. ¿Y ahora?
R. Mire, soy una persona que habla igual dentro de las
catedrales que fuera. Pero nunca me he sentido separado de mis hermanos
obispos. Lo que sí he visto es una reacción más cercana y abierta cuando se
habla de violencia.
P.
Ciudad Juárez, Chiapas, Michoacán, Ecatepec… ¿El viaje del Papa es un recorrido
por los problemas de México?
R. Los lugares son emblemáticos, empezando por la
Basílica de Guadalupe, el primero que quiso visitar. Francisco viene muy
preocupado por la migración, por la necesidad de hermanarse frente a un modelo
económico que impone la muerte y trata a los seres humanos como mercancía.
P. ¿Y
qué consecuencias tendrá la visita?
R. Será una llamada de atención para ser más responsable.
México es de los países más destruidos del planeta; aquí se han aplicado a
rajatabla las leyes mercantilistas, las grandes empresas se han adueñado de la
nación, y amplias zonas están sometidas a la violencia. No olvidemos
Ayotzinapa. Fue el horror. A los normalistas se los llevaron a la vista de
todos. Y ahora el Ejército no se deja interrogar sobre lo que pasó.
P. ¿Y
para un episcopado tan ortodoxo como el mexicano, qué significará la presencia
del Papa?
R. Francisco habla de misericordia y de vergüenza.
Escuchar aquí su palabra fuerte nos llevará a cerrar filas en torno al
sufrimiento, a atender la voz de las víctimas. El sufrimiento tiene que
rebelarse. Por eso el Papa va donde la población, como la indígena, vive una
situación difícil, donde no se les reconoce como ciudadanos completos, donde no
reciben trabajo, sino caridad… A nosotros, los obispos, nos tiene que hacer
pensar lo que ha elegido el Papa: la migración, la violencia…
P. ¿Y
qué echa en falta al viaje?
R. Le faltan días. Juan Pablo II llegó a estar siete
días.
P.
Francisco se encontrará un país con el catolicismo en retroceso.
R. Estamos reaccionando, pero faltan proyectos
pastorales. El Papa pide integrarse más. La Iglesia no sale aún a las
periferias existenciales, atiende más las cuestiones de culto que de
transformación de la sociedad. Necesita más contacto. La emergencia de la
sociedad civil no viene de la Iglesia.
P.
¿Pero no hay un efecto Francisco?
R. Lo veo en los ciudadanos, pero aún no en la Iglesia.
Somos los obispos y sacerdotes los que tenemos que convertirnos a la integridad
del Evangelio. Nos falta una visión más crítica.
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