Por Carlos Lafuente
LA
PAZ, BOLIVIA (ANB / ABI).- Tradicionalmente, cuando alguien va al
cine o ve una película en casa a través de un DVD, espera ver a sus estrellas
favoritas o simplemente a nuevas figuras, ya sean héroes o villanos, pero
personas al fin, sin embargo, en Arca de Leones, las verdaderas estrellas son
estos felinos gigantes, que lejos de caer en un estereotipo de bestias
salvajes, aparecen en escena como unos desprotegidos animales, que sufren en un
infierno y luego hallan la felicidad en un paraíso, terminando por enamorar a los
espectadores e inspirando al mundo.
El primer enamorado de estos leones, que
fueron rescatados de lúgubres circos en Bolivia donde eran tratados cruelmente,
es Tim Philips, el director de la película cuya premier en Latinoamérica tuvo
lugar en tres ciudades bolivianas el jueves y cuyo argumento está basado en la
historia real de una aventura emprendida por la organización estadounidense
defensora de animales Animal Defenders International en coordinación con
autoridades bolivianas.
Philips conversó con ABI sobre el film, sus
antecedentes y principalmente sus consecuencias que se vieron plasmadas en un
tremendo impacto en la audiencia a tal punto de lograr una identificación total
con estos felinos y una concientización sobre la necesidad de protegerlos.
"No es casual, siempre quisimos hacer
de los leones las verdaderas estrellas de la película, para que inspiren al
público y lleguen a sus corazones", dijo Philips.
El sufrimiento de estos felinos llega a lo
más profundo de los sentimientos de los espectadores, que se identifican
inmediatamente con ellos y se convierten en sus héroes, enfrentados a los
crueles villanos de unos circos que los mantenían en pequeñísimas jaulas donde
apenas podían moverse y los utilizaban para lucrar sin importarles que muchos
de ellos estaban gravemente enfermos, física y psicológicamente, algunos casi
moribundos.
El amor de Philips por los leones y otros
animales desprotegidos en muchos países, sin legislación sobre su defensa,
comenzó en su adolescencia cuando vio algunos documentales sobre la fauna
salvaje en África.
"Observar a esos animales enfrentados
a unos cazadores crueles que luego los despellejaban, era realmente algo
deprimente", matizó.
Muchos años más tarde, lejos de África, en
Bolivia, Philips y su equipo de colaboradores comenzaron a indagar sobre la
situación desesperante de muchos leones que vivían en un infierno y allí nació
un plan que contó con la estrecha colaboración de autoridades nacionales de los
órganos ejecutivo y legislativo.
En 2010 comenzó a ejecutarse la operación
rescate de más de 20 leones africanos, un plan de alto riesgo, que puso incluso
en peligro la vida de sus protagonistas, de los rescatadores y de los
rescatados.
"Los dueños de los circos estaban
dispuestos a dar dura lucha porque se creían con todo el derecho de hacer lo
que querían con esos animales. Se creían dueños de sus vidas y que podían
incluso matarlos si así lo deseaban. Tuvimos que entrar en acción con mucho
coraje, pero en secreto. Hubo serias amenazas hacia nosotros".
Cuando finalmente los rescatadores
ingresaron al infierno donde morían poco a poco los leones, otro gran riesgo
apareció en escena, ¿cómo sacar a esas criaturas salvajes de sus pequeñas
jaulas para ponerlos a los camiones que debían transportarlos hacia la
libertad?
"Amamos a los leones, sin embargo, no
olvidemos que son depredadores por naturaleza y, por lo tanto, pueden
significar un peligro mortal para los seres humanos. Hemos corrido un gran
riesgo al ponerlos en otras jaulas y acomodarlos en los camiones. Entramos en
contacto directo con ellos. Casi los tocamos y sentimos muy de cerca sus
imponentes figuras, sus potentes rugidos que atemorizan, sus inmensas fauces,
pero al final pudimos respirar tranquilos, y ellos también. Fue como un
milagro"
Los peligros, sin embargo, continuaron,
como sucedió después de una de las operaciones de rescate, cerca de la
localidad de Monteagudo, en el departamento de Chuquisaca.
"Conducíamos los camiones con los
leones adentro por los caminos de alta montaña en Chuquisaca en el inicio de un
viaje hacia Santa Cruz, desde donde debíamos enviarlos (a los felinos) por
avión a Colorado en Estados Unidos. Estuvimos muy cerca, realmente muy cerca de
caer a un barranco y tuvimos miedo de perder la vida. Era muy difícil manejar
en las montañas y nos asustamos mucho".
Al fin, el paraíso, dejando atrás el
infierno de las jaulas pequeñísimas y de la crueldad de sus captores, y después
de todas las peripecias, sustos y serios riesgos en el traslado, los leones
africanos llegaron a su destino, 9.000 kilómetros al norte de Bolivia, en
Denver, Colorado.
Allí les esperaba, en febrero de 2011, un
santuario de animales, un inmenso espacio de más de 20 hectáreas con
características muy similares al del hábitat natural de los leones.
Así nació la película, estrenada en 2013 en
Estados Unidos y ganadora de muchos premios internacionales sobre filmes
documentales.
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