“La
burocracia se ha duplicado”, dice
Foto: Vicepresidencia. |
LA PAZ, BOLIVIA (ANB / Erbol).- El vicepresidente Álvaro García Linera admitió este viernes
que en la gestión del Movimiento Al Socialismo (MAS) hay “descuido, errores e
incompetencias”, porque creció el estado, administra millonarias sumas y donde
las capacidades y habilidades de funcionarios se encuentran rezagadas.
La
autoridad de Estado, en una entrevista concedida al periódico El País de España
confirmó que de 150 mil empleados públicos se pasó a 300 mil, pero tomando en
cuenta que ahora se administran $us 8 mil millones frente a 600 millones del
pasado.
Entrevista
publicada en El País
Usted
ha dicho que “la revolución boliviana vive un reflujo”. ¿Esto explica los
hechos últimos, que el MAS haya tenido su primera derrota electoral en el
referendo de febrero de este año y que el Gobierno enfrente con mayor
dificultad las crisis que se van produciendo?
Lo que
estamos viviendo los últimos tres años es un repliegue de la oleada. Seguimos
en el momento de hegemonía (del MAS), porque no hay un proyecto alternativo que
pueda poner en duda el tipo de sociedad que está en marcha. Pese a la
virulencia de los opositores, la multiplicación de las críticas, no hay un
proyecto alternativo al nuestro. El repliegue ocurre en todas las revoluciones,
a partir de un hecho claro: la gente no puede movilizarse perpetuamente; pasado
un tiempo de heroísmo, se repliega a sus actividades cotidianas. Es un momento
normal, ineludible en toda revolución. En cualquier revolución una parte de la
sociedad se vuelve “clase universal”, es decir, portadora de proyectos
universales, que interesan a todos. Construye unos “comunes” que atraen al
resto de la sociedad y en torno a los cuales se da la movilización. Esto se
traduce en políticas públicas, como (en Bolivia) la nacionalización, la
redistribución de la riqueza. El momento del repliegue es inverso: la sociedad
se repliega en lo corporativo, lo individual, lo local; y entonces quien se
queda con el monopolio de la universal es el Estado. Complicado para un
revolucionario que está pensando en la paulatina disolución del Estado. En
cambio, mejor para un funcionario: es un tiempo sin mucho sobresalto
estratégico, aunque no falten los sobresaltos tácticos. El Estado queda como un
ente hegeliano. Por eso el deber del revolucionario es impulsar nuevamente,
desde todas partes, la construcción de “universales”, una tarea que puede durar
años.
¿Esta
lucha será otra vez contra el Estado?
No,
porque ahora el Estado es poroso, se da cuenta de lo que está pasando y no pone
exclusas a la sociedad. Los anteriores Estados creaban sus murallas. Este es un
Estado que está demandando más sociedad.
Para
ser un Estado hegeliano, se lo ve débil, dados los problemas de gestión que se
están presentando (falta de agua en La Paz, problemas en las instituciones).
Sin
ánimo de encubrir estas falencias evidentes, pienso que hay descuido,
incompetencias, errores, pero en el marco de un Estado agigantado, que ha
crecido mucho más que los hábitos, las habilidades y capacidades de sus
funcionarios. Pasamos de ser un Estado que administraba 600 millones de dólares
con 150.000 funcionarios, a un Estado que administra 8.000 millones de dólares
con 300.000 funcionarios. La burocracia se ha duplicado, pero las funciones
estatales han aumentado un 1.200%. Este desencuentro explica la situación.
Se nota
una creciente polarización entre el Gobierno de izquierda y las clases medias,
que parecen más conservadoras y contestatarias.
Siempre
ha habido un pedazo de las clases altas que se ha opuesto belicosamente e
incluso de manera armada al “proceso de cambio”. El golpe de 2008 ha sido el
epítome de esa insurgencia de las clases, que ha sido derrotada en términos
políticos, militares y culturales. Pero esta oposición no ha desparecido,
siguen ahí, y ahora toma más cuerpo en la critica. Estos sectores nunca se han
tragado que un indígena esté gobernando. Antes no lo decían en tono alto, sino
en la intimidad de sus cenas y reuniones. Ahora lo han hecho público. Sus
escribanos visibilizan este malestar racial de quienes tenían en los blancos un
capital social, de quienes hicieron de su piel, su vestimenta, sus modales, un
capital. Le dimos un golpe muy duro al capital étnico. Lo devaluamos. Hubo
entonces una reacción. Es normal. Lo sabíamos. Ellos nunca votaron por nosotros
y nunca lo harán, la historia inscrita en su piel es más fuerte que las ideas.
No me preocupan. Lo que me preocupa en este nuevo humor del tiempo histórico es
la despolitización de las clases sociales, que las vuelve más permeables a
otros referentes de construcción de opinión publica que ya no sean los
sindicatos y las asambleas. Una población más despolitizada es también más
permeable al discurso de los bloques racistas, que, entonces, comienzan a tener
un mayor eco, una mayor recepción a sus prejuicios.
¿Este
fenómeno es parte del llamado “giro a la derecha” que se da en Latinoamérica?
Si
nosotros entendemos el proceso de repliegue y seguimos en el Gobierno, tenemos
posibilidad de remontarlo. A diferencia nuestra, en otros países no supieron
detectar la reconfiguración de las ideologías sociales. Además, nos diferencia
el modelo económico: si no tuviéramos uno sólido estuviéramos en otro lado.
¿Qué hace la economías? Te da una red de protección; sin eso un error político
puede ser tu perdición; claro que no hay que exagerar, porque demasiados
errores políticos e ideológicos pueden agotar este marco económico de
protección.
A
diferencia de lo que pasa en otros países, las críticas contra nuestro proceso
no van a la sustancia, sino a ciertas formas de administración. La sociedad
está moralmente conforme con el proceso general de transformación que está en
marcha. En Brasil y Argentina, en cambio, lo que hay es una restauración
neoliberal.
¿Qué
papel jugará el Congreso del MAS y Álvaro García Linera en la tarea de remontar
este “reflujo”?
Álvaro
García ha de seguir acompañando al presidente Evo en todas las batallas
futuras, de eso no cabe la menor duda. Pero soy más útil en otra trinchera, que
considero más difícil: Publicar, escribir, tener un programa de radio o tv,
formar cuadros, lo que sea posible en la batalla de las ideas, clave de la
continuidad y donde estamos más débiles. Para un revolucionario, es mejor estar
por fuera del Gobierno.
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