Varios
adultos mayores todavía esperan ser acogidos
"Adopta un abuelo o abuela", la situación de abandono y olvido en la que se encuentran puede mejorar. |
SANTA CRUZ, BOLIVIA (ANB / Erbol).- “Mi familia es la que está interna aquí, ellos son mis
hermanos mis papás, mis mamás, esa familia perdida que no tenemos la hemos
encontrado aquí, porque estamos alejados de la sociedad, esa sociedad que trata
de olvidarnos a nosotros, como dicen el abuelo bueno para nada, el abuelo
solamente incomoda, hace algo y dicen -¡ya está chocho el abuelo métanlo al
asilo!-” Zenón, 85 años.
Esta
realidad, ahora, puede mejorar. Hace tres meses el Servicio de Gestión Social
(SEDEGES) lanzó un programa especial bajo el nombre de "Adoptando a mi
abuelito o abuelita” y el hogar María Esther Quevedo es uno de los institutos
que forma parte de esta campaña.
Dora
Ávila, trabajadora social de esta casa, se refirió a la importancia que tiene
para los adultos mayores el brindarles una mejor calidad de vida, atención y
cariño. El alejarlos de la violencia ya que son una población en situación de
abandono y riesgo; dijo que ellos son como su segunda familia.
“Me
siento contenta de trabajar con ellos ya que es una población en situación de
abandono y riesgo, ellos son como mi segunda familia, son adultos mayores pero
a veces se les sale esa niñez esa ternura y hay que tratarlos bien hay que
darles cariño, abrazarlos, escucharlos, charlar con ellos y darles su momento.
Son tan tiernos que yo no me explico por qué los hijos los abandonan, por qué
los pegan”, expresó Ávila.
Actualmente,
el Hogar María Esther Quevedo alberga alrededor de 40 adultas y adultos mayores
en situación de abandono y orfandad por eso "Adoptando a mi abuelito o una
abuelita” es una forma de cubrir sus necesidad de ciudado y afecto, agregó la
funcionaria.
Explicó
que quienes quieran adoptar abuelitos deberán comprometerse a realizar visitas
cada 15 días, participar en actividades que involucren al adulto mayor y
sacarle a pasear y a comer. Todo aquello previa firma de una carta de
compromiso.
Durante
la visita de ERBOL, tres de los abuelos más representativos del Hogar Quevedo
contaron algunas historias de una vida infanto-juvenil que hoy quedó muy
lejana, casi en el olvido.
Yo
viví en la “Plaza de Toros Olimpic”
Don
Roberto habló de la falta que le hace su hija quien radica en el Brasil y
recordó algunas de sus actividades cuando era joven, como cuando vivía en La
Plaza de Toros Olympic, escenario importante de la vida de los ciudadanos de La
Paz en los años cuarenta.
“Yo
ya no tengo familia de ninguna clase y llega cada dos años, ella radica en el
Brasil con sus hijos, su familia (…) en aquellos tiempos cuando era niño, hace
más de 80, nos reuníamos en el Parque Belén yo vivía en el Olimpic donde era la
corrida de toros en Alto San Pedro y siempre he hecho grupos de música desde
chico, desde la escuela pero música de antaño como boleritos y mariachis de
Jorge Negrete”. Roberto, 88 años.
El
volador, el t’ijchi, los tranvías…
Don
Zenón contó cómo se jugaba cuando era niño, cómo era La Paz de antaño e hizo
alusión a otra de las actividades del hogar, el “Cuéntame abuelito”.
“Podemos
contarles sobre el volador, del t’ijchi (juego con canicas), del billar, de la
época del tranvía porque tenemos conductores de tranvía aquí internos, queremos
compartir con la gente las leyendas increíbles de los abuelos, cada abuelo es
un mundo y quiere expresar sus cuentos; hasta tenemos una traductora para
abuelos que no hablan castellano”, contó el abuelito.
¡Yo
soy “la Quirquincha de Oruro”!
Doña
Alicia Tovar, la mayor de todo el asilo, fue esposa del famoso futbolista Jesús
Bermúdez, quien legó su nombre al estadio emblema de la ciudad de Oruro.
Recordó algunas costumbres de las “señoritas de antaño” y lamentó que ahora su
salud esté tan deteriorada. Dijo, además, que si tuviera por lo menos algún
familiar trabajaría sirviéndoles con tal de no estar en el olvido.
“Qué
lindo era, entre jóvenes pasábamos y hacíamos nuestras fiestas no con mayores
ni las mayores con las menores, así eran nuestras costumbres de antes, (…) que
yo tuviera aunque sea uno de la familia de mi mamá o de mi papá yo me fuera, no
de pariente si no de sirvienta por un plato de comida no más no quiero plata
para qué quiero plata, yo se los cocinaría”. Alicia, 108 años.
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