Por
Coco Cuba
LA PAZ, BOLIVIA (ANB / ABI).- Sede de gobierno y segunda ciudad más poblada de Bolivia,
La Paz, miembro del ya exclusivo club de las 7 nuevas maravillas del mundo, fue
fundada en 1548 por un español afiebrado por el oro, sobre las bases de un
señorío aymara preincaico en el límite de la sabana altiplánica, donde el metal
sólo tenía valor ornamental y desembocaban centenares de ríos preñados del
codiciado metal.
Chukiyapu (sembradíos de oro, en lengua
aymara) le llamaban sus hijos antes que los colonizadores españoles llegaran
para darle un enfoque europeo que nunca terminó de cuajar y cuando se dedicaba
con ahínco al comercio de hojas de coca y animales en el antañòn sistema del
trueque.
La ciudad que un día del siglo XVI intentó
gobernar don Miguel Cervantes y Saavedra y que, de haber concedido Carlos V,
emperador I de Alemania y V de España, a quien el letrado dirigió la solicitud
en un fina epístola, hubiese inspirado la obra cumbre de la literatura castellana,
El Quijote, contiene una población apenas mayor a 1,1 millones de habitantes
que han construido sus moradas cerca del cielo a 3.600 m de altura sobre el
nivel del mar.
Expresión palmaria de la tozudez de sus
hijos, la ciudad de La Paz trepa por los farallones de las montañas que la
rodean y sus casas dan la impresión surrealista de sostenerse en la nada.
Típica ciudad de arquitectura española en
cuadro de damero, particularmente en su conourbano, La Paz es una urbe de
subidas y bajadas pronunciadas, de calles angostas de aspecto provinciano que,
como pocas, combina, en sincronía perfecta, la tradición con la modernidad.
Es decir casas de viejos tejados y paredes
de adobe, erguidas aún al lado de edificios de apartamentos de concreto y
vidrieras, configuran su parafernalia.
Tal vez la ciudad más mestiza de América
del Sur, La Paz fue la capital de prehispánico Collao y es la ciudad más
importante del oeste andino de Sudamérica.
Desde finales del siglo XIX sede del
gobierno de Bolivia, producto de una revuelta civil que arrancó la capitalía de
la ciudad de Sucre, La Paz ha visto pasar o ha sufrido la accidentada vida
política boliviana la mayor parte del siglo XX.
Cuna y tumba de héroes y tiranos, La Paz es
lo que política y socialmente representa para los bolivianos desde que sus
hijos se rebelaron ante el poder de España y en julio de 1809 instalaron el
primer gobierno independiente en Sudamérica.
Su aspecto pueblerino de finales del siglo
XIX, trocó cuando sus lugarejos comenzaron a construir sus casas al estilo
parisino y 50 años después a levantar rascacielos al estilo neoyorkino.
De entre 1.200 plazas de cerca de 200
países, La Paz fue elegida el domingo en Dubai como una de las siete ciudades
maravilla del mundo, en el marco del concurso presentado por la Fundación
'New7Wonders', en 2011.
Junto a La Paz se inscribieron como nuevas
maravillas del mundo las ciudades de Beirut (Líbano), Doha (Qatar), Durbán
(Sudáfrica), La Habana (Cuba), Kuala Lumpur (Malasia) y Vigán (Filipinas).
A vista nocturna, La Paz, que las últimas
décadas adoptó un cierto color ocre o ladrillo, es una ciudad impredecible y
enigmática, tanto como generosa y hospitalaria tal siervo de gleba.
Un período geológico atrás, La Paz era
parte del Lago Gran Minchín, que una sequía secular desatada el siglo VII
después de Cristo redujo a los actuales límites del Lago Titicaca, que comparte
Bolivia y Perú.
Lógica de inolvidable curso de agua, La
Paz, ha conseguido en los últimos lustros una conectividad que ahora mismo
forma parte de un paisaje sin par.
Se trata de los puentes Trillizos que unen
3 farallones y a su vez, otras tantas barriadas, pero también de un sistema de
teleféricos que ha agudizado sus encantos de moza casamentera o de mancebo
sostén de especie.
Desde que el gobierno de Evo Morales mandó
a construir la red de teleféricos más larga y compleja de que se tenga
evidencia, La Paz se han convertido en el almibafr de los turistas que suben y
bajan desde El Alto, ciudad circusnvecina, por medio dólar en un viaje a 6 km
por hora cerca del sol.
Una montaña tutela esta ciudad plantada
sobre un sistema impredecible de 300 ríos subterráneos: el Illimani, volcán que
eructó el último de sus enojos hace ya 30.000 años y que no ceja de encantar la
vista con sus nieves eternas en la cima de sus tres picos.
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