Presentó
13 denuncias, no la hicieron caso
ESPAÑA (ANB / TOMADO DE EL PAIS).- El 25 de abril de 2011, la argentina Susana Gómez se atrevió
a huir del infierno en el que vivió durante casi una década. “Mi hijo mayor me
guió hasta la casa de mi mamá, porque yo no veía”, recuerda Gómez en una
entrevista con EL PAÍS.
Hace
un mes, la Justicia dejó firme la condena a ocho años de cárcel contra su
exmarido, Carlos Ariel Goncharuk, por las “lesiones gravísimas” y reiteradas
que le infligió durante los años de convivencia. Es la sentencia más alta dada
por un tribunal local a un caso de violencia de género en el que la víctima
siga con vida.
“Si
hoy lo puedo contar es por María Pueblo, si no yo iba a ser una de tantas
mujeres muertas”, asegura, en referencia a la ONG que la cobijó en un refugio
seguro, le dio contención y asistencia jurídica gratuita.
Gómez
interpuso 13 denuncias penales contra su exmarido, pero asegura que la Justicia
nunca la escuchó. “Si vos hacés la denuncia, esperás que te acompañen, no que
te digan ‘volvete’ y no te ayuden. Eso fue lo que me pasó. La Justicia permitió
que Goncharuk hiciera lo que hizo, me dejó ciega a golpes”, dice Gómez, quien
camina con ayuda de un bastón y ha llegado acompañada de su abogado y el
fundador de Casa María Pueblo, Darío Witt.
La
primera denuncia llegó en 2003, con los primeros golpes. “Hasta entonces me
había maltratado verbalmente, pero uno a veces lo deja pasar y no quiere ver lo
que está pasando. Pero cuando me dio un cachetazo (bofetón), me asusté. ¿Cómo
vas a pensar que tu pareja te dé un cachetazo? Por ahí un insulto, un grito, pero
un cachetazo asusta. Ya tenía a mi nene más grande, que era un bebé, y ahí
empezó todo”, señala.
La
violencia fue a peor con el paso de los años. Humillaciones y golpes
constantes, relaciones sexuales forzadas y aislamiento familiar y social forman
parte de las agresiones físicas y psicológicas detalladas por Gómez.
Regresó
una y otra vez a la comisaría de la mujer, con la esperanza de que la Justicia
la protegiese, pero fue en vano. Sus padres no quisieron recibirla en casa, por
miedo a que Goncharuk desatase su ira contra todos ellos, y tampoco encontró
otra salida.
En
julio de 2010, un juzgado de la ciudad argentina de La Plata notificó a
Goncharuk que había sido denunciado por violencia de género. Furioso, fue hasta
su casa. “Hija de mil putas, me volviste a denunciar”, le gritó a Gómez, antes
de comenzar a golpearla frente a sus hijos. “Me agarró y me dio una paliza. Me
dio trompadas a la cabeza contra la pared, me pateó y me tiró al piso”,
recuerda esta mujer de 33 años.
Ese
ataque, según posteriores certificaciones médicas, derivó en un “múltiple
traumatismo craneal y doble desprendimiento de retina”, una lesión irreversible
que la dejó ciega. La primera vez que la vio un oftalmólogo habían pasado más
de seis meses porque Goncharuk le prohibió tajantemente ir al hospital bajo
amenaza de matarla y enterrarla en el patio trasero de la vivienda.
Cuando
se escapó de casa definitivamente y volvió a la Justicia, la Fiscalía la derivó
a Casa María Pueblo, que la refugió junto a sus hijos y su madre en un lugar de
domicilio reservado. “Amenazó y pegó a mi padre para que le dijera dónde
estábamos, pero no lo sabía”, recuerda.
Aún
con ayuda, reconstruir su vida no fue fácil. “¿Cómo era posible que yo tuviese
que vivir encerrada y él estuviese libre”, recuerda. Witt confirma que se
intentó ir tres veces, diciendo que no le importaba que la matase, pero poco a
poco recuperó la confianza y más aún cuando en 2014 llegó el juicio y su
exmarido fue condenado a ocho años de cárcel. “Sentí que se había hecho
justicia”, dice Gómez, quien ahora trabaja como telefonista en la Corte de la
Plata.
“Sé
que no es poco estar viva, pero no veré nunca más. Tengo cuatro chicos y es muy
duro saber que nunca más podré verles las caritas", lamenta. Por ese
motivo, cree que el Estado es también responsable por no haberla escuchado y
auxiliado, y prepara un juicio en su contra para el año que viene. “Las mujeres
denuncian y no pasa nada. Diré las veces que haga falta que la justicia es
también una asesina de mujeres”, opina, con el rostro endurecido. “El daño que
me hicieron no me lo va a sacar nadie. Pero espero que haya un giro en la
sociedad y que otras mujeres que son golpeadas tengan ayuda cuando la pidan”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
ANBOLIVIA te invita a ser el quinto poder, opina...con respeto
DEJA TU OPINIÓN EN:
TW: @ANBOLIVIA
TW: @ANBdigital
F: https://www.facebook.com/anboliviadigital