Papa
Francisco la declaró este domingo
LA PAZ, BOLIVIA (ANB / Erbol).- El papa Francisco canonizó este domingo en El Vaticano a la
Beata Nazaria Ignacia March Mesa, convirtiéndola en la primera santa de
Bolivia, a pesar de haber nacido en España. En Oruro fundó la congregación
Misioneras Cruzadas de la Iglesia donde en octubre de 2010 se produjo el
milagro por intercesión que le devolvió el habla a una hermana integrante de
esa institución pontificia.
Nazaria
Ignacia nació el 10 de enero de 1889, en Madrid (España). Por motivos
económicos, su familia se trasladó a México e ingresó a la Congregación de las
Hermanitas de los Ancianos Desamparados en 1908.
A fines
de 1912 fue destinada a Oruro (Bolivia) y, durante más de 12 años, se dedicó al
cuidado de los ancianos. Años más tarde, Nazaria salió de la congregación y,
con el beneplácito de los Obispos de Oruro y La Paz, fundó la congregación
religiosa diocesana de las Hermanas Misioneras de la Cruzada Pontificia,
instituto religioso que se erigió canónicamente el 12 de febrero de 1927.
En
Bolivia la congregación orientó su trabajo a la dignidad y derechos de las
mujeres pobres y la promoción de la educación.
“Quiero
levantar a Bolivia de su postración, no quiero solo pan para sus pobres, ni
repartir limosnas que se recogen de la caridad, sino elevar la dignidad de este
pueblo, enseñándole a trabajar, procurándole trabajo digno, haciéndole sentir
que en las manos de todos, y de cada uno, está el participar de la belleza, de
la armonía, la dulzura y la felicidad de sentirse hijo de Dios”, decía la ahora
santa.
La
santa boliviana también dijo que su misión consistía en “hacer conocer al
hombre el mensaje de Dios que le ama. Para esto es menester ir al hombre, bajar
a su nivel, para desde él, tomarlo y llevarlo a Dios, a Jesucristo nuestro
Señor. Sí, estamos perdiendo lastimosamente el tiempo si no bajamos a la
calle... a eso nos empuja nuestra vocación de acción social”.
Nazaria
falleció el 6 de julio de 1943 en Buenos Aires (Argentina) y un año más tarde
se aprobó la constitución definitiva de la congregación y recibió el nombre de
Misioneras Cruzadas de la Iglesia.
El 27
de septiembre de 1992, la religiosa fue beatificada por San Juan Pablo II en
Roma.
Las
Misioneras Cruzadas de la Iglesia se encuentran en 21 países y continúan su
acción social con las mujeres pobres a través de talleres de promoción y
capacitación; la educación, el trabajo en cárceles y comedores populares.
LA
HISTORIA DEL MILAGRO
La
hermana María Victoria Azuara sufrió un derrame cerebral con afasia profunda,
aunque los médicos aseguraban que no se recuperaría ni podría volver a hablar,
ella misma ha contado a la ACI Prensa cómo no le ha quedado ninguna secuela
física ni psíquica de ese momento y que ha sido el milagro que ha permitido la
canonización de la fundadora de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia, la Beata
Ignazia Nazaria.
La
hermana María Victoria Azuara es una religiosa de las Misioneras Cruzadas de la
Iglesia, ahora tiene 91 años y vive en Madrid (España), pero hace 10 años vivía
en Bolivia, cuando sufrió un derrame cerebral intenso.
María
Victoria Azuara, curada por intercesión de la Beata Ignazia Nazaria. Foto:
Misioneras Cruzadas de la Iglesia
“De un
momento a otro dejé de hablar, no sentí nada, perdí la memoria, no sabía cómo
me llamaba. Me diagnosticaron un derrame cerebral intenso con afasia profunda.
Entonces tenía 82 años y me dijeron que no me recuperaría”, explica y recuerda
que fue precisamente el 10 de octubre de 2010.
El
tiempo pasaba y la hermana María Victoria continuaba cada vez peor, sin habla,
por eso los médicos en Bolivia aseguraban tenía un pronóstico “pésimo”.
Sin
embargo según recuerda la religiosa, “la madre provincial dijo a los médicos:
‘Se va a recuperar porque la va a curar nuestra madre fundadora’”. “Y a los 12 días empecé a hablar, y al igual
que no sentí nada cuando dejé de hablar, tampoco sentí nada cuando comencé a
hacerlo”, recuerda.
El
neurólogo le había prescrito una serie de pruebas, entre ellas una resonancia.
“Cuando recogimos los resultados se veía perfectamente la parte en la que se
había producido el derrame”.
“Un
médico en Cochabamba (Bolivia) comenzó a ver mis placas y me dijo: ‘Usted con
estas placas no puede hablar’, y yo le dije: ‘Pues aquí estoy hablando’. Y
comenzó a preguntarme mil cosas y le respondí a todo. Estaba muy sorprendido y
todo el tiempo decía ‘no puede ser, no puede ser’. Hasta que se convenció y me
dijo: ‘Hermana, esto es de Dios’. El médico me escribió claramente que me había
presentado en su consulta, que tenía un pronóstico pésimo y que sin ningún
tratamiento científico había recuperado el habla”, explica la religiosa.
Sin
embargo, las pruebas médicas no terminaron ahí, en España la hermana visitó a
otro neurólogo que al enseñarle los informes médicos quedó muy extrañado, ya
que no encontraba explicación a su curación, por lo que le dijo que “tan sólo
podía decir que era una gracia muy grande, muy grande, que él no podía explicar
pero que no se atrevía a decir que era un milagro”.
La
hermana María Victoria recuerda que después de un par de días el médico volvió
a llamarla porque había quedado muy impresionado por su curación y quería
estudiar su caso más a fondo.
“Mientras
tanto, llevaron mi caso a Roma y dijeron que se trataba de una curación que
podía ser un milagro, pero que hacía falta un psicodiagnóstico. Volví al mismo
médico y me hizo un estudio de casi una hora. Cuando terminamos me dijo:
‘Hermana, ahora sí que le puedo decir que ha sido un milagro. Yo no puedo ponerlo
por escrito, pero sí certifico que el derrame no le ha dejado ninguna secuela,
ni cognitiva, ni física’”.
En ese
momento empezó el estudio del milagro y, según explica María Victoria, “cuando
las experiencias son muy profundas, son muy difíciles de explicar”.
“Yo
tardé un tiempo en ver que era yo, que había sido a mi. No entendía cómo era
posible con mi pequeñez, mi pobreza, mi pecado… Pero en medio de esa confusión,
de esa humillación y vergüenza surgía también un sentimiento de acción de
gracias porque Dios quiso hacer de mi esa piedra, ese pedestal para el que la
Madre Nazaria sea canonizada”.
“Llevo
67 años pidiendo por la canonización de la Madre Nazaria y esto llega en pocos
días, es como decir: “Ahora Señor, puedes dejar a tu sierva ir en paz”.
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