La
historia del joven rescatista trascendió fronteras y llegó a medios
internacionales. Hasta este jueves su identidad era desconocida. FOTO ESTEBAN
VANEGAS Y CORTESÍA
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COLOMBIA (ANB / Sitio elcolombiano.com).- Los últimos segundos en el aire del avión RJ 85 sorprendieron
a Johan Alexis y a su padre Miguel Ramírez acostados viendo televisión en el
rancho que tienen en el municipio de La Unión. El fuerte zumbido y un estruendo
similar al de un trueno los paró de la cama. Eran las 9:54 p.m. y afuera, a la
intemperie, el frío arreciaba y lo que parecía humo terminó siendo la neblina
que a esa hora de la noche complicaba la visibilidad en el Oriente antioqueño.
Salieron a mirar qué había pasado pero no vieron nada.
Luego,
padre e hijo se enteraron del siniestro por los medios de comunicación. Ahí fue
inevitable relacionar lo que veían por TV con lo que habían escuchado un rato
antes en medio del silencio de la noche en la vereda Pantalio. Aún no lo sabían
pero estaban a cuatro minutos caminando de donde cayó el avión.
En
medio de la noche salieron a buscar el lugar exacto y los gritos de los
primeros rescatistas que llegaron al sitio los alertaron: “Ya había algunos
bomberos y policías cuando llegamos, gritaban que a un lado había uno, que allí
estaba el otro. Comenzaron a sacar los heridos pero estaban abriendo trocha
hacia el morro y así era muy demorado, así que les dijimos que había un camino
más fácil y más rápido”, recuerda Johan Alexis, quien estuvo casi tres horas
apoyando las labores de rescate.
El
joven de 15 años y su padre guiaron a los rescatistas por el camino de arriero
que siempre transitan cerca de sus cultivos de tomate, frijol y arveja y que
los saca directo a la carretera:
“Ya
estaban saliendo con Alan (Rushell, el primer rescatado con vida) y le dije a
un bombero que era como uno de los jefes que yo conocía el camino, los acompañé
y me vine corriendo donde estaban los policías para decirles que teníamos uno
de los heridos en la carretera. Ya había un viaje de carros que habían llegado
al lugar”, comentó este joven que acaba de terminar noveno grado en la
institución educativa La Paz de La Ceja.
Johan
cuenta además que se dividió con su padre para que cada uno guiara a un grupo
de rescatistas: Cuando iba subiendo para ayudar a otro, mi papá venía bajando
con otro grupo. Hubo uno al que cargamos unos diez o quince metros pero murió,
no alcanzó a llegar a la carretera”.
Miguel,
su padre, recuerda de esa fría noche que el niño siempre estuvo muy atento y
corría de un lado para otro: “Fue por un machete para dañar el lindero del
cerco y poder pasar las camillas, llamaba a los carros para que bajaran a
recoger a los heridos. Nos tocó todo porque estábamos al lado”.
Johan,
según le contó a EL COLOMBIANO, también ayudó a rescatar al portero Jackson
Follman. Cuando volvía a subir el papá ya iba con un grupo de rescatistas que
transportaba a la auxiliar de vuelo Ximena Suárez.
No era
niño “fantasma”
Por la
imposibilidad de contactarlo, muchos medios de comunicación reseñaron la
historia de Johan como el niño “fantasma”. Algunos rescatistas confirmaron su
ayuda pero nadie dio razón de él luego de varias horas de la caída del avión
que transportaba a la delegación de Chapecoense.
De
arriba para abajo estuvieron tanto Miguel como Johan con los rescatistas hasta
que un agente de la Policía los sacó de la zona de la tragedia: “Subíamos por
más heridos cuando cerca de las 2:00 a.m. un policía nos sacó mal sacados, nos
dijo que nos fuéramos, que quién sabe con qué intenciones habíamos ido. Un
bombero discutió con él y le dijo que estábamos colaborando. Para evitar
problemas volvimos al cambuche donde pasamos la noche”.
Además
de Johan (hijo) la familia Ramírez Castro está compuesta por su padre (Miguel),
su madre (Miriam) y su hermanita Jessica de tan solo cinco años. Viven en la
vereda Fátima de La Ceja y tardan una hora caminando hasta el terreno de la
vereda Pantalio en La Unión donde tienen un terreno con cultivos.
A pesar
de estar exhausto Johan no pudo dormir esa noche: en parte porque algunos
rescatistas llegaron allí para escamparse de la lluvia que arreció en la
madrugada, y en parte por la impresión de lo que había visto y vivido en esas
primeras horas luego del accidente:
“Estaba
muy cansado pero no pude dormir. Sin embargo me dio mucha satisfacción ayudar a
salvar vidas y nunca lo hice para ir a buscar objetos materiales”, señala este
joven que se declara hincha furibundo de Atlético Nacional.
El
miércoles Johan fue condecorado en la Institución Educativa La Paz del
municipio de La Ceja. El reconocimiento lo recibió por buen estudiante (va para
décimo) aunque tres días antes se hubiera graduado de manera empírica en
filantropía y rescate.
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