Educación
en Venezuela toca fondo
ESPAÑA (ANB / Texto: El Nacional de
Venezuela).- La crisis económica entró de
lleno en los salones de clases en Venezuela.
Así como sube la inflación,
aumentan las dificultades para impartir y recibir una educación de calidad.
Cada día el esfuerzo que deben hacer los maestros para no desistir y mantenerse
en sus puestos de trabajo es mayor, mientras que la deserción escolar no parece
tener freno. Los estantes de los supermercados siguen vacíos y los pupitres en
los colegios se contagian de esta misma condición. La escasez y la mala
alimentación han sido el común denominador de este año escolar que termina con
depresión e impotencia.
Los
niños de primaria venezolanos evitan gastar energías en juegos y suplican por
meriendas en sus colegios. Los más grandes de segunda etapa pierden
evaluaciones para acompañar a sus mamás a comprar comida. Los adolescentes de
bachillerato analizan el panorama y optan por desechar sus sueños de ser
profesionales para solucionar las necesidades de sus hogares con oficios
informales.
En la
memoria y cuenta de 2015 del Ministerio de Educación se señala que 32 millardos
de bolívares se destinaron a la Corporación Nacional de Alimentación Escolar
(CNAE) para cubrir los gastos en comida de 4 millones de estudiantes: apenas
8.000 bolívares para cada uno durante todo el año. No es extraño entonces que
el programa de alimentación se reparta en algunas instituciones sin los
nutrientes necesarios, que sea insuficiente para todos los estudiantes o
simplemente que no llegue.
“A
pesar de toda la propaganda que le ha hecho el gobierno, después de crear la
corporación el programa ha tenido más fallas que en años anteriores. El
desabastecimiento de Mercal y Pdval, que surten a las escuelas, impide que se
asignen los insumos correspondientes. Se hacen menús poco equilibrados y con
menos proteínas”, señala Olga Ramos, miembro de la directiva de la Asociación
Civil Asamblea de Educación.
Otro
problema asociado al programa es su falta de flexibilidad porque no permite
destinar recursos para renovar equipos y hacerles mantenimiento a todas las
cocinas. Ramos agrega que hay escuelas con el refrigerador dañado, pues no
tienen presupuesto para repararlo y mientras esperan que el ministerio responda
sus demandas, los representantes se llevan la comida para almacenarla en sus
casas. El riesgo que se corre es que no la devuelvan completa, dado que
tuvieron la necesidad de usarla.
A
esto se añade el mecanismo que emplea el ministerio para distribuir los
alimentos: “Antes Mercal y Pdval tenían un contrato con proveedores para llevar
los insumos hasta las escuelas. Ahora solo se les avisa a las instituciones que
busquen lo que les corresponde. Deben asumir un costo adicional y contratar un
transporte específico con ciertas condiciones establecidas en el manual del
antiguo Programa de Alimentación Escolar. El asunto de que la educación pública
es gratuita termina siendo una de las grandes falacias de este gobierno”.
Docentes
ultrajados
Orlando
Alzuru, presidente de la Federación Venezolana de Maestros, asegura que en la
contratación colectiva hay una cláusula para la alimentación de los docentes
que el ministerio no ha cumplido: “Es un programa de alimentación a través de
Mercal para que los profesores puedan comprar lo que quieran. También se les
asignó las bolsas de los CLAP, pero todo fue un total fracaso. El docente no
está exento de los problemas del país. ¿Cómo ayuda a sus alumnos si ni él tiene
para comer? Se encuentra de manos atadas”.
Esta
no es la única falla del contrato colectivo. Las clínicas y funerarias
descartan la posibilidad de aceptar el seguro del Ministerio de Educación por
las excesivas deudas que afrontan. Los maestros quedan desamparados y solo
cuentan con el apoyo de la institución en la que trabajan.
“Más
del 75% del contrato colectivo actual está siendo violado. La Misión Vivienda
para los docentes no se cumple. Tampoco los traslados a sus hogares y los
permisos de estudio. La póliza de HCM es de 100.000 bolívares con una extensión
de 50.000 bolívares, que no alcanzan para nada. Un docente con posgrado, 25
años de servicio y listo para ser jubilado gana apenas 24.892 bolívares
mensuales. Los maestros renunciaron este año, ya que no les alcanza el dinero
para vivir o por acoso laboral. Hay coordinadores parroquiales del ministerio
que son activistas políticos y solo persiguen a los maestros. Una comisión de
gente responsable debería garantizar que se respete y ejecute correctamente el
contrato”, declara Griselda Sánchez, secretaria de Contratación Colectiva y
Reclamos del Sindicato Venezolano de Maestros de Caracas.
A
largo plazo, la mayor preocupación para los docentes es no construir en sus
alumnos una base sólida en valores y enseñanzas que permitan concientizar a los
venezolanos sin la necesidad de obligarlos a seguir una ideología. Aún más
cuando por razones ajenas al sector educativo se pierden días de clases que no
son recuperados. Solo por el racionamiento eléctrico y por las elecciones
parlamentarias, Ramos asegura que se suspendieron en total 16 días de clases.
“Los
200 días estipulados en el calendario escolar no se llevaron a cabo. Esto trae
graves problemas a los alumnos, puesto que no cumplen con todas las exigencias
que requieren para continuar al grado superior. El gobierno debe tomar
conciencia de la situación real del país. Salir de su burbuja, visitar los
centros educativos y hablar con los representantes para que entienda que la
situación es difícil e inaguantable. Si el año escolar que viene lo comenzamos
con estas mismas condiciones, la situación se agravará aún más y será muy
triste para la educación venezolana, principal motor para el desarrollo del
país”, advierte Alzuru.
Enseñar
entre ruinas y sin un ‘perfil bolivariano’
El
lunes 4 de julio Ender García volvió a recibir un mensaje antes de empezar su
clase: “Buenos días, profesor. Hoy no enviaré a Juancito porque no tengo qué
darle de comer”. La U. E. N. Andrés Bello tiene dos años sin recibir el
Programa de Alimentación Escolar (PAE) que repartía el Estado y que fue
sustituido en 2014 por la Corporación Nacional de Alimentación Escolar (CNAE).
Desde mayo las inasistencias por problemas de alimentación se han incrementado.
García ha tenido que adaptar su programa académico y entender una realidad que
también lo afecta a él. Los jueves y viernes solo asisten a clases 10 de sus 29
estudiantes.
Es
profesor de quinto grado y labora en la institución desde hace 15 años, pero
ejerce la profesión desde hace 20. Mientras practicaba atletismo en Caricuao y
competía en juegos nacionales, compartió con niños especiales por actividades
que organizaba su equipo. Desde entonces se dio cuenta de su potencial para
enseñar y se comprometió con la educación, pero a pesar de su entusiasmo, las
dificultades que hoy se le presentan para dar clases lo agobian.
“Yo
creo que esta es la escuela más olvidada de Antímano. Nosotros nos regimos por
el ministerio, pero al final quienes resuelven los problemas somos los docentes
y los representantes. Los baños son deprimentes, tenemos problemas de agua,
eléctricos y de inseguridad. El colegio se quemó en febrero y aún no se ha
recuperado. Otros medios de comunicación dijeron que ya estaba arreglado, pero
no es así. Si sumamos los viernes libres que se otorgaron por decreto nos damos
cuenta de que hemos perdido muchas clases. El niño lo ve de una manera
recreativa; sin embargo, uno como docente sabe que eso significa no llevar
continuidad y correr el riesgo de no cumplir el programa académico”.
El 26
de febrero se incendió parte de la institución y quedaron salones
inutilizables. Cuatro meses después las condiciones no han mejorado. Las
maquetas que los niños hicieron sobre La Escuela que Queremos no fueron tomadas
en cuenta. En la mañana se turnan los días de clases. De primer a tercer grado
van lunes, miércoles y viernes; de cuarto a sexto, martes y jueves. La
siguiente semana se alternan. En la tarde, el Instituto Universitario de
Tecnología del Oeste Mariscal Sucre, que queda al frente de la escuela, les
habilitó seis salones para que dicten clases. Ahí también han tenido que suspender
las actividades por falta de agua. García agradece el apoyo; no obstante,
manifiesta que lo correcto debería ser estar en sus aulas de siempre.
El
colegio ha tenido que afrontar este problema sin una directiva que los
coordine. Una semana antes del incendio renunció la última directora y el
ministerio les adjudicó un encargado del Distrito Escolar que no está presente
todos los días y que desconoce la normativa de la institución. García, con
apoyo de sus compañeros, se postuló para el cargo, pero lo rechazaron.
“En
dos reuniones escuché que dijeron que no tenía el ‘perfil bolivariano’
necesario. Eso es lamentable. Me imagino que lo que quieren es que uno esté
totalmente interno en el proceso y no, mi proceso son los niños. Si me dan un
lineamiento yo lo cumplo, pero no me digan que vaya a hacer política porque mi
título no dice eso, dice educador”, advierte.
Como
su sueldo es insuficiente para mantener a su esposa y a sus tres hijos, el año
pasado se dedicaba a ser taxista en su tiempo libre; sin embargo, un tiro en la
rodilla para robarlo y los gastos excesivos por repuestos que no puede costear
acabaron con su actividad para obtener ingresos extras. Ahora administra su
tiempo y su quincena de docente para llenar la nevera de su hogar: “Soy padre
de familia y mientras los representantes de mis alumnos están comprando, yo no
puedo. Estoy aquí con la misma situación que cualquiera que no tiene alimentos
en su casa. Pocos reconocen el sacrificio que el docente hace día a día”.
Nombre:
Ender García.
Edad:
47 años.
Institución:
U. E. N. Andrés Bello-Antímano.
Grado:
5to.
Ingreso
mensual: 20.000 bolívares + 18.000 bolívares de bono de alimentación.
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