CIENCIA GLOBAL
ROMA (ANB / Información de DW Noticias).- Las medusas "Botrynema brucei" respetan fronteras oceánicas invisibles que ni los científicos comprenden completamente.
En
las profundidades oscuras del océano Ártico, existe un fenómeno que ha dejado
perplejos a los científicos marinos: una barrera invisible que ciertas medusas
jamás cruzan.
No
se trata de un muro físico como una plataforma continental o una barrera de
hielo semejante a las antiguas murallas chinas que dividían territorios. Es una
línea intangible que atraviesa el Atlántico Norte, una especie de cordón
submarino vigilado por corrientes oceánicas y sistemas de presión.
Las
dos formas de la medusa abismal
Un
reciente estudio publicado en Deep Sea Research Part I: Oceanographic Research
Papers ha revelado que la medusa Botrynema brucei ellinorae, una criatura
fantasmal que flota en las profundidades abisales, existe en dos formas
distintas: una con una pequeña protuberancia en su capucha y otra sin ella.
Lo
verdaderamente desconcertante es que, según descubrió el Dr. Javier Montenegro
y su equipo de la Universidad de Australia Occidental, las medusas sin
protuberancia nunca aparecen al sur del paralelo 47 norte, a pesar de ser
genéticamente idénticas a sus primas con protuberancia, que sí se aventuran más
allá de esta frontera.
"Las
diferencias de forma, a pesar de las fuertes similitudes genéticas entre los
especímenes por encima y por debajo de los 47 grados norte, apuntan a la
existencia de una barrera biogeográfica desconocida en las profundidades del
océano Atlántico", explica Montenegro, según el comunicado de la
Universidad de Australia Occidental.
Investigación
oceánica
Para
llegar a estas conclusiones, los investigadores utilizaron observaciones
históricas, registros fotográficos y análisis genéticos para examinar la
distribución mundial de esta medusa. El resultado fue inequívoco: ninguna
medusa sin protuberancia se atreve a desplazarse al sur de la corriente del
Atlántico Norte, que se extiende desde los Grandes Bancos de Terranova hacia el
este hasta el noroeste de Europa.
Este
tipo de barreras biogeográficas, en las que los ecosistemas parecen acordar
silenciosamente ser diferentes a cada lado, cuenta con otros ejemplos
fascinantes. El más célebre es la línea de Wallace en el sudeste asiático, que
separa la fauna asiática (elefantes, tigres, rinocerontes y orangutanes) de la
australiana (marsupiales, monotremas y dragones de Komodo).
Sin
embargo, esta versión ártica es aún más enigmática porque se encuentra en las
profundidades submarinas y es principalmente teórica.
¿Por
qué existe esta barrera?
Los
hallazgos sugieren que existe una barrera semipermeable en la región de la
corriente del Atlántico Norte. La teoría más plausible es que la protuberancia
podría proporcionar algún tipo de ventaja selectiva a las medusas que la
poseen.
"Podría
mantener a los ejemplares sin protuberancia confinados en el norte, mientras
que permitiría el libre tránsito de los ejemplares con protuberancia más al
sur, ya que esta podría proporcionar una ventaja selectiva frente a los
depredadores fuera de las regiones árticas y subárticas", afirma
Montenegro.
Resulta
fascinante pensar que incluso las medusas, organismos que carecen de cerebro,
parecen respetar estas fronteras invisibles con un sorprendente sentido del
orden, mostrándonos que el océano no es una extensión continua, sino una red
guiada por fronteras ocultas y reglas no escritas.
Editado
por Felipe Espinosa Wang con información de la Universidad de Australia
Occidental y Deep Sea Research Part I: Oceanographic Research Papers.

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