SALIÓ EL FALLÓ DE LA CIDH
EL SALVADOR (ANB / Información de BBC Mundo).- Advertencia: el testimonio de Delmy, madre de Beatriz, fue publicado en marzo de 2023, y lo recuperamos a propósito del fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos este 20 de diciembre de 2024.
Delmy
siempre acompañó a su hija Beatriz.
Cuando
le diagnosticaron lupus a los 18 años. Cuando esta enfermedad autoinmune
complicó su primer embarazo a los 21. Cuando el bebé casi muere en un parto
prematuro. La acompañó un año después, en febrero de 2013, cuando los médicos
descubrieron que gestaba un feto sin encéfalo ni cráneo, un segundo embarazo
que implicaba aún más riesgos para su salud.
Delmy
también estuvo con Beatriz el día que recibió una cuna en el hospital, un
"regalo" enviado por desconocidos para aplaudir la decisión de la
Sala Constitucional de El Salvador de negarle un aborto, a pesar de que la
interrupción de ese segundo embarazo, que era inviable, fue recomendada por un
comité médico de 15 especialistas para salvar la vida de la joven salvadoreña
que tenía 22 años en aquel momento.
Diez
años después de aquella decisión, en marzo de 2023, Delmy asistió a la primera
audiencia pública que celebró la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte
IDH) para determinar si el Estado salvadoreño era responsable de haber
vulnerado los derechos de Beatriz y haberla sometido a tratos crueles y
degradantes al prohibirle abortar.
Este
viernes, la corte condenó al Estado salvadoreño por incurrir en violencia
obstétrica y violar el derecho a la salud de la joven, que murió en 2017 en un
accidente.
Beatriz
se convirtió en un símbolo en El Salvador, uno de los países con las leyes
antiaborto más restrictivas del mundo, que lo condena en todas las circunstancias
con penas que pueden implicar entre 30 y 50 años de prisión si la mujer es
acusada de homicidio agravado.
Su
demanda ha sido el primer caso de negación del aborto que se juzga en la Corte
IDH. La sentencia de este viernes, sin embargo, no menciona el derecho al
aborto.
En
este testimonio Delmy contó en primera persona la experiencia de su familia
durante la última década, incluida la muerte de Beatriz por un accidente
ocurrido años después del embarazo.
Una
camisita chiquitita
Beatriz
padecía lupus eritematoso sistémico, una enfermedad en la que el sistema
inmunitario ataca los tejidos sanos del cuerpo. Este padecimiento puso en
riesgo su vida y la del bebé durante el primer embarazo. Su hijo nació en un parto
prematuro y pesó menos de 2 kilos.
"Lo
más difícil del primer embarazo de Beatriz fue la preeclampsia.
Antes
de entrar al trabajo de parto, le pusieron sangre. Fui a verla y la encontré
temblando de frío. La internaron porque llegó con un cuadro de cansancio,
respiraba bastante fuerte.
El
niño nació prematuro, tenía muy bajo peso. Todavía tengo una cuturina [camisa
de bebé] de él, de cuando nació en el hospital. La cuturina es así [forma una L
con el dedo índice y el pulgar], una camisita chiquitita.
Cuando
me lo dieron en el hospital, me cabía en la mano. No lloraba.
Beatriz
me dijo que cuando lo vio, sintió lástima de que lo tuvieran conectado a un
montón de tubitos.
Nosotros
pensábamos que él no iba a vivir.
Esa
fue la razón por la que ella no se esterilizó después de su primer embarazo,
porque pensó que su hijo no iba a vivir. Y ella pues sí quería tener un hijo.
Beatriz
nunca pudo darle pecho. Me imagino que porque tomaba un medicamento fuerte
[para tratar el lupus]. El niño se crió sólo con leche de fórmula".
81
días hospitalizada
Un
año y medio después del nacimiento de su primer hijo, Beatriz supo que esperaba
un segundo bebé. Sintió miedo de pasar por las mismas complicaciones que el
lupus le había ocasionado durante el primer embarazo.
Los
médicos advirtieron que el feto, una niña, padecía anencefalia: una
malformación congénita que impediría el crecimiento del cráneo y el encéfalo,
el órgano que controla las funciones del cuerpo.
En
vista de que la bebé no sobreviviría, Beatriz pidió al Estado salvadoreño que
le permitiera abortar. No se lo concedieron.
"Un
día Beatriz amaneció con llagas en la cara, como de varicela. Se le hicieron
unas bolsas. Cuando se le reventaban, salía pus y sangre. Luego fue pasando el
tiempo y se le extendió por todo el cuerpo. Sus manitos y sus pies estaban
llenos de llagas.
No
podía caminar. Yo le ponía un trapito para que ella lo agarrara con la punta de
los dedos para cubrir su cuerpo. Era un dolor insoportable el que sentía.
Beatriz
no vivía conmigo, estaba con su pareja. Pero cuando se le presentó este
problema, acudió a mí para que la llevara a las consultas.
Cuando
le hicieron los exámenes para ver qué tenía, descubrieron que estaba
embarazada. Para mí fue un golpe muy duro porque yo sabía que si ella se volvía
a embarazar, tenía que pasar un proceso más duro que el primer embarazo, pues
su estado era más crítico.
Cuando
nos dieron la noticia, la llevamos al Hospital Rosales. Yo tenía que ir todos
los días desde Usulután hasta San Salvador. Hacía dos horas en autobús. Tenía
que salir a las 6:00 de la mañana para estar a las 8:00. Incluso había veces
que no me dejaban entrar. Tenía que esperar hasta la hora de la visita, a las
11:00 o 12:00.
Procuraba
ir tempranito porque Beatriz no podía comer hasta que yo llegara al hospital
porque sus manitos estaban vendadas por las llagas.
Tampoco
podía ir al baño. Tenía que aguantarse, las enfermeras estaban ocupadas. Ella
me decía: 'A mí me da pena pedirles'. Ella esperaba hasta que yo llegara.
También
tenía dificultades para comer. Una, porque le dolía la garganta. Y otra, porque
la comida del hospital era malísima.
Y
así todos los días.
Yo
trabajaba en una quesería, las compañeras me cubrían para poder estar en ese
proceso. Beatriz y yo estábamos juntas durante la hora de visita. Cuando
decían: 'Vaya, vaya, toda la visita fuera', yo me escondía y luego volvía y le
decía a Beatriz: 'Aquí estoy, todavía no me he ido'.
Durante
el tiempo que estuvo ingresada en el Hospital Rosales, Beatriz lloraba por sus
dolores.
Cuando
ya la trasladaron al Hospital Maternidad, que fue cuando pasó todo el proceso
[de la cesárea por el segundo embarazo], ella me decía: '¿Cuándo me van a hacer
lo que dicen que me van a hacer? Yo no quiero estar aquí'.
Estuvo
81 días hospitalizada.
La
tenían en un cuarto frente a donde estaban las enfermeras, en un cuartito bien
chiquito, apenas cabía la camita de ella. Se sentía encerrada y no podía ver a
su primer hijo.
Como
su pareja se dedicaba a cuidar al niño, eran pocas las veces que él llegaba a
estar ahí con ella. Aunque después de que salió del hospital, regresó con él y
siguieron juntos.
Ella
tenía su teléfono y se daba cuenta de cosas que se decían de ella. La
discriminaban. Decían que para qué ella había abierto piernas si estaba enferma.
Cosas así, repugnantes.
Un
día llegué al Hospital Maternidad para visitarla y me dijo: 'Mira lo que me han
traído'. Era una canasta [cuna] y llevaba una cobijita. Yo le preguntaba: '¿Y
esta gente qué? ¿Qué quieren?'.
Fueron
las que se oponen [al aborto], las que dicen sí a la vida. No saben el daño que
le ocasionaron a Beatriz.
En
las noches me llamaba y me decía: 'Me siento desesperada. Quiero que terminen
ya con esto'. Caía en crisis. Decía que sentía que se moría.
La
niña del cielo
Aunque
las leyes salvadoreñas prohibían la interrupción del embarazo en cualquier
circunstancia, Beatriz pidió que le permitiera abortar durante la semana 12 de
gestación.
Finalmente,
la justicia salvadoreña autorizó la cesárea en la semana 26, cuando la salud de
Beatriz estaba más comprometida pero se encontraba dentro del marco legal que
consideraba el procedimiento como un parto prematuro en lugar de un aborto. La
niña nació por cesárea y murió 5 horas después.
"Para
mí fue bastante duro que el feto no pudiera terminar su gestación.
Yo
estaba con Beatriz en el hospital cuando llegaron a decirle que le iban a hacer
una cesárea. La obligaron a tener un bebé sin cráneo que murió a las cinco
horas de nacer.
Yo
me quedé esperando ahí, el procedimiento duró como dos o tres horas.
En
la audiencia [en la Corte IDH] dijeron que Beatriz había visto a la bebé. Pero
Beatriz no la vio. La que la vio fui yo.
Cuando
la acababan de sacar, el doctor me dice: '¿La quiere ir a ver?... Pero no le
vaya a tomar la foto, solo la mira'.
Cuando
llego, la hallo ahí. Me le quedo viendo para ver si podía mover sus ojitos,
pero no.
Solamente
la vi unos segundos.
Después
le conté a una enfermera lo que había visto, y me dijo que sí, que 'esos niños
así nacen, sin poder hacer nada porque no tienen cerebro'.
Ella
tenía todo esto [Delmy señala su propio rostro], pero acá no tenía nada [se
toca la parte de atrás de la cabeza].
Beatriz
quería ponerle un nombre y empezó a buscar en internet hasta que encontró el
nombre de Leilani, que [en hawaiano] significa'niña del cielo'.
Le
pusimos Leilani Beatriz.
Después
de eso, Beatriz se aisló. Se apartaba. Se volvió más enojada, ya casi no
sonreía.
Nosotros
buscábamos la manera de que ella se sintiera bien. Los hermanos incluso le
cantaban, porque a ellos les gusta cantar. 'Cállense, bichos. No quiero oír
bulla', les ordenaba.
Quedó
un vacío en ella, pero a la vez también fue como un descanso porque ya pudo
estar con su otro hijo, por el que quería vivir para cuidarlo".
"Ustedes
no saben"
Beatriz
murió en un accidente de tránsito en octubre de 2017, cuatro años después de
haber tenido a su segunda hija y emprender la demanda contra el Estado
salvadoreño ante la Corte IDH.
Desde
que su hija falleció, Delmy se ocupa de la crianza de su nieto, quien ahora
tiene 11 años.
"Con
todo esto que pasó me enfermé. Empecé a presentar hipertensión hasta que
exploté. No quería comer y mi compañero me decía: 'Comé, te vas a enfermar
más'.
Mis
compañeras del trabajo me daban apoyo. Fui asimilando todo aquello con la ayuda
de otras personas.
Otras
me hacían comentarios, vecinos o gente a la que le gusta sacar conclusiones.
Incluso
hasta hoy me dicen: "¿Vos estás a favor del aborto?'. Y yo les digo:
'Ustedes no saben'. Ellos dicen que eso es pecado, que la mujer no lo debe
hacer. Y yo les pongo el caso: '¿Qué tal si Beatriz hubiera sido su hija o su
hermana?'. Y ahí se quedan, no me dicen más nada.
La
parte más difícil para mí fue que no le dieran respuesta a Beatriz, haberle
negado el derecho que ella estaba exigiendo.
A
causa de todo este proceso he aprendido que hay que luchar para que su caso no
se vuelva a repetir.
Mi
nieto tenía 5 años cuando Beatriz murió. Cuando estaba en el ataúd, él la
tocaba y le decía: 'Bella, levantáte'. Él creía que estaba dormida.
Cuando
vamos al cementerio, él saluda hacia la tumba con la mano. Eso es duro para
nosotros.
Él
me dice mamá, a una tía le dice mamá, a la compañera que tiene el papá le dice
mamá. Quizás a todas quisiera decirles mamá porque a él le faltó ese cariño de
su mamá.
Él
ya tiene 11 años pero todavía no puede hablar muy bien. No pronuncia bien las
palabras. Está estudiando cuarto grado.
Él
tiene partes cariñosas, pero a veces está enojado.
Quiero
que mi nieto crezca como un hombre sano y fuerte, que llegue a ser un
profesional y que cuando ya sea un adulto, poder explicarle todo el proceso por
el que pasó Beatriz.
Y
también pienso en mi nieta. Dios sabe cómo lleva todo. Si él decidió que ella
no naciera, debe ser un ángel que ahora está con Beatriz".
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