NACIÓN SORAS, ORURO
Por: Helan Vichevich
LA PAZ, BOLIVIA (ANB / AGENCIA DE NOTICIAS AMBIENTALES).- El paisaje de las comunidades del Ayllu Acre Antequera se asemeja al de las películas futuristas distópicas (con panorama futurista) que proyectan un mundo totalmente desertificado y devastado por los daños ambientales provocados por la explotación minera de varias décadas, en este caso lo es principalmente por la empresa minera Illapa, nuevo nombre de la Empresa Sinchi Huayra, subsidiaria de la transnacional Glencore.
La contaminación y el uso
desmedido de recursos hídricos, a lo largo de casi dos décadas, para la
explotación en la mina Bolívar provocó una tragedia ambiental que pone en
riesgo la sobrevivencia de la población de este territorio ancestral y vulnera
sus derechos humanos y territoriales.
El Ayllu Acre Antequera, un pueblo quechua de la Nación Soras, está
ubicado en la tercera sección de la provincia Poopó en el departamento de
Oruro. Lo conforman ocho comunidades: Chapana, Antequera, Charcajara, Queaqueani
Grande, Queaqueani Chico, Huacuyo, Totoral Grande y Totoral Chico. A una altura de 4200 m.s.n.m., clima seco y
bastante frío, es otro territorio del altiplano boliviano con grandes
yacimientos minerales que enriquecen a empresas transnacionales y cooperativas
mineras dejando a su paso pobreza y abandono para sus pobladores. Un destino que es rechazado por sus
autoridades comunitarias que resisten la embestida del extractivismo.
Criminalización y castigo:
defensores de derechos en riesgo
A 308 kilómetros de la ciudad de
La Paz, sede de Gobierno, el Ayllu Acre Antequera es virtualmente un territorio
sin ley. No se advierte presencia
estatal, todas las señales muestran que la empresa minera Illapa que explota
los yacimientos de zinc y plata de la mina Bolívar tiene el control total de
esa extensa región ancestral.
Los derechos territoriales del
Ayllu Acre Antequera fueron vulnerados por siglos, pero en las últimas décadas
la minería a gran escala está generando una crisis humanitaria que se
manifiesta en la afectación del sistema de vida de las familias indígenas, la
destrucción y contaminación de las fuentes de agua, la pérdida de fertilidad de
la tierra y la desaparición de la flora y la fauna.
Testigos de la devastación,
Hernán Roque y Bertha Ayala, decidieron actuar en defensa de los derechos
humanos y ambientales de su territorio ancestral sin sospechar que tendrían que
pagar un precio muy alto por su convicción y compromiso. Sus reclamos fueron
respondidos por la empresa minera Illapa con violencia física y psicológica, y
con demandas judiciales.
La criminalización y la violencia
alteraron la dinámica de su representación comunitaria y tuvieron un grave
impacto en su trabajo y en sus vidas.
Como consejero de Justicia de la organización tradicional, Hernán Roque,
reclamó por el derecho al agua y a un ambiente territorial sano, y también
exigió la reparación de los daños y los perjuicios ocasionados. La empresa minera Illapa arremetió con una
campaña de hostigamiento, persecución y vigilancia, amenazas, agresiones y una
demanda judicial que a Roque le costó su estabilidad laboral y familiar.
El consejero de justicia tuvo que
renunciar a su empleo para dedicarse de lleno a defenderse en los estrados
judiciales. Sin ingresos, gastó sus
pocos ahorros en abogados y en la subsistencia de su familia, e inevitablemente
sobrevino una crisis económica que derivó en crisis matrimonial. Su esposa migró a Oruro llevándose a sus
hijos y, una vez solo, judicializado y amenazado, le resultaba imposible seguir
viviendo en Antequera y se estableció en el pueblo de Poopó, lo más cerca de
Quequeani Chico, el pueblo donde nació y que forma parte del territorio
ancestral que defiende a capa y espada.
Similar suerte corrió Bertha
Ayala que toda su vida se dedicó a la agricultura y cría de ganado en su
comunidad Totoral Chico hasta que la escasez de agua y la infertilidad del
suelo le impidieron continuar con sus actividades productivas. Afectada, como
el resto de los pobladores originarios, desde 2017, año que asumió como
autoridad del Ayllu, se puso la meta de defender los derechos humanos,
ambientales y territoriales vulnerados por el extractivismo minero.
La empresa minera Illapa repitió el mismo
patrón de violencia y hostigamiento judicial con graves repercusiones en su
entorno familiar. Bertha perdió su empleo y sus hijos tampoco pudieron acceder
a un puesto de trabajo en la mina. Su
situación se tornó crítica y la única salida para aliviar la crisis fue migrar
a Oruro con toda su familia. Pero pese a estar lejos de su territorio
ancestral, jamás desistió en su lucha por la defensa de los derechos humanos y
de la naturaleza.
En los seis años que lleva
lidiando con la minera Illapa, desde el 2017, ha visto cómo el agua disminuye
hasta prácticamente desaparecer. Eso fue lo que detonó su lucha “nuestras aguas
han desaparecido, pues, los pozos han ido secando, todas las vertientes han ido
secando, desapareciendo. Entonces, eso era nuestra mayor preocupación y la
duda, ¿por qué se han secado? Todos nos decían que el cambio climático, eso
nomás decían, pero, pese a ello, no era así. «En 2017 estaba empezando la
lucha. Ya, pues, hemos empezado, como es un año nomás mi gestión, yo en ese año
he enviado una serie de notas a la empresa, porque había convenios con
comunidades que estaba afectando la empresa”, recuerda Bertha Ayala.
Fue la interpelación a la empresa
por la escasez del agua, que la colocó en una situación de grave riesgo. “Hemos
pedido una serie de informes, incluso hemos pedido ingresar al interior mina,
para ver cómo se estaba trabajando. Porque todas las fuentes de agua estaban
desapareciendo”.
El intento de inspeccionar el
interior de la mina fue el argumento que utilizó Illapa para acusar a Hernán
Roque y Bertha Ayala de avasallamiento de la propiedad minera. “Cuando hemos
hablado de territorialidad, de medio ambiente, de contaminación, han empezado a
judicializar. Y va a ver usted qué cantidad de agua hay en todos los ríos,
ahorita no hay. Entonces eso nosotros queremos que nos repongan”, corrobora
Hernán Roque.
Reclamar el derecho al trabajo de
los comunarios fue otro factor que activó las amenazas de la empresa minera.
Siendo imposible para los habitantes del Ayllu realizar actividades agrícolas y
ganaderas, muchos centraron su esperanza de subsistir económicamente realizando
algunas actividades mineras. “Los jóvenes que están en edad de trabajo no
pueden trabajar… había también escasez de trabajo. De esa forma yo como
autoridad originaria he empezado a moverme”, apunta Bertha Ayala.
Por ello, varios comunarios
buscaron abrir una mina en la comunidad Charjara, mientras otros intentaron
aprovechar los restos de minerales en la superficie de la mina Bolívar,
actividad que no debía ser objetada porque está estipulada en un convenio entre
la empresa y el Ayllu. Sin embargo, Illapa incumplió el acuerdo e intimidó a
los comunarios.
En 2017, Illapa envió maquinaria
para sellar la entrada de la mina y contrató a la policía para reprimir a los
comunarios que intentaban reabrirla. En este operativo, cinco comunarios,
incluido Hernán Roque, fueron detenidos. A Roque los policías le plantaron
dinamita y fue acusado de avasallamiento minero y portación de explosivos.
Estuvo preso un mes en la cárcel de San Pedro de Oruro. Pero fue liberado por
falta de pruebas. No obstante, el proceso en su contra sigue latente, como para
mantenerlo a raya, bajo amenaza. A Bertha Ayala se le instauró un proceso penal
acusada por avasallamiento minero, por el solo hecho de pedir una inspección al
interior de la mina Bolívar. Ante la
falta de pruebas el proceso en su contra fue levantado.
La criminalización y la
judicialización, sumadas a las agresiones físicas, verbales y psicológicas
desatadas por Illapa contra los defensores y comunarios del Ayllu colmó la
paciencia. A mediados de mayo de 2022, hartos de los abusos, los comunarios
instalaron dos puntos de vigilia y bloquearon la ruta por la que se transporta
la producción de la mina Bolívar como forma de protesta pacífica. La madrugada del 7 de junio, fueron
sorprendidos por violentos altercados.
Un grupo de trabajadores de la mina, en estado de ebriedad, atacó uno de
los puntos de vigilia a dinamitazos y prendió fuego a sus carpas, dejando todo
en cenizas. “Han venido a desbloquear con dinamitas, han quemado nuestras
carpas y nos han arrinconado, sobre todo eran personas mayores y mujeres”
precisó Roque y mencionó que presentaron una denuncia en el municipio de
Huanuni contra la empresa minera, pero el hecho nunca fue investigado.
A pesar de este violento
desalojo, la resistencia de los comunarios durante los 23 días de vigilia logró
evitar la instalación de ductos que transportarían desechos tóxicos sobre las
tierras del Ayllu.
Como represalia, Illapa utilizó
la radio local 16 de Marzo, afín a la empresa, para difamar y acusar falsamente
a los defensores y alentar la hostilidad de los trabajadores mineros contra los
comunarios y sus dirigentes. En las transmisiones se los acusaba de alentar el
cierre de la mina para dejar sin fuentes laborales a los trabajadores. La campaña radial se ensañó con los
comunarios del Ayllu, con la fala acusación de que querían crear cooperativas
para aprovecharse de la explotación de minerales en espacios de dominio de la
empresa.
Los representantes del ayllu
fueron criminalizados y acusados de avasallamiento minero, robo de minerales y
tenencia de explosivos (Orden de Citación, Caso 155/2018, 27 de junio de 2018).
Estas acusaciones no han podido ser comprobadas por las autoridades judiciales.
Otra víctima de la violencia es
Beatriz Bautista, representante de la organización Qhana Pukara Kurmi, y
abogada de los defensores del Ayllu Acre Antequera. Además de ser objeto del mismo patrón que se
aplicó en el caso de la dirigencia comunitaria, Bautista sufrió acoso digital
por parte de Illapa y de los sindicatos mineros Bolívar, Avicaya y Totoral, que
la amenazaron con tomar acciones violentas en caso de continuar movilizándose
en la región.En Bolivia, es común que las mujeres encabecen las luchas por la
defensa de los territorios y lo hacen en condiciones absolutamente
desfavorables. Son víctimas de difamación con sesgos sexuales y machistas; se
cuestiona su rol de madres y su dignidad como mujeres. Para doblegar su
voluntad acosan a sus hijos y familias y, cada vez con más frecuencia, las
difaman en las redes sociales un campo de batalla difícil de abordar por
limitaciones tecnológicas.
Daños irremediables, con
características de crímenes ambientales, ocasionado por Illapa
Territorialidad ocupada
Una de las principales demandas
de la Jurisdicción Indígena Originaria Campesina (JIOC) es resguardar y
recuperar la territorialidad que les corresponde como Ayllu Ancestral de la
Nación Soras. Hernán Roque afirma que este territorio ancestral fue invadido
por la empresa transnacional Glencore, bajo el nombre de Illapa S.A., desde el
año 2013 y expandió progresivamente sus áreas de explotación con el visto bueno
de instituciones estatales, dirigencias sindicales cooptadas y redes
clientelares sometidas a los intereses empresariales extranjeros, . A esto se
suman las amenazas y agresiones para callar a quienes cuestionan sus actos
abusivos.
Un territorio, de manera general,
está compuesto por un espacio geográfico y por la población que lo habita. La
explotación de la empresa minera Illapa atentó contra la territorialidad del
Ayllu afectando gravemente sus dos componentes.
El espacio geográfico fue
invadido con la construcción de mega infraestructuras. Dos resaltan por su
enorme tamaño: el dique de colas que ocupa 80 hectáreas aproximadamente, y la
red de ductos que se extiende a lo largo de cinco kilómetros. Desde donde se
mire, como lo constatamos en el recorrido por el territorio, estas obras
destacan porque ocupan inmensas extensiones, limitando el acceso a la tierra a
los comunarios. Muchos ductos atraviesan sus tierras de cultivo.
A la ocupación de sus tierras se
suma la contaminación y el desabastecimiento de agua, una ecuación perfecta que
beneficia la explotación de minerales por parte de la empresa pero que condena
a la población a una migración forzada.
Con sus tierras ocupadas y sin agua, los pobladores del Ayllu Acre
Antequera se vieron forzados a abandonar la agricultura y la cría de ganado,
tradicionales actividades económicas de subsistencia. Ya no hay niños, es un territorio habitado
sólo por abuelos y abuelas. ¨El extractivismo
minero es responsable del etnocidio de los pueblos indígenas, y no solo de
Antequera, sino de otros pueblos también”, sentencia Hernán Roque.
Claramente, la violencia y
represión en respuesta al pedido de verificación de lo que ocurre en interior
mina vulnera el derecho a acceso oportuno a información completa sobre las
actividades que afectan su territorio y su vida, pero también pone de manifiesto
la asimetría de poder entre las comunidades del Ayllu Acre Antequera y la
empresa transnacional y las instituciones estatales que no brindan garantías
para la protección de sus derechos debilitando, a su vez, su rol como
dirigentes.
En el caso del Ayllu Acre
Antequera el Estado incumple el Acuerdo de Escazú que tiene un carácter
vinculante y protege los derechos de acceso a información, acceso a justicia y
derecho de participación en asuntos relacionados con el medio ambiente, especialmente
si las comunidades son impactadas por actividades extractivas tienen derecho a
reclamar información completa sobre la afectación a sus territorios.
Contaminación y privación de
acceso al agua Totoral Chico, la comunidad de Bertha Ayala, es una de las más
afectadas por la actividad minera. El río y las fuentes de agua que fluían a un
par de cuadras del poblado
desaparecieron. Solían contar con pozos de aguas termales, en los que,
según Bertha, “lavaban frazadas y ropa, con esa agua calientita” y con hermosos
bofedales, que ahora son deprimentes basurales.
Desde que la subsidiaria de la
transnacional Glencore ingresó a operar la mina Bolívar, fue notoria la
carencia y la contaminación de agua, junto a la contaminación atmosférica por
partículas tóxicas transportadas por el aire. De acuerdo con el Informe Sombra
de las Operaciones de Glencore en Latinoamérica, (ISOGL 2017) las
concentraciones de cianuro y amonio son muy elevadas, demostrando que el uso de
reactivos por Illapa es mucho más alto de lo permitido por la Ley de Medio
Ambiente 1333.
Debido a la extensión de los
diques que contienen las aguas residuales de la explotación minera, la
producción de partículas de cianuro y amonio es muy elevada. Por acuerdo entre
Illapa y los habitantes del Ayllu, el antiguo dique que funcionó hasta hace
casi un par de décadas, debió ser cubierto con tierra para evitar que las
partículas tóxicas acumuladas de la copajira (los restos del agua residual),
continúen contaminando los suelos de las comunidades aledañas. Sin embargo,
pudimos constatar que hasta el 13 de noviembre de 2023 la empresa no cumplió
con este acuerdo. Desde una cima del poblado se observan los restos del antiguo
dique de colas, lo que, según Hernán Roque, es evidencia de “más de diez años
de estar expuestos a la contaminación de los restos de copajira por la falta de
voluntad de la empresa para cumplir con el tapado del dique”.
Los ductos que transportan agua
contaminada desde la Mina Bolívar hasta el dique de colas tienen una extensión
de 5 kilómetros. Son seis tuberías, colocadas unas sobre otras, de entre 9 y 12
pulgadas de diámetro.
Aunque a simple vista son de
material sólido, según Roque en algunas ocasiones las tuberías se rompieron
debido a la alta presión del agua, provocando la contaminación de tierras de
cultivo. La empresa, por más que recibió las denuncias de los comunarios, no
hizo nada para resarcir los daños ocasionados, “hay mucho compadrerío entre la
empresa y los entes que deberían protegernos”, advierte.
Bertha Ayala fue incansable en
sus reclamos por la escasez de agua y la contaminación ante la empresa y
distintas instituciones del Estado. “Hemos pedido una serie de informes,
incluso hemos pedido ingresar al interior mina, cómo se estaba trabajando, porque
las aguas estaban desapareciendo, todas las fuentes de agua estaban
desapareciendo, ya casi uno ya no puede ni criar animales, ya no tenemos
ganado, nada… totalmente ha ido desapareciendo”.
La escasez de agua se debe
principalmente a la extracción de los recursos hídricos subterráneos. Desde que
Illapa comenzó sus actividades de explotación minera en 2013, los comunarios
percibieron cómo las fuentes de agua redujeron paulatinamente hasta desaparecer,
acabaron con el agua de la superficie de toda la cuenca del cañadón Antequera.
La tecnología aplicada por la subsidiaria de Glencore para acaparar todos los
recursos hídricos de la región consiste en la perforación del suelo a gran
profundidad para quebrar las venas de agua y drenar el agua subterránea.
Según el ISOGL 2017, “Glencore
opera a una profundidad de 380 metros bajo la superficie, por lo que se afectan
gravemente los flujos de agua subterránea provocando que el nivel freático baje
y desaparezcan las fuentes superficiales”. Hernán Roque corrobora este dato
señalando que “los ríos subterráneos se han cortado”, y a causa de estas
perforaciones, toda el agua fluye a las galerías subterráneas de la mina
Bolívar.
La carencia de agua se debe a que
la empresa utiliza actualmente 400 litros de agua por segundo. De acuerdo con
el ISOGL 2017, “la licencia ambiental de la operación minera declara la salida
de aguas desde el interior de la mina con un caudal de 80 litros/segundo, los
mismos que desembocan al río Antequera”. En un recorrido por el territorio
ancestral constatamos el impresionante caudal del agua utilizada en la mina que
sale de un canal, lo que a simple vista desmiente lo declarado por Illapa. Las
paredes de cemento del canal que desemboca en una acequia están cubiertas de
costras minerales, al igual que de la acequia que transporta agua residual
hasta el dique. La oxidación de las rocas y de la tierra por los altos niveles
de la salinización y mineralización de estas aguas es evidente a primera vista.
Glencore, denunciada por
prácticas violatorias de los DDHH en el mundo, prolonga su presencia de manera
fraudulenta en Bolivia.
Illapa S.A., nombre usado por la
empresa transnacional suiza Glencore para su subsidiaria, explota las minas
Bolívar (Oruro) y Porco (Potosí) durante casi dos décadas. Esta empresa, una de
las más grandes entre las transnacionales, ha sido señalada por su desmedida
capacidad para explotar recursos minerales y energéticos en los países donde
opera. El Informe de Sostenibilidad de Glencore en América Latina (2017) revela
las consecuencias ambientales, económicas y políticas negativas resultantes de
su extractivismo en varios países de la región. Según el informe, Glencore
enfrenta grandes desafíos para demostrar la sostenibilidad de sus operaciones
en Latinoamérica, especialmente en términos tanto de respeto a los derechos
fundamentales de las comunidades locales, como de acceso al agua y protección
del territorio.
Durante el Foro Público:
Conflicto por la Actividad Minera en el Ayllu Acre Antequera, realizado el 3 de
octubre de 2023 en Oruro, José Pimentel, que en 2010 asumió como ministro de
Minería durante el gobierno de Evo Morales, admitió que, aunque el gobierno del
MAS intentó revertir los contratos con empresas como Glencore, enfrentó la
resistencia de cooperativas y trabajadores mineros. En lugar de anular los
contratos, optó por negociar con Sinchi Wayra para mejorar los términos
contractuales. Tras los hechos de 2003,
Gonzalo Sánchez de Lozada vendió las acciones de COMSUR a Glencore bajo el
nombre de Sinchi Wayra.
Después de seis años de
negociación, en abril de 2013, se aprobó un contrato por 15 años con Glencore,
ahora bajo el nombre de Illapa S.A. Este contrato estipulaba una inversión de
75 millones de dólares para aumentar la producción en un 188% en cuatro años y
una utilidad de 55% para la Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL), eliminando
pagos de administración y comercialización. Sin embargo, según Pimentel
modificaciones ilegales del contrato causaron pérdidas estimadas en 20 millones
de dólares a la empresa minera estatal.
Con irregularidades incluidas,
Álvaro García Linera como vicepresidente del gobierno del MAS, en junio de 2013
visitó la mina Bolívar para entregar la Ley que aprueba el contrato con Illapa.
El exministro de Minería recordó que, García Linera, observó públicamente las
irregularidades del contrato, que simultánea e irónicamente su gobierno
aprobaba.
Con contrato en mano, en 2021, la
Glencore vendió sus intereses en Bolivia a la empresa canadiense Santa Cruz
Silver Mining por 110 millones de dólares. La transferencia, ajustada a las
leyes canadienses, no contó con la participación del Estado boliviano.
El gobierno del MAS demostró
total incapacidad para resguardar los intereses del Estado. Pimentel, admitió
que el gobierno se sometió a los intereses económicos de la Glencore, la
transnacional a la que se le otorgó el derecho a de explotación ilimitada de
los recursos no renovables de la mina Bolívar, generando graves conflictos y
condiciones de vulneración de derechos de los territorios y de sus defensores.
El caso Illapa – Acre Antequera,
muestra viva del impacto del extractivismo minero en Bolivia: saqueo de
recursos naturales y violación de derechos
El extractivismo minero a nivel
nacional y en el municipio de Antequera es depredador. Los ingresos percibidos
por el Estado por la explotación y exportación minera son muy reducidos en
comparación con las elevadísimas ganancias obtenidas por las empresas mineras
transnacionales o cooperativizadas. Igualmente sucede en el caso de la
generación de regalías del municipio Antequera, que percibe un monto ínfimo del
total de las regalías que genera el valor de las exportaciones de minerales. El
siguiente cuadro expresa el saqueo de recursos por las empresas mineras
transnacionales.
El Estado de Derecho no existe en
el marco del modelo económico basado en la extracción de recursos naturales
que, como en el caso del Ayllu Acre Antequera, permite la explotación de
minerales a gran escala, sin garantizar los derechos de la población local.
El predominio de este modelo de
“desarrollo” va de la mano del debilitamiento del Estado social de derecho y
pone toda la infraestructura del Estado -el ejecutivo, el legislativo y el
judicial- al servicio de los intereses extractivistas, restringe los espacios
de actuación colectiva y pone en situación de riesgo creciente a los defensores
de derechos. La estrategia es silenciar,
castigar, disciplinar, ejemplarizar para limitar la capacidad colectiva de
defensa de los derechos.
Esta investigación ha constatado
que estos patrones de violencia han sido activados por la empresa Illapa en
contra los defensores del Ayllu Acre Antequera. En el siguiente esquema se
puede observar la manera en que la empresa minera Illapa, acciones de violencia
sistemática en contra de la colectividad y de los defensores de ese territorio
ancestral que incluyen agresiones físicas, cooptación de dirigentes,
vulneración del derecho al trabajo, violencia psicológica, judicialización y
violencia económica.
Se trata de acciones
intencionadas dirigidas a dividir a sus entidades matrices y crear
organizaciones paralelas para enfrentar a unas contra otras, corromper
liderazgos, restringir el acceso a la información, usar de manera abusiva el
derecho penal para la judicialización, limitar las fuentes de generación de
ingresos para asfixiar económicamente a las y los defensores, al punto de
obligarlos a migrar, buscar otras fuentes de subsistencia y alejarse de sus
comunidades de origen.
¿Silencio cómplice o negligencia
estatal? La resistencia y defensa de la vida en el Ayllu Acre Antequera como
respuesta al saqueo y avasallamiento de su territorio, contaminación y
agotamiento de un recurso vital como es el agua, ha sido respondida con violencia
desmedida por parte de la transnacional que desde hace años explota los
recursos de ese territorio y evidencia el silencio cómplice de las
instituciones estatales municipales, departamentales y nacionales que omiten su
responsabilidad de proteger a los defensores de derechos.
La presente investigación ha
constatado una notable ausencia de las entidades estatales responsables de la
protección de derechos humanos, ambientales y territoriales. Los reclamos interpuestos por las
autoridades comunitarias ante instancias ministeriales y la Defensoría del
Pueblo, no obtuvieron respuestas y las explicaciones solicitadas por este medio
no llegaron o soslayaron responsabilidades.
Para este reportaje se enviaron
peticiones de información a la Defensoría del Pueblo, a los ministerios de Medio Ambiente y Agua
(MMAyA), Minería y Metalurgia (MMyM), y a la Autoridad Jurisdiccional
Administrativa Minera (AJAM).
Luego de tres visitas al despacho
de MMyM nos remitieron a la Unidad de Medio Ambiente que, tras dos visitas,
alegaron que no tenían tiempo para responder y que nuestra solicitud fue
archivada, tal como hicieron con las peticiones de los defensores del Ayllu en
el pasado.Al filo del cierre de este reportaje, la Defensoría del Pueblo
remitió un informe detallando su papel como mediador a través de su Delegación
en Oruro a petición del Tata Mallku, Juan Eugenio Huayllas en julio de 2023. Aunque detalla que un mes antes avalaron un
acuerdo por el que “la Gobernación (de Oruro) se comprometía a realizar una
evaluación ambiental en tres semanas la empresa se comprometía a paralizar
cualquier construcción de cañerías, así como la COMIBOL a enviar equipos técnicos
y se iba a intermediar ante el Ministerio de Medio Ambiente y el Ministerio de
Minería”, se limitó a recibir el informe de la COMIBOL que da cuenta que
“habría solicitado un estudio hidrogeológico de la zona de Antequera”. Un año después de la petición queda claro que
no hubo una actuación diligente en este caso, el informe del delegado
defensorial de Oruro, Juan Arroyo Martínez, anuncia que “se realizará
seguimiento a las notas presentadas en este conflicto por la delegación
departamental, ante la gobernación y ante la instancia nacional”.
El MMyA se limitó a informar que
la licencia ambiental de la empresa minera Illapa está actualizada y delegó la
responsabilidad del seguimiento de las denuncias de contaminación a la
autoridad competente encargada de temas medioambientales del departamento de
Oruro. La AJAM, por su parte, refirió que en este caso no tenía la obligación
de realizar la consulta previa en esta región, argumentando la existencia de
derechos preconstituidos.
De espaldas a la realidad, la
burocracia estatal se llena de papeleo y desconoce la realidad de los pueblos
que reclaman sus derechos humanos, ambientales y territoriales. Se desconoce lo que ocurre a 308 kilómetros
de la sede de Gobierno porque para llegar al Ayllu Acre Antequera hay que
viajar cinco horas y media en transporte privado, puesto que el transporte
público está restringido por la empresa Illapa por temor a que los forasteros
husmeen y develen lo que ocurre en este territorio.
Esta es una historia que se
repite en América Latina, advierte la experta en protección a defensores de
derechos humanos, Alexandra Loaiza luego de escuchar el relato de los
defensores del Ayllu Acre Antezana en el marco del Seminario Internacional
sobre la Reducción del Espacio Cívico y Situación de Riesgo de Defensores de
Derechos Humanos en Bolivia que tuvo lugar en La Paz el 27 de noviembre de
2023. Y subraya que el caso muestra una constante: las luchas de las y los
defensores de derechos humanos, ambientales y de la naturaleza son
profundamente asimétricas y muestran a “comunidades campesinas asiladas, sin
conectividad, frente a empresas multinacionales poderosas o frente al propio
Estado”.
Pese al reconocimiento de la
legitimidad de la defensa de los derechos humanos, en Bolivia como en el resto
de los países de América Latina, es una de las labores más peligrosas del
mundo, las personas, sus familias, sus organizaciones y sus comunidades son
amenazadas, atacadas, asesinadas, estigmatizadas, encarceladas e intimidades de
diversas formas. Solo tienen su capacidad de cohesión y acción colectiva para
cambiar esta correlación desigual.
Este reportaje forma parte del
proyecto «Visibilización de la situación de riesgo de defensores de derechos
humanos en Bolivia», desarrollado por el CEDIB, en alianza con la Asociación
Nacional de Periodistas de Bolivia (ANPB) y con el apoyo de la Embajada de
Alemania en Bolivia.
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