La
crítica desde adentro
Por Rolando Carvajal/ Especial para Erbol
LA PAZ, BOLIVIA (ANB / Erbol).- Las brisas del alegato preliminar y sin garantía de éxito en
La Haya refrescaron la exasperada
atmósfera oficialista por el millón de votos perdidos en cinco meses,
desatando incluso aires de uso electoral de la demanda marítima para la
reproducción del poder con rasgos vitalicios. Pero ya entrado junio, la ola
reeleccionaria afronta resistencias generadas por el propio régimen en medio de
una crisis policial, y de otras, sin
visos de solución profunda.
Perfilada
como objetivo vital de la gestión de gobierno, la campaña confía sin embargo en
las posibilidades del 50 % más uno, tras la caída del voto al 36 % en marzo
pasado. Factor acelerante, a su vez, de la competencia en sordina sobre quién acompañará al líder, descartado
en principio el segundo de a bordo y quedando al menos tres en disputa, con
militares y otros sectores a la expectativa del desenlace.
La
ruta más probable apunta a ganar el referéndum aprobatorio de una Reforma
constitucional para el cuarto mandato consecutivo por la doble vía de solapar
el séptimo vocal, palaciego, en el “nuevo” Tribunal Electoral, inclinando la
balanza en caso de necesidad, y de vaciar la inversión pública en obras
proselitistas acompañadas de generoso gasto corriente.
Adicionalmente: victimizar al mandatario por eventuales
acometidas y mostrarlo como único líder que disipa conflictos y asegura
estabilidad económica, (según los anticipos desplegados desde el congreso
petrolero del 2014 donde el “factor Evo” fue resaltado como garantía de
inversiones y utilidades; y recientemente por presuntos afanes vengativos de la
“red poderosa” que activó la fuga del peruano Martín Belaunde, remeciendo al
Gabinete ministerial y a la Policía, el mismo día en que fue hallado muerto el
hijo del dirigente aymara Felipe Quispe).
En
líneas generales, como receta: más del equipo responsable de campaña y del
programa que de todas maneras resultó
insuficiente en los últimos comicios.
Pese
a la entrega diaria de obras y propaganda permanente de un candidato a
presidente en campaña ininterrumpida desde hace varios años, el 61 % de votos
favorables en octubre del 2014 perdió 25 puntos, en un escenario donde todos
son culpables, “menos el Jefe”.
En
paralelo, el prorroguismo parece atravesar el mismo molde de complacencias
eventuales que derivan en quebrantos históricos, desvíos profundos y
perspectivas extraviadas que van siendo cuestionadas también “desde adentro”,
aunque a pesar de los yerros nadie cercano le dice no al líder.
Aparte
de berrinches, búsqueda de culpables y purgas, las razones del reciente bajón
de marzo son, según la crítica interna, más profundas que sólo corrupción,
pugnas domésticas, mala gestión, “roscas” “envilecimiento interno” y falta de “cuadros” capacitados.
O una
manifiesta falta de valentía e incapacidad para frenar, por ejemplo, las
aspiraciones en El Alto del peor candidato oficialista, y en el departamento de
La Paz de la patética figura de una mujer indígena zaherida por sus propias
seguidoras.
“CRITICA” Y CRITICA CRITICA
La
reflexión interior no servicial ni obsecuente fustiga más bien a los
responsables de un pragmatismo casi cínico, traducido en el giro a la derecha
por la simple pero redituable reproducción del poder por el poder a fin de
perpetuar los beneficios de la élite gobernante.
Para
afrontar el futuro, lo que ya no tiene en la misma medida el presidente Morales
“es la épica que proyectaban los primeros tiempos del proceso de cambio”,
afirmó Pablo Stefanoni en su último análisis para Nueva Sociedad mientras se
intensifican las diligencias oficialistas para adecuar la ley de leyes a la
corpulencia del mandatario.
Tampoco
reúne, al parecer, los dos tercios del voto popular, y quizá ni siquiera el 51
% al tomar otros aires aquel “tercio volátil
de Evo Morales” aludido por el ex asesor peruano-boliviano Walter Chávez en su
despedida del MAS ante el peligro de que el mandatario sea vencido en la
siguiente justa electoral.
“El
pragmatismo del MAS en el acercamiento/invitación a los empresarios para hacer
negocios y no política, y su giro hacia el centro-derechas desde las elecciones
nacionales de 2014, están cobrando factura”, evaluó desde Porongo, Santa Cruz,
la politóloga Helena Argirakis, casi al mismo tiempo que Stefanoni.
“La
ratificación del presidente Evo afirma un no retorno de la Derecha; lo cual no
cancela la derechización de la propia izquierda en el poder”, había advertido
ya en diciembre pasado el filósofo Rafael Bautista, tras el triunfo del 61 % y
el copamiento de los dos tercios del Legislativo largamente afinada por los
tribunos electorales de entonces para aniquilar, entre otras cosas, la
disidencia de izquierda.
“La hegemonía actual cuenta con alianzas
preocupantes, desde agroindustriales muy ligados a transnacionales como
Monsanto, hasta sectores empoderados que, ya sea como nueva burguesía agraria
(el caso de la quinua o la coca) o cooperativistas privados de la minería,
impulsan todos una carrera desarrollista que hace del gobierno un mero
administrador de los intereses particulares de estos grupos de poder, mientras
estos le garantizan apoyo y una amplia base de legitimación”, previno también.
“Resta
saber si el liderazgo del Presidente podrá articular y subsumir
estratégicamente aquellos intereses al bloque histórico que lo llevó al poder
–había anticipado Bautista– y reencauzar la política estatal en torno a lo que
se constituyó como ‘proceso de cambio’”.
Reflexiones
al margen, decidida en grueso la receta y prestos los actores, los medios
estatales presumen un 76 % de aprobación a la gestión del Presidente para
encarar el 2019 y la presidencia tal vez de por vida, aunque la ministra del
ramo destaca esta semana, para empezar, un 48 % a favor que, como en anteriores
comicios, iría en evolución.
“…Gobernar
para toda la vida”, instó Evo Morales
hace tres semanas. “Continuidad política” y “que Evo siempre nos conduzca”,
proclamó su Vicepresidente entre cinco requisitos para tener mar, mientras su
Canciller Choquehuanca alentaba “hacer lo que los pueblos quieren”, encarrilada
como está la cuarta reelección sin que el mandatario aparezca como interesado
principal sino como quien no se brinda tanto pero tampoco se excusa del todo.
“Si
te vas tú va a haber problemas… volverán otros… qué será de Bolivia otra vez”,
dice que le dicen pidiéndole nuevo mandato, según la más reciente de sus
versiones a las que, adelantó,
obedecerá.
No
obstante que, desde perspectivas ligadas al gobierno cubano, se advirtió el
riesgo que afrontan gobiernos latinoamericanos de izquierda: de convertirse en
máquinas electorales que “abren el riesgo de desestructurar al sujeto que ha
hecho posible estos procesos”, pues “hay un retorno del sujeto hacia sus
intereses particulares; es decir que deja de ser sujeto revolucionario, deja de
ser sujeto histórico y le delega la mayor parte de las tareas al Estado del que
también forma parte para dejar de ser un actor vivo de la revolución”.
También
en abril, Rafael Bautista cuestionó el “devaneo ideológico que han adquirido
nuestros procesos” en Venezuela, Argentina, Brasil, Ecuador y Bolivia, sumado,
en el caso local, que “el abandono de proyección estratégica civilizatoria y la
ausencia de conciencia geopolítica, están conduciéndonos a la inanición
revolucionaria”.
“Por eso el pragmatismo prima y la política se
vuelve puramente instrumental. Por eso en las últimas elecciones no había
discusión ideológica y todo consistía en ofertas y demandas de carácter
puramente mercantil. Por eso reencauzar el proceso tiene hoy más sentido que
nunca”, reclamó.
AYMARAS
Y OTROS: TOMANDO SUS PROPIAS DECISIONES
En el
reverso de la medalla, la resistencia y el desacato se han registrado no sólo
entre militares y policías enfrascados en su añeja disputa por el predominio institucional y los
beneficios que por separado implican su cuota de poder.
Hace
un mes el ministro del sector exhortó a evitar “amplificar esos niveles de
indisciplina”. Si no, alertó, “estaríamos en una situación de anarquía en que
los comandantes no mandan a nadie”. El
mismo 9 de mayo, el comandante en Jefe
de las Fuerzas Armadas, general Omar Salinas, reconoció que en todos los
niveles del Ejército hay responsabilidad por el debilitamiento de la
disciplina”, pilar desgastado en muchos años de manera paralela a la presión
del último quinquenio para adecuarse a una ideología antimperialista.
Susceptibles
ante el predominio de sus tradicionales rivales de uniforme que monopolizan
ahora la seguridad principal del Estado, las columnas policiales no tardaron en
cerrar filas al operador de la inminente reforma que, bajo la atenta mirada
presidencial y de las FFAA, había mandado a proceso interno a medio millar de
ellos, apartado a otros de los escritorios y desplazado a edecanes (había
costado 30 años volver a Palacio de la mano del ex presidente Víctor Paz) y se
aprestaba a cambiar la estructura, cuando se conoció en La Paz la fuga de
Belaunde, en coincidencia con el hallazgo de Ayar Quispe en El Alto.
Junto
a otros espasmos de renuencia social y hasta partidaria, las protestas se
extienden hacia sectores de cooperativistas y jubilados, aliados
gubernamentales de muchas batallas; lo mismo que panificadores, carniceros,
intermediarios del pollo, bolsones de la dirigencia obrera con mineros en
ascuas (Huanuni, Colquiri) y fabriles decepcionados, y juntas vecinales reacias
a la derrota, en una especie de pre-clima conflictivo, mientras por otro lado
crece la disidencia masista con los
últimos descartados en candidaturas (Eduardo Maldonado, Edwin Tupa, Ever Moya)
o dirigentes campesinos como Damián Condori, que engrosan las filas de la
izquierda no oficial, no gubernamental.
En
general, a casi una década de Presidencia y control de las empresas estatales
con sus acrecentados fondos por la bonanza anterior de precios; y del Legislativo y del órgano Judicial,
especialmente fiscales, y del Electoral derrumbado por su ostentosa obsecuencia
con el oficialismo, la nueva “institucionalización” del Estado planeada para
coparlo totalmente desde el 2009, comienza a tropezar con la resistencia “desde
adentro”.
No sólo “los aymaras están tomando
decisiones”, se escucha decir en recintos, donde se ofrece como prueba la
actitud de la mayor masa indígena en La Paz y de otros distritos en los que el
régimen perdió 1.1 millón de votos, sino que diversos segmentos y contrafuertes se están dando modos para ejercer la
desobediencia encubierta o no, dando continuidad al voto en contra de marzo:
“de bronca”, de “recambio” o debido a que “no hay cambio”.
“Tampoco
ética”, dijo entre cuatro paredes a
fines de mayo un importante jefe gubernamental asentado a 90 metros de Palacio.
Por
su parte, fuertemente consolidados como base aliada del gobierno pese a
diferencias mostradas el año pasado con los suboficiales de las Fuerzas
Armadas, jefes y oficiales militares escuchan impertérritos las consignas de su
capitán general sobre la presunta apoliticidad de la institución:
“Acepten
o no, mientras sea presidente vamos a mantener nuestra ideología de
anticapitalismo y antiimperialismo. (…) Hay que estar preparados para cualquier
agresión… estamos obligados a defendernos ante cualquier agresión”, dijo el
mandatario al arrancar junio.
Tres
semanas antes, su ministro de gobierno había reprendido en el Chapare a los
comandantes de la escuela Garras del Valor: “en este centro de entrenamiento
hay que cambiar la teoría; tenemos que revisar lo que nos dicen en la escuela…
no podemos seguir diciendo lo mismo, creer que somos personas imparciales ante
la patria”. Los términos no son distintos, pero uno sigue y el otro no.
HORIZONTE
PERDIDO ¿SUJETO EXTRAVIADO?
Derechización
y otras secuelas son causas mayores que alertan, señala la crítica interna,
sobre la “pérdida de horizonte histórico” y la sustitución del legendario
“sujeto colectivo” plurinacional, por otro más prebendal e instrumental, en un
retroceso que probablemente comenzó hace siete años, al agonizar la
Constituyente, el 2008, con las primeras concesiones a la derecha. Y la últimas, expresadas en la “cumbre
“agropecuaria, feraz en desmontes y
transgénicos, y el día en que se frenó la nueva ley del Trabajo.
Pérdida
y sustitución impelidas al parecer
“desde arriba”; paradójicamente desperdiciada la hegemonía que en algún
momento se proyectó y se derrumbó transformándose con el correr de los meses y
las angurrias en simple imposición con atisbos de autoritarismo y culto a la
personalidad. Igual que casi despilfarrada buena parte de los ingresos
estatales en gasto corriente e inversiones cuestionables y prescindibles como
el sistema de trameaje masivo por cable.
Nunca –por otra parte- en diez años
(2006-2015) se registró la cifra de 200.000 millones de dólares en presupuestos
administrados por un solo régimen (26.000M$us el 2013, 28.000 el 2014, 31.000
este 2015 más 124,000 acumulados entre 2006-2012/ MEFP), ni nunca se dio cuenta
de cómo se administró semejante derroche,
con la consecuente irradiación negativa del “proceso”, por ejemplo en
Santa Cruz, Tarija y La Paz, que pintan apenas un del retroceso geográfico,
además del ideológico.
Diez
gestiones en las que, en contrapartida,
la suma de toda la inversión pública de la década no sobrepasa los
26.000M$us., incluida la social y de
hidrocarburos y carreteras, al tiempo que el acumulado de los bonos sociales Juancito
Pinto y Juana Azurduy más la Renta Dignidad no llega a los 3.000M$us.
En
tanto que sueldos y salarios ascienden también a otros 26.000 millones, queda
en el vacío del misterio un restante mayor a 100.000 millones de dólares en el
contexto de un gobierno que centraliza el gasto corriente hasta en 68%, al
margen de los gobiernos subnacionales, según estudios de la Fundación Jubileo
al 2011 y 2015.
Tan
sólo en participaciones de la estatal YPFB, cuyos destinos no han sido
explicados a lo largo de todos estos años, el gobierno canalizó 7.000 M$us. Y
de casi 30.000 M$us. generados por la renta gasífera desde la nacionalización,
ha transferido 11.000 millones a las transnacionales petroleras, dejando menos
de la mitad de esa renta a gobernaciones municipios y universidades con
ingresos erosionados por las tajadas gubernamentales a las regalías y el
impuesto a los hidrocarburos (IDH) y recaudaciones a la baja, no obstante que
paradójicamente se produce y exporta más gas en tiempo de cotizaciones
declinantes.
LA
VICE, EL VICE Y LOS QUE QUEDAN
En
mayor medida, sin embargo, los cuestionamientos internos postelectorales se
extendieron más bien a su vicepresidente Alvaro García Linera, una vez
revaluado su ministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana, “nunca con tanto
poder” (al menos hasta el retorno de su colega Carlos Romero, hace tres
semanas), por el triunfo en el Beni, a costa de la imaginativa eliminación
de la candidatura opositora antes de que
la gente deposite su voto.
Talento
que por otras ramas se prologó a Chuquisaca donde no se liquidó a la
candidatura adversaria sino la segunda vuelta, evitando que un quechua
disidente, Damián Condori, pueda asumir una gobernación –como logró finalmente
el aymara Felix Patzi– dada la quizá inaguantable eventualidad de que dos
gobernadores indígenas se erijan en
líderes alternativos al jefe de procedencia altiplánica pero formado en las luchas de los pragmáticos
cocaleros de tierras bajas que sucedieron a los gobiernos neoliberales.
Incluso
una política no declarada pero sí ensayada de “nacionalización” en el Occidente
y “privatización” neoliberal en el Oriente, no ha mostrado haber rendido los
resultados esperados. La “irradiación territorial de hegemonía”, como
fundamento de expansión del MAS hacia Santa Cruz teorizada por García Linera,
resultó este año una falacia fehaciente, fustigó Helena Argirakis.
“No
sólo no existe, sino que frente a los resultados de las elecciones
subnacionales hay un reposicionamiento político-electoral- territorial del
bloque de poder cruceño, cuya hegemonía ha mutado en forma, pero no ha variado
en fondo”, afirmó también la politóloga cruceña.
Corroborándola,
en los hechos el gobernador y el alcalde cruceños están en plena vigencia por
tercera gestión. La Paz tiene gobernación y alcaldías mayores lejanas del
control del MAS. Tarija lo mismo, igual que otros municipios, sino opositores,
“alternativos” a las huestes progubernamentales.
Hacia
adelante una de las tareas concomitantes con la reelección –el ajuste pendiente
en el Organo Electoral (OEP) y en la estructura del siguiente Tribunal nacional
[y por verse, de los vocales en las departamentales)– no depende al
parecer tan sólo de designaciones de
eventual consenso con la oposición en el Legislativo, sino del nombramiento de
los diez delegados presidenciales, de la sobre-representación rural en las
circunscripciones uninominales trazada desde mayo del 2014, y de la
auditoría-depuración del cuestionado padrón electoral que data de los tiempos
de Antonio Costas, uno de los 40 aspirantes en pública competencia junto al ex director
del Servicio de Fortalecimiento del OEP, Juan Carlos Pinto y la ex vocal
Ybarnegaray.
En
pasillos de Palacio subsisten en cambio las interrogantes acerca del retorno de
Carlos Romero, al margen de posibles empatías con la Policía, no obstante que el
2013 desde sus oficinas se registró, además de la tragedia en la cárcel cruceña
de Palmasola, las salidas por lo menos irregulares del ex senador Roger Pinto,
el empresario Jacob Ostreicher y el exjefe antidroga Fabricio Ormachea.
El
retorno del ministro de Gobierno, sin retorno al Senado, aclararon
observadores, contribuía a restablecer
equilibrios entre el predominio alcanzado por su colega Quintana y la presencia
expectante de sus camaradas Choquehuanca, Héctor Arce y Alfredo Rada, entre
otros, una vez que la especial relación presidencial con el ministro
reemplazado llegó a sorprender a muchos que, hacia noviembre pasado,
consideraban segura su designación como embajador en Cuba.
ARRIESGANDO
EL PROYECTO
“El afán de querer el poder absoluto logró confundir
hegemonía con dominación. Si ya no se puede convencer, sólo queda el vencer”,
reparó en abril pasado siguiendo su evaluación de octubre Rafael Bautista, para
quien la hegemonía procurada en años no consistía en el control absoluto sino
en la capacidad de congregar a todos en un mismo horizonte común.
Pero
devenida en simple dominación e imposición pura, expropiadas entonces las
decisiones populares –“el pueblo ya no decide, sólo acata y obedece”–; se llega
al punto –alertó– de que “cuando ya no hay legitimidad horizontal, o sea,
hegemonía, entonces no queda otra que la dictadura”.
“Después de haber derrotado el proyecto de la
oligarquía, la verdadera victoria ya no quería decir aplastar a alguien sino el
ya no tener que aplastar a nadie”, reflexionó también Bautista, advirtiendo:
“en la lógica de vencer a todos uno se queda solo, y así se queda quien
pretende el poder absoluto; por querer tenerlo todo acaba no teniendo nada”.
Aunque
en esa apuesta el régimen “arriesgue el proyecto que lo llevó al poder”. “No sólo no sabe que no sabe”, dice un sutil
observador de plaza Murillo en relación al líder. Lo peor es que “no sabe,
ahorita, que necesita un cable a tierra” que lo conecte con la realidad viva y
el real alcance del descontento o el alborozo en la base.
Por
abril, Raúl Prada, del grupo Comuna, remarcaba: “este es el momento más
vulnerable del poder institucional, cuando levita cubierto por la fortaleza de
la maquinaria estatal en la más desolada soledad, en tanto que el pueblo
todavía no sale de su perplejidad y sigue sosteniendo al alma en pena por
compasión, por nostalgias y otro tanto porque no tiene opciones”.
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