TENSIÓN FRENTE A VENEZUELA
VENEZUELA (ANB / Información de BBC Mundo).- La creciente tensión entre EE. UU. y Venezuela ha provocado la mayor concentración militar en el Caribe desde el fin de la Guerra Fría.
La
última vez que Estados Unidos envió tantos buques de guerra a la región fue en
1989, cuando derrocó al presidente de Panamá, Manuel Noriega, al que acusaba de
narcotráfico.
Sin
embargo, hay más diferencias que similitudes entre aquel momento y el actual.
El
16 de diciembre de 1989, el teniente de la Marina de EE.UU. Robert Paz se
encontraba en la parte trasera de un Chevrolet Impala, dirigiéndose al Hotel
Marriott de la Ciudad de Panamá para cenar, justo cuando las tensiones entre su
país y el hombre fuerte panameño se acercaban a un punto crítico.
Cuando
el auto que transportaba a cuatro militares estadounidenses destinados en el
país llegó a un puesto de control de las Fuerzas de Defensa de Panamá, seis
soldados rodearon el vehículo.
Tras
un altercado, los panameños abrieron fuego mientras el vehículo se alejaba. Paz
murió en el incidente y su muerte desencadenó la invasión estadounidense de
Panamá cuatro días después, el 20 de diciembre.
Sigue
siendo la última incursión importante de EE.UU. en suelo extranjero en el
continente americano.
Washington
la bautizó como Operación Causa Justa, y movilizó alrededor de 30.000 soldados
estadounidenses. Obligado a dejar el poder, Noriega fue trasladado a Miami para
enfrentar un juicio por cargos de narcotráfico.
La
ONU estima que alrededor de 500 civiles panameños murieron en la invasión. EE.
UU. afirma que fueron muchos menos, mientras que sus críticos dicen que fueron
muchos más.
Paralelismos
y diferencias
La
invasión de Panamá fue también la última vez que hubo un despliegue militar
importante de EE.UU. en el Caribe al nivel que estamos viendo ahora en las
aguas alrededor de Venezuela.
Los
paralelismos entre ambos momentos son notables, pero también lo son las
diferencias.
En
primer lugar, las similitudes. Aunque estén separados por varias décadas, en
ambos casos una creciente guerra de palabras entre Washington y un hombre
fuerte latinoamericano llevó tras años de enemistad a un importante despliegue
militar estadounidense en la región.
En
ambos casos Washington acusó a un gobernante latinoamericano de implicarse
personalmente en el narcotráfico, lo que aumentó la presión interna sobre un
presidente asediado.
Tanto
en los casos de Noriega como del presidente venezolano Nicolás Maduro, el
argumento central del gobierno estadounidense es que ellos y sus gobiernos
traficaron con drogas.
En
última instancia, la premisa de que el líder rival es, en esencia, un
narcotraficante se ha convertido en la justificación que Washington ha ofrecido
al público estadounidense para todos los pasos posteriores.
Ambas
naciones también tienen una enorme importancia estratégica —el Canal de Panamá
y las vastas reservas de petróleo de Venezuela—, lo que aumenta
considerablemente lo que está en juego.
Sin
embargo, las diferencias también son notables.
La
Guerra Fría y el siglo XXI son momentos muy diferentes, y George H. W. Bush,
presidente de Estados Unidos en 1989, y Donald Trump son líderes muy distintos.
Noriega
había sido un activo de la CIA durante muchos años y finalmente fue condenado
basándose en pruebas irrefutables que abarcaban desde registros financieros
hasta el testimonio de hombres que habían realizado vuelos de drogas o lavado
dinero del narcotráfico en Panamá para el Cartel de Medellín. Incluso uno de
los principales líderes del cartel acusó a Noriega de estar involucrado
personalmente en el comercio ilegal.
En
el caso de Maduro, el gobierno de Trump establece un vínculo directo entre las
lanchas rápidas alcanzadas en ataques aéreos letales en el Caribe y el propio
presidente venezolano.
Washington
acusa a Maduro de encabezar el Cartel de los Soles, un grupo que presuntamente
está compuesto por miembros y exmiembros de la cúpula militar venezolana.
Pero
muchos analistas de la guerra contra las drogas cuestionan si el Cartel de los
Soles es un grupo criminal formal o más bien una alianza flexible de
funcionarios corruptos que se han enriquecido con el contrabando de drogas y
recursos naturales a través de los puertos venezolanos.
Por
su parte, Maduro y su administración niegan la existencia de tal cartel,
calificándolo de una "narrativa" sin fundamento difundida por
Washington para desalojarlos del poder.
"Círculo
de compinches"
"De
repente desempolvaron una cosa que llaman ellos el Cartel de los Soles, que
jamás y nunca han podido comprobar porque no existe", dijo el poderoso
ministro del Interior de Venezuela, Diosdado Cabello. "Es una invención
imperialista", afirmó Cabello el mes pasado.
Existe,
sin embargo, evidencia de narcotráfico dentro de la familia presidencial en
Venezuela.
Dos
de los sobrinos políticos de Maduro fueron arrestados en Haití en una operación
encubierta de la Administración para el Control de Drogas de EE.UU. (DEA) en
2015.
Los
hijos de la hermana de la esposa de Maduro fueron capturados intentando
contrabandear 800 kg de cocaína a Estados Unidos.
Desde
entonces conocidos como los "narco-sobrinos", Francisco Flores de
Freitas y Efraín Antonio Campo Flores pasaron varios años en una prisión
estadounidense antes de ser devueltos a Venezuela en 2022 como parte de un
intercambio de prisioneros con el gobierno de Biden.
La
administración Trump ha impuesto ahora nuevas sanciones contra los dos, junto
con un tercer sobrino, Carlos Erik Malpica Flores.
Al
anunciar las sanciones, el Secretario del Tesoro de EE. UU., Scott Bessent,
dijo: "Nicolás Maduro y sus cómplices criminales en Venezuela están
inundando Estados Unidos con drogas que están envenenando al pueblo
estadounidense".
"El
Tesoro responsabiliza al régimen y a su círculo de compinches y empresas por
sus crímenes continuos", añadió.
"Círculo
de compinches" suena al tipo de lenguaje que Washington utilizaba para
describir el gobierno de Noriega en la década de 1980. Un informe del subcomité
del Senado de EE. UU. de la época lo calificó como "la primera
narco-cleptocracia del hemisferio".
Avanzando
36 años, el pilar clave de la estrategia de la administración Trump contra
Maduro se basa en el uso del término "narcoterrorismo".
Es
controvertido debido al amplio alcance de su definición legal. Ya en 1987, el
Departamento de Justicia de EE. UU. definió el narcoterrorismo como "la
participación de organizaciones terroristas y grupos insurgentes en el narcotráfico",
lo que, señaló, "se ha convertido en un problema con implicaciones
internacionales".
La
cuestión en el contexto venezolano es la base legal bajo el derecho
internacional para las últimas acciones de Washington, que dice tener como
objetivo combatir el "narcoterrorismo" en las Américas.
La
administración Trump ha dicho que ahora está involucrada en un "conflicto
armado no internacional" con los carteles de la droga y ha justificado con
esa base sus ataques contra presuntas narcoembarcaciones en el Caribe.
Polémicos
ataques
El
Pentágono sostiene que las embarcaciones son objetivos válidos según las reglas
de enfrentamiento. Sin embargo, en los últimos días han surgido serias dudas
sobre un segundo ataque contra un supuesto narcobarco el 2 de septiembre, en el
que murieron dos supervivientes de un ataque inicial.
El
gobierno Trump se ha defendido enérgicamente de las acusaciones de que las
muertes en el segundo ataque constituyeron ejecuciones extrajudiciales. Sin
embargo, el problema no ha desaparecido, ni tampoco las peticiones de que se
hagan públicas las imágenes de video del ataque, vistas recientemente por
legisladores de alto rango durante una sesión informativa a puerta cerrada para
miembros del Congreso.
Después
de sugerir inicialmente que "no tendría ningún problema" con la
publicación del vídeo del ataque de seguimiento, Trump dijo que la decisión
correspondía al Secretario de Defensa, Pete Hegseth.
Hasta
ahora, el Pentágono no ha publicado el vídeo ni el asesoramiento legal en torno
al segundo ataque, pero la Casa Blanca insiste en que se llevó a cabo "de
acuerdo con la ley de conflictos armados".
Las
tensiones entre EE.UU. y Venezuela continúan escalando e intensificándose,
sobre todo tras la incautación por parte de las fuerzas estadounidenses de un
petrolero lleno de crudo venezolano.
Trump
ha indicado que después de que EE.UU. tome el control del espacio aéreo y los
mares alrededor de Venezuela, lo único que queda es controlar la tierra. Muchos
se aferran a la esperanza de que todavía sea posible algún tipo de solución
negociada, aunque es difícil imaginar una que satisfaga tanto a Maduro como a
la Casa Blanca.
Sin
embargo, al examinar la lección de Panamá, una cosa sigue estando clara: si
bien este conflicto moderno puede ser menos convencional que la invasión de la
Navidad de 1989, la situación explosiva en Venezuela no tiene menos potencial
para estallar en cualquier momento, como sucedió con la muerte del teniente
Robert Paz en Panamá, y derivar en algo mucho mayor.

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