CIENCIA GLOBAL
EEUU (ANB / Información de DW Noticias).- Un enorme cilindro avanza silenciosamente por el cosmos. Dentro, generaciones completas nacen y mueren sin conocer la Tierra, mientras sus descendientes serán quienes finalmente vean amanecer en un mundo alienígena.
En
un futuro todavía lejano, una gigantesca estructura cilíndrica de 58 kilómetros
de largo podría surcar el cosmos, transportando a cientos de personas en un
épico viaje hacia Próxima Centauri b, un exoplaneta potencialmente habitable
situado a 4,24 años luz de distancia.
Lejos
de ser la premisa de una nueva novela de ciencia ficción, este es el
revolucionario concepto de Chrysalis: una nave generacional donde más de mil
personas vivirían, nacerían y morirían a bordo durante una odisea de cuatro
siglos. Esta ambiciosa propuesta se coronó recientemente con el primer premio
del concurso de diseño Project Hyperion, organizado por la Iniciativa para
Estudios Interestelares (i4is).
Chrysalis
–nombre que evoca la fase de metamorfosis de mariposas y polillas– es fruto del
trabajo de un equipo interdisciplinario de investigadores italianos. Su
propuesta sobresalió entre cientos de ideas procedentes de todo el mundo
gracias a su extraordinaria coherencia sistémica y su diseño modular innovador,
según el jurado del proyecto.
La
estructura es verdaderamente colosal: 58.000 metros de longitud (equivalente a
más de 550 campos de fútbol) y una masa de 2.400 millones de toneladas métricas
(equivalente a 369 Grandes Pirámides de Giza), según detallan los documentos
del proyecto. Su diseño cilíndrico no es casual: el extremo delantero más
estrecho está pensado para minimizar los riesgos de impactos con
micrometeoritos y reducir las tensiones estructurales durante las fases de
aceleración y desaceleración.
Un
viaje de cuatro siglos hacia Proxima b
El
destino de Chrysalis sería Próxima Centauri b, ubicado a 4,24 años luz de
distancia, lo que equivale a recorrer 40,1 billones de kilómetros a través del
vacío espacial. Para dimensionar esta distancia descomunal, consideremos que la
nave espacial más rápida jamás construida, la sonda solar Parker de la NASA,
alcanza velocidades de hasta 690.000 km/h. Incluso a esa velocidad récord,
después de 400 años de viaje ininterrumpido, la sonda aún estaría a 37,7
billones de kilómetros de su destino, habiendo completado apenas el 6 % del
trayecto
Así,
Chrysalis tendría que alcanzar una velocidad máxima de alrededor de 1,07 % de
la velocidad de la luz (17 veces más rápida que la sonda Parker) para completar
su misión en aproximadamente 400 años, tras un período inicial de aceleración
de un año y otro año final de desaceleración. Su sistema de propulsión sería un
motor de fusión directa, alimentado por isótopos de helio-3 y deuterio, tecnología
que aún se encuentra en fase conceptual
¿Cómo
sería vivir en Chrysalis?
La
nave funcionaría como una ciudad espacial autosuficiente, con capacidad para
entre 1.500 y 2.400 personas, aunque los diseñadores consideran óptima una
población de unas 1.500 personas para garantizar la sostenibilidad.
El
hábitat estaría organizado en múltiples niveles modulares que giran
constantemente sobre un eje para crear gravedad artificial. Desde el exterior
hacia el interior, estos niveles se especializarían en diferentes funciones.
En
la capa más próxima al núcleo se cultivarían plantas, hongos, insectos y
ganado, manteniendo incluso biomas completos como bosques tropicales o
boreales. Más allá, parques, escuelas, hospitales y bibliotecas conformarían la
vida comunitaria; luego vendrían las zonas residenciales y, en capas más
externas, industrias, talleres y almacenes que podrían gestionarse en gran
parte mediante robots.
Una
característica única sería el Cosmo Dome, ubicado en la parte delantera,
diseñado como una burbuja de microgravedad que ofrecería a los pasajeros vistas
espectaculares del cosmos mientras experimentan la ingravidez.
Próxima
b, exoplaneta descubierto en 2016 a 4,24 años luz de distancia, orbita en la
zona habitable de Próxima Centauri y sería el destino final del épico viaje del
Chrysalis.
Preparación
en la Antártida y gobernanza con IA
El
proyecto contempla aspectos fascinantes más allá del diseño técnico. Antes del
lanzamiento, las primeras generaciones de habitantes tendrían que vivir y
adaptarse en un entorno aislado en la Antártida durante 70 u 80 años, para
garantizar su bienestar psicológico y preparación para el confinamiento
espacial.
Los
nacimientos se planificarían cuidadosamente para mantener la población en
niveles sostenibles, y la gobernanza se realizaría en colaboración con
inteligencia artificial para "permitir la resiliencia de todo el sistema
social" y facilitar la transferencia de conocimientos entre generaciones.
El
concurso Project Hyperion, lanzado el 1 de noviembre de 2024 con una dotación
de 10.000 dólares, atrajo a cientos de equipos internacionales. Los ganadores
se anunciaron el 23 de julio de 2025, y Chrysalis se llevó el primer premio de
5.000 dólares.
Los
participantes debían cumplir requisitos específicos: cada equipo necesitaba al
menos un diseñador arquitectónico, un ingeniero y un científico social. Sus
propuestas debían demostrar cómo alojar a 1.000 personas (más o menos 500)
durante siglos, proporcionando gravedad artificial, sistemas robustos de
soporte vital y mecanismos para preservar la cultura y el conocimiento.
¿Exploración
o huida? El futuro de la humanidad
Chrysalis
forma parte de una larga tradición de conceptos de naves generacionales que se
remonta a 1918, cuando Robert H. Goddard escribió sobre "La migración
definitiva". Desde entonces, como resume Universe Today, visionarios como
Konstantin Tsiolkovsky, J.D. Bernal y Robert Enzmann han propuesto versiones
similares de estos "arcas espaciales".
Aunque
el proyecto es puramente hipotético y requiere tecnologías que aún no existen,
como reactores comerciales de fusión nuclear, iniciativas como esta
"pueden contribuir a ampliar nuestra base de conocimientos actual y ayudar
a los ingenieros a mejorar los diseños futuros", segun expone Live Science.
Sin
embargo, más allá del fascinante espectáculo tecnológico que representan estas
naves generacionales, cabe preguntarse qué narrativa esconden realmente.
¿Estamos diseñando una aventura hacia lo desconocido o planificando una huida
desesperada de un planeta que hemos agotado? ¿Es prudente confiar el destino de
generaciones enteras a algoritmos de inteligencia artificial? ¿Y qué tipo de
civilización podríamos construir en un mundo alienígena, después de siglos de
confinamiento espacial?
Mientras
contemplamos estos ambiciosos proyectos de escape interestelar, quizás no esté
de más recordar también una verdad incómoda: después de décadas explorando
nuestro vecindario cósmico, aún no hemos encontrado nada que se compare a la
extraordinaria riqueza de vida, belleza y posibilidades que ofrece la Tierra.
Tal vez, antes de soñar con huir hacia las estrellas, deberíamos preguntarnos
si no sería más sensato aprender a cuidar mejor el único hogar que sabemos que
funciona.
Editado
por Felipe Espinosa Wang con información de Project Hyperion, Popular
Mechanics, Live Science y Universe Today.

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