CIENCIA ALEMANIA
ALEMANIA (ANB / Información de DW Noticias).- Epiolmeca, Rongo Rongo, Lineal A: algunas escrituras antiguas siguen siendo indescifrables. ¿Podrá la inteligencia artificial descifrar los códigos del pasado?.
¿Te
atreves a resolver acertijos complicados? Imagina que alguien te presenta un
código desconocido que debes descifrar sin diccionario, sin gramática, sin
traducción.
La
arqueología y la lingüística se unen para enfrentar exactamente este tipo de
enigmas en los que varios sistemas de escritura antiguos siguen siendo un
misterio incluso hoy en día, pese al uso de alta tecnología e inteligencia
artificial. Estos legados reflejan grandes civilizaciones cuya escritura
podemos ver, pero no comprendemos que dicen.
Svenja
Bonmann es lingüista en la Universidad de Colonia y se dedica a la lingüística
histórico-comparativa, un campo que estudia el origen y la evolución de las
lenguas. En su investigación intenta descifrar lenguas históricas y reconstruir
sus estructuras.
«Para
mí es muy atractivo tener delante un rompecabezas lingüístico tan exigente que
incluso las mentes más brillantes han fracasado en descifrar», afirma. «A
través de estos testimonios escritos se accede a una cultura que desapareció
hace mucho tiempo». Es como interactuar con una cultura ajena mediante una
máquina del tiempo, explica Bonmann.
Demasiado
corto, demasiado poco, demasiado ajeno
Actualmente,
Bonmann investiga el sistema de escritura epiolmeca, que surgió en la costa sur
del Golfo de México. Algunas inscripciones y símbolos de la escritura olmeca
apuntan a un sistema temprano de escritura, pero hay muy poco material
disponible y el contexto es tan incierto que descifrarlo resulta extremadamente
difícil.
Igualmente
de enigmática es la escritura de la civilización del Valle del Indo llamada
cultura Harappa, actualmente en Pakistán y al noroeste de la India. Aparece en
cientos de sellos y fragmentos de cerámica, pero casi siempre en secuencias
extremadamente cortas. Sigue siendo objeto de debate si detrás de ella hay una
lengua plenamente desarrollada o más bien un sistema simbólico.
Otro
ejemplo abstracto es el rongo rongo de la isla de Pascua, que parece una
escritura pictográfica de aves, personas y formas ornamentales. Solo se
conserva en unas pocas tablillas de madera, algunas dañadas.
Más
familiar nos resulta la cultura minoica de Creta en Grecia: de sus tres
sistemas de escritura, solo el Lineal B ha podido ser descifrado, ya que se
trata de una forma temprana del griego. Los jeroglíficos cretenses y el Lineal
A, en cambio, siguen siendo un enigma hasta hoy.
De
Creta procede también el famoso Disco de Festos, del segundo milenio antes de
Cristo: un objeto único de arcilla con símbolos estampados en espiral. Es
espectacular; y precisamente por ser una pieza aislada resulta casi imposible
de descifrar de manera sistemática.
El
etrusco es otro idioma que sigue siendo misterioso. Se hablaba en la Antigüedad
en el centro de Italia. Aunque el alfabeto es legible ya que deriva del griego,
la lengua apenas tiene parientes reconocibles, lo que dificulta comprender el contenido
de las inscripciones.
Del
actual Irán procede el protoelamita, la tradición más antigua conocida de
escritura y administración en la región del Elam. Los signos están bien
catalogados, pero las tablillas suelen estar fragmentadas, el contenido parece
administrativo y la lengua no encaja en ninguna familia lingüística conocida.
Cuando
las escrituras se convierten en enigmas
Todas
estas escrituras comparten un problema fundamental: faltan decodificadores como
lo fue la Piedra de Rosetta, que fue la clave para descifrar los jeroglíficos
egipcios. Es decir, inscripciones bilingües en las que un mismo texto aparece
tanto en una lengua conocida como en la escritura enigmática. Sin estas claves,
resulta muy difícil asignar signos a sonidos, sílabas o palabras.
Pero
no es imposible, afirma Bonmann, «no necesariamente se necesitan textos
bilingües, pero sí algún tipo de continuidad con épocas históricas, por ejemplo
nombres de lugares, de gobernantes o de dioses. Con eso se puede lograr».
Otro
factor decisivo es si una lengua puede asignarse a una familia lingüística
conocida. Sin ese marco, faltan los sistemas fonéticos, las estructuras de
palabras y los patrones gramaticales típicos con los que se pueden poner a
prueba las hipótesis.
La
inteligencia artificial, ayuda limitada
Con
el auge de la inteligencia artificial aumentan las esperanzas de poder romper
los códigos indescifrables. La IA puede analizar secuencias de signos en busca
de patrones, distinguir variantes, completar partes dañadas y contar
frecuencias.
Pero
según Bonmann, con cantidades muy pequeñas de texto, el Corpus llega a sus
límites. La inteligencia artificial necesita grandes volúmenes de datos para el
análisis. En los sistemas de escritura no descifrados, sin embargo, suele haber
muy pocas inscripciones. «En mi opinión, es relativamente improbable que en un
futuro cercano se desarrollen programas capaces de operar con tan pocos datos».
Enigmas
que seguirán siéndolo
Tal
vez el atractivo especial de estas escrituras reside en su misterio: muestran que
incluso en la era de máquinas aparentemente omniscientes, algunas voces del
pasado guardan sus secretos… al menos por ahora.
«Los
seres humanos somos, hasta donde sabemos, la única especie con conciencia
histórica. Pensamos de dónde venimos y hacia dónde vamos», explica Bonmann.
Reflexionar sobre las sociedades del pasado, sobre cómo funcionaban y por qué
desaparecieron, forma parte del núcleo mismo de lo humano, dice la lingüista de
Colonia. En ese sentido, descifrar estas lenguas es un tema altamente relevante
y plenamente actual, concluye Bonmann.
(os/chp)


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