Perdió
una pierna con un balazo
Genaro Quisberth pide limosna en la calle Loayza. Foto: ERBOL. |
LA PAZ, BOLIVIA (ANB / Erbol).- Viste una camisa sucia, un chaleco que no es de su talla y
un pantalón remangado hasta la altura de su rodilla derecha que deja expuesta
una prótesis gastada. Se apoya en dos muletas y en su mano sostiene una gorra
azul descolorida con la que pide limosna a los conductores de los vehículos que
circulan por la calle Loayza de La Paz. Se trata de Genaro Quisberth, un
comunario de Sorata que participó de las movilizaciones registradas durante la
denominada “Guerra del gas” de octubre de 2003.
“Yo
vivo en Sorata, antes iba a las minas a ayudar y recoger coca, así ganaba mis
pesitos. Pero ahora no puedo trabajar, apenas me puedo mover. A veces lustro
zapatos en Sorata, a veces vendo tarjetas (para teléfono celular) y a veces me
vengo a La Paz para ver cuánto me puede ayudar la gente”, relata con la mirada
hacia el piso.
Genaro
tiene 38 años de edad y su único familiar cercano es su madre de 80 años, con
quien vive en la población de Sorata. Tenía una pareja con la que pensaba
casarse, pero ella se alejó después de que el sobreviviente de octubre de 2003
perdió su pierna derecha.
“Todo
tiene su tiempo, yo hubiera querido casarme, y a veces todavía quisiera, pero
no sé, no tengo nada (de dinero), no sé si tendré mi familia algún día”,
expresa triste.
La
llamada “Guerra del gas” sucedió cuando el gobierno del expresidente Gonzalo
Sánchez de Lozada anunció la exportación del gas boliviano a Estados Unidos y
México a través de Chile. Las protestas se desarrollaron en diferentes puntos
de La Paz y El Alto.
“Nosotros
hemos salido porque nos han dicho que se estaban matando en (la comunidad) La
Huaya (Sorata). Hemos ido, para ver cómo defender, no queríamos enfrentarnos.
Yo estaba al medio, no me acuerdo bien, pero un disparo de bala me ha llegado,
ahí nomás me he caído sobre la piedra (…) Primero me han llevado al hospital de
mi comunidad, después al Hospital General. Ahí me han cortado mi pierna”,
cuenta.
Genaro,
al igual que los más de 400 heridos del hecho, sólo espera un resarcimiento
económico del Gobierno para al menos subsistir.
“Muchos
de mis compañeros han perdido su trabajo, ya no pueden ganar (dinero) como
antes y cuántos hermanos hemos quedado así. Mi prótesis la han pagado en el
gobierno de Carlos Mesa, pero necesitamos más”, lamenta.
Después
se aleja y vuelve a extender con la mano su gorra azul y un conductor de un
minibús coloca unas monedas en ella. Genaro agradece exclamando una bendición,
luego sigue su camino en busca de otro conductor.
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