Agricultores
invadieron la tribu Awá del Brasil
Pira'I fue uno de los dos indígenas que vieron desde el aire la destrucción de las casas de los campesinos, que los avasallaban. |
Por:
Justin Rowlatt
LA
PAZ, BOLIVIA (ANB / BBC).- ¿Se puede remediar el daño que ha traído
consigo la explotación forestal en la Amazonía brasileña a su población
indígena? Justin Rowlatt, de la BBC, fue testigo de algunos momentos claves en
un esfuerzo del ejército, la fuerza aérea y la policía militar de Brasil para
salvar a una tribu en peligro.
Pira'l dio dos pasos para
montarse al helicóptero, pero esos pasos sirvieron de puente entre dos mundos
completamente diferentes.
Pira'l es un miembro de una
tribu de 350 personas llamada Awá. Viven en las últimas islas de selva en lo
que ahora es la extrema frontera oriental del Amazonas.
Creció en un diminuto grupo
nómada tribal, completamente separado del resto del mundo.
Ahora, junto con su amigo Hamo,
tomó la decisión de abordar el primer vuelo de su vida y dejar la selva en la
que había vivido toda la vida.
Me sonrieron nerviosamente
desde la ventana. Luego, el motor rugió y sus rostros se desaparecieron en el
gran remolino de hojas y polvo que levantó el helicóptero al elevarse en el
aire.
Para ellos, y para toda la
tribu, era un viaje trascendental.
Los awá son una de las muy
pocas comunidades de cazadores-recolectores que quedan en la cuenca del
Amazonas.
Survival International, un
grupo de presión que defiende los derechos de pueblos indígenas, los describió
como "la tribu más amenazada del planeta".
Durante las dos últimas
décadas, leñadores y agricultores han invadido las tierras ancestrales de los
awá, destruyendo la selva.
Buenas noticias desde el
Amazonas
Le pregunté a Pira'l cómo era
crecer en la selva.
"Siempre estábamos
huyendo", me dijo. "Encontrábamos un lugar donde dormir, y los
leñadores llegaban a talar nuestros árboles y teníamos que volver a huir".
Pira'l y su familia -como la
mayoría de los awá- fueron forzados a abandonar su estilo de vida tradicional y
mudarse a aldeas.
Increíblemente, sin embargo, un
puñado de awá están resistiendo. Siguen aislados, viviendo en los últimos
reductos selváticos de la región.
"Es un milagro que no
hayan muerto", le dijo a la BBC uno de los funcionarios de la Fundación
Nacional del Indio de Brasil, Funai.
Con su extravagante barba,
Leonardo Lenin le hace honor a su dramático nombre. Ha dedicado su vida a
luchar a favor de las tribus de Brasil.
"Es una historia de
resistencia", afirmó.
"Durante 514 años, nuestra
cultura ha estado tratando de dominar a la de ellos, pero han
sobrevivido".
Y, gracias a los esfuerzos de
gente como Leo Lenin y Survival International, ahora es más probable que lo
logren.
Eso es porque, como cosa rara,
hay buenas noticias procedentes de la Amazonía.
Invasores trasladados
Vine a ser testigo de un
esfuerzo sin precedentes del gobierno brasileño para sacar a los invasores y
recuperar las tierras ancestrales de la tribu.
Se trata de la Operación Awá y
su escala era impresionante.
El ejército, la fuerza aérea y
la policía militar están actuando junto con el departamento de los pueblos
indígenas y el servicio de protección del medioambiente de Brasil. La operación
es coordinada por Funai.
A los campesinos que se han
asentado ilegalmente en la reserva indígena que comprende el territorio awá se
les había notificado que debían irse. Y parecía que lo estaban haciendo.
El gobierno les había ofrecido
terrenos en otra parte del estado.
Vi como una familia cargó su
camión con todo lo que tenían, hasta las tejas del techo de la finca en la que
habían vivido durante 18 años.
La familia se fue por la ruta
agreste, levantando una nube de polvo rosado, aferrándose a el revoltijo de
armarios, mesas, camas y hasta una antena parabólica.
Otro día vi una redada en un
aserradero ilegal que involucraba a oficiales de Ibama, el Instituto Brasileño
del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables.
Los troncos de árboles enormes
estaban tirados por todos lados como si fueran fósforos.
Los agentes de Ibama
registraron todo lo que encontraron detalladamente, incluyendo los libros de
cuentas en los que estaban anotados cuidadosamente los pagos hechos a la
policía local.
Luego, la agente María Luisa
Gonclaves, que lideraba la incursión, ordenó que incendiaran el lugar.
"¿Cierto que el fuego se
ve bello?", la escuché susurrarle a un colega, mientras observábamos las
grandes llamas danzar en el cielo nocturno.
Pero, ¿cómo le podía mostrar el
gobierno a la tribu que los "invasores" ya se fueron?
Es ahí donde entra en juego el
helicóptero.
Llevó a Pira'l y Hamo, los dos
awa nerviosos del principio de esta historia, al límite de la reserva indígena
donde pudieron ver a un buldócer destruir lo que quedaba de las casas de los
campesinos expulsados.
Finalmente, Pira'l se relajó y
miró como las edificaciones colapsaban con una amplia sonrisa.
Mano de hierro
Desde arriba se ve cómo los
leñadores ilegales avanzan y se va acabando la selva.
Cuando llegaron de vuelta a la
aldea, una multitud les esperaba.
"La destrucción es
enorme", les dijo Pira'l triunfalmente.
"Lo vi con mis propios
ojos: mandaron a los que no son indígenas muy, muy lejos. Seguro les dijeron,
'¡váyanse, váyanse!'".
"Estás seguro de que no
están escondidos en la selva y volverán", le preguntó alguien.
"No, no queda nadie",
respondió Hamo con seguridad.
"Ya no tienen sus casas.
Los no-indígenas destruyeron todo, incluso el colegio".
"Tienen un camión con una
mano de hierro que destruye todo", añade Hamo, claramente impresionado.
La realidad
A menos de que el gobierno
mantenga lejos a los invasores, el alivio de los awá no durará.
Me sentí privilegiado por poder
presenciar un día tan memorable para la tribu.
Pero la verdad es que apenas se
marchen las tropas, los leñadores y campesinos volverán.
La gran pregunta es si Brasil
está dispuesto a invertir los recursos necesarios para mantenerlos lejos
permanentemente.
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