CIENCIA GLOBAL
LA PAZ, BOLIVIA (ANB / Información de DW Noticias).- La luz solar podría ser más que un simple generador de vitamina D: científicos descubren que modula el sistema inmunológico y reduce enfermedades autoinmunes como la esclerosis múltiple.
La
luz solar, ese regalo diario que a menudo damos por sentado, recibe constante
atención científica. Y por buenas razones: sin ella, la vida misma no existiría
en nuestro planeta. Sin embargo, cuando se trata de sus efectos en la salud
humana, el panorama se vuelve complejo y contradictorio.
Todos
hemos escuchado las advertencias médicas sobre los riesgos de la exposición
excesiva al sol y su vínculo con el cáncer de piel. Pero también circulan
teorías que sugieren que la radiación solar podría ser clave para combatir
algunas de las enfermedades más devastadoras de nuestro tiempo. ¿Qué dice
realmente la evidencia científica actual sobre el potencial terapéutico del
sol? A continuación, exploramos lo que sabemos hasta ahora.
La
idea de que el sol hace bien no es nueva. Durante siglos, diversas culturas han
reconocido el poder curativo del sol. De Egipto a la Grecia antigua, pasando
por las tradiciones médicas islámicas, el astro rey fue considerado una fuente
de salud y revitalización. Lo sorprendente es que, en pleno siglo XXI, esta
creencia ancestral esté siendo redescubierta por la ciencia con una fuerza
inesperada.
La
era de la vitamina D: promesa y limitaciones
Durante
años, la hipótesis dominante fue simple: la luz solar produce vitamina D,
esencial para la salud ósea y, quizás, para prevenir un largo catálogo de
enfermedades. Los hermanos Frank y Cedric Garland, epidemiólogos de la
Universidad Johns Hopkins, sugirieron en un influyente artículo en 1980 que la
vitamina D era responsable de las menores tasas de cáncer de colon en regiones
soleadas. Así comenzó la era de la vitamina D, un período en el que médicos de
todo el mundo comenzaron a recomendar masivamente la suplementación con este
nutriente.
Por
ejemplo, en países como el Reino Unido, donde entre noviembre y marzo la
radiación UVB simplemente "no llega al suelo" –como aseguró la Dra.
Inez Schoenmakers, en un artículo de The Guardian de 2009–, se vio un
resurgimiento en aquel entonces de enfermedades como el raquitismo, sobre todo
en poblaciones con piel más oscura y baja exposición solar.
Pero
la "era de la vitamina D" parece hoy haber alcanzado su límite. Los
suplementos han mostrado ser útiles para evitar deficiencias graves, pero los
ensayos clínicos no han confirmado sus supuestos efectos milagrosos sobre el
cáncer, la diabetes o las enfermedades cardiovasculares. En otras palabras, las
dolencias afectan por igual a quienes toman suplementos y a quienes no.
Como
concluye un reciente y exhaustivo análisis publicado en Scientific American,
"cualquier cosa que la luz solar esté haciendo para prevenir miríadas de
dolencias, es mucho más complicado que hacer que la piel produzca un poco de
vitamina D".
Por
ejemplo, algunos estudios observacionales sugieren que, a pesar del aumento de
melanomas, las personas más expuestas a la luz solar diaria viven más tiempo.
El doctor Martin Moore-Ede, director del Centro de Investigación sobre la Luz
Circadiana, cita en un artículo para Psychology Today un trabajo sobre personal
de la Marina de Estados Unidos –altamente expuesto al sol– que mostró una tasa
de mortalidad por cáncer de piel tres veces menor de lo esperado y un 44 %
menos de muertes por otros tipos de cáncer.
Aunque
estos resultados no prueban causalidad y pueden estar influidos por otros
factores, refuerzan la idea de que la luz solar ejerce un efecto protector más
amplio de lo que se pensaba.
Por
su parte, un estudio sueco encontró resultados similares: las mujeres con menor
exposición a la luz solar tuvieron el doble de mortalidad durante un
seguimiento de 20 años comparado con las más expuestas. El riesgo de morir por
enfermedades cardiovasculares era un 130 % mayor y el riesgo por otras causas
no relacionadas con cáncer ni enfermedades cardiovasculares un 70 % mayor.
Sorprendentemente, incluso aquellas que desarrollaban melanoma tenían mejor
supervivencia si seguían tomando el sol.
De
hecho, según reporta Scientific American, algunos estudios en ratones han
mostrado que la exposición a rayos UV mejora enfermedades autoinmunes sin
afectar los niveles de vitamina D, lo que llevó a científicos como Robyn Lucas,
en Australia, a volver sobre sus propios datos y encontrar una correlación más
fuerte con la exposición solar en sí que con la vitamina.
El
gradiente de latitud y la esclerosis múltiple
Uno
de los casos más estudiados y prometedores es el de la esclerosis múltiple
(EM), una enfermedad autoinmune en la que el sistema inmune ataca la mielina
que recubre los nervios. Y es que su distribución geográfica presenta un patrón
inquietante.
Durante
más de un siglo, los investigadores han documentado que numerosas enfermedades,
particularmente las condiciones autoinmunes y cardiovasculares, muestran una
correlación con la latitud. Incluso después de ajustar variables como la dieta
y el nivel socioeconómico, la incidencia de estas patologías tiende a aumentar
conforme nos alejamos del ecuador.
En
Australia, por ejemplo, las tasas de EM suben de 12 por cada 100.000 personas
en el norte tropical a 76 en el sur, según Scientific American.
Por
otra parte, la exposición al sol, especialmente durante la infancia o el
embarazo, parece ejercer un efecto protector. Estudios observacionales han
encontrado que los niños que pasan más de una hora al día al aire libre tienen
hasta cinco veces menos riesgo de desarrollar EM que los que pasan menos de 30
minutos.
Un
caso de esperanzador
Un
caso concreto es el de Kathy Reagan Young, una paciente diagnosticada con EM en
2008 en EE. UU., que comenzó a utilizar una caja de luz UV prescrita por su
médico. En pocos meses, su fatiga desapareció, su puntuación de enfermedad bajó
al mínimo, y recuperó una vida activa.
Aunque
anecdótico, su caso simboliza lo que algunos científicos empiezan a llamar una
revolución en marcha. Y no por nada: en su caso específico, su puntuación de
Actividad de Enfermedad de EM ha bajado a 1 de 10, la mejor posible, y se ha
mantenido así durante más de un año, de acuerdo con Scientific American.
La
fotoinmunología: una nueva frontera científica
Esta
terapia podría representar apenas la punta del iceberg. Y lo que muchos
científicos ahora creen es que la clave podría estar en cómo la luz UV parece
modular el sistema inmunológico. En concreto, la evidencia científica emergente
muestra que la luz UV tiene una capacidad sorprendente para calmar un sistema
inmunológico descontrolado.
Al
incidir sobre la piel, los rayos desencadenan una cascada de reacciones
bioquímicas, cuyos impactos exactos en la salud humana siguen bajo
investigación: se generan endorfinas, serotonina, óxido nítrico (que baja la
presión arterial), lumisterol (con efectos antiinflamatorios), y otras
moléculas que aún están siendo descubiertas.
El
inmunólogo Scott Byrne, por ejemplo, identificó recientemente lípidos generados
por la piel tras la exposición solar que instruyen a las células T para que no
se multipliquen descontroladamente; justamente el proceso que desencadena
enfermedades autoinmunes como la EM.
En
otro pequeño y preliminar ensayo clínico en Australia, citado por Scientific
American, 30 % de los pacientes con EM temprana que recibieron fototerapia UV
no desarrollaron la enfermedad, frente al 0 % del grupo de control. Y lo más
intrigante: los efectos positivos –aunque se requiere confirmación en
investigaciones más amplias– persistieron meses después de terminar la terapia.
Este
campo, denominado fotoinmunología, no solo contribuye a comprender mejor la EM,
sino que también podría ofrecer perspectivas valiosas para entender otras
patologías con componentes inflamatorios, como la diabetes tipo 1, la artritis
reumatoide, la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa. Todas estas
condiciones comparten, además, una característica común: presentan mayor
incidencia en poblaciones con limitada exposición solar.
Más
allá de la piel: los ritmos circadianos
Aunque
la intuición nos haga creer que todo ocurre en la piel, otra evidencia ilustra
una verdad más compleja de los beneficios del sol. Por ejemplo, Psychology
Today recuerda que incluso sin exposición directa al sol, salir al aire libre
ayuda a sincronizar los ritmos circadianos, lo cual impacta directamente en la
regulación hormonal, el estado de ánimo y el metabolismo. La luz azul matinal,
en particular, ayuda a calibrar el "reloj interno" y podría reducir
el riesgo de múltiples enfermedades.
En
otras palabras, ni siquiera es necesario tomar el sol a pleno para obtener
beneficios: basta con ver la luz natural a diario, preferiblemente por la
mañana.
Tradición
milenaria
La
fascinación por la luz curativa no es nueva. El Papiro Ebers, un antiguo
pergamino médico egipcio del 1500 a.C., contiene recetas para ungüentos que
debían aplicarse y luego exponer el cuerpo a la luz solar. El médico griego
Areteo de Capadocia recomendaba ya en el siglo II d.C. exponer a los pacientes
melancólicos a los rayos solares. Florence Nightingale aseguraba que "tras
el aire fresco, la luz solar directa es lo más importante". Y en el siglo
XIX, personajes como Edwin Babbitt y Dinshah Ghadiali construyeron dispositivos
que proyectaban luz de colores para curar todo tipo de males.
Aunque
muchas de estas ideas hoy son consideradas como pseudociencia, otras han sido
reivindicadas por la medicina moderna. La luz azul se usa en hospitales para
tratar la ictericia neonatal, y las lámparas de luz blanca ayudan con el
trastorno afectivo estacional.
¿Y
ahora qué?
Estas
revelaciones plantean una pregunta crucial: ¿cómo equilibrar los beneficios de
la exposición solar con los riesgos conocidos del cáncer de piel? La pregunta
quizás ya no es si la luz solar puede tener efectos curativos, sino cómo y
cuándo aprovecharlos sin caer en el riesgo del exceso. El cáncer de piel sigue
siendo un peligro real, y las autoridades sanitarias lo recuerdan con
insistencia. Pero cada vez más expertos proponen replantear el equilibrio.
En
definitiva, la fototerapia es improbable que entregue todos los beneficios de
la luz solar de espectro completo, pero no tiene que hacerlo. La recomendación
más sensata parece ser un equilibrio moderado: evitar quemarse con el sol,
mantenerse alejado del él entre las 11 de la mañana y las 3 de la tarde en
verano, y utilizar cremas solares con factor 15 o superior.
Para
personas con enfermedades autoinmunes como Kathy Reagan Young, la fototerapia
controlada ofrece una esperanza tangible. "La EM te roba tanto. No puedes
levantarte de la cama, no puedes ir a trabajar, no puedes limpiar tu casa (...)
Es tan empoderador encontrar un tratamiento que realmente te permita cuidarte a
ti mismo", asegura.
Mientras
tanto, continúa la búsqueda de los mecanismos moleculares exactos que
transmiten al organismo esa aparente "señal de calma inmunológica"
durante la exposición solar. Es probable que no exista una única sustancia
responsable. "Probablemente son múltiples", advierte la inmunóloga
Prue Hart a Scientific American. La lección por ahora es clara: ni la
demonización total del sol ni su idealización reflejan la realidad. La clave,
como en tantos aspectos de la medicina, parece estar en encontrar el equilibrio
adecuado.
Editado
por Felipe Espinosa Wang con información de Scientific American, Psychology
Today, The Guardian y The Conversation.

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