DICE QUE EL PODER CAE EN ESA TRAMPA
En su
carta de renuncia dice que el “laberinto burocrático que creíamos inicial, pero
es infinito”, ha recortado su novedosa experiencia a nivel de la
Vicepresidencia. Afirma que nada de ese trabajo fue valorado por “la mezquina y
torva mirada de la burocracia convertida en poder desnudo e instrumento de
dominación y represión continua”.
Bautista, quien era presentado en varios foros y conversatorios como escritor, pensador y filósofo boliviano, indica que la burocracia socava el contenido democrático-popular de una revolución y del proceso de cambio y en su caso dice que la burocracia pasó del “bloqueo continuo a la desarticulación de todo lo positivo que pudo haberse hecho.”
“Cierta
burocracia, muy consciente de su poder, replica muy bien las lógicas de dominación,
de modo constante, que buscan, desde lo operativo, minar toda apuesta genuina
de transformación. En esa religiosidad (o excesivo legalismo) se ampara el
poder burocrático que cerca, por medio de la intimidación, toda gestión
pública. No es sino el miedo lo que prohíja semejante legalismo, que es la otra
cara de la religión sacrificial que promueve el mundo moderno y el
capitalismo”, dice en su carta a la que tuvo acceso Erbol.
Sostiene
que por este motivo no puede disolverse el carácter colonial, liberal y
neoliberal del Estado y asegura que todo empeño por cambiar algo se diluye en
la inercia de las reglas técnicas de operación del Estado colonial y señorial.
En su
opinión, desgraciadamente, es el propio poder político el que cede y se somete a
la “dictadura de lo técnico-administrativo” por sobre las propias líneas
programáticas, dejando en la indecisión, la consolidación definitiva del vivir
bien, la descolonización y lo plurinacional, como posición orgánica del Estado.
Bautista
remarca que todo intento de cambiar algo se diluye en un vano intento porque el
poder político cae en la trampa ideal de la burocracia hecha poder de
dominación; las espaldas que se cuidan no son sino las de sus mismos agentes
como replicadores de la dominación estructural y la continuidad del Estado
señorial.
Tras su
experiencia en esta función pública, advierte que sin respaldo político real
“uno siembra en vano”, en el infinito desierto burocrático. “Eso desgasta no
solo las fuerzas sino la esperanza y el propio proyecto político. En esa
medida, creemos que podemos seguir sirviendo a nuestro pueblo, pero ya no desde
instancias que han hecho de la burocracia un ejercicio de dominación colonial y
señorial, y solo operan mediante el desgaste y la intimidación”, sino volviendo
al pueblo en procura de la reconducción del proceso de cambio.
“Los
gobiernos son efímeros. El pueblo es eterno, ¡Jallalla!, dice en la parte final
a tiempo de despedirse del vicepresidente a quien reiteró su respaldo en el
objetivo de seguir trabajando por la descolonización y por el vivir bien.
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