Precipitación
pluvial disminuyó 38%
LA PAZ, BOLIVIA (ANB / Erbol).- El pasado 22 de noviembre, el presidente de Bolivia, Evo
Morales, declaró “emergencia nacional” por la escasez de agua. El mandatario
llamó a la población a “estar preparados para lo peor” luego de ampliar el
racionamiento ante la peor sequía en 25 años.
Se
estima que cinco de las nueve regiones del país están afectadas, pero con
preocupación se pone atención en centros urbanos como La Paz y El Alto.
En
medio de esta “crisis del agua”, se advierte que los glaciares de Bolivia se
han reducido en un 40 por ciento. El nivel de agua del Lago Uru Uru en Oruro
desciende dramáticamente mientras hace algunos meses se confirmó que el Poopó
quedó sin agua, el segundo lago más grande del país.
Pero
este escenario también preocupa en otro país de la zona andina. A principios de
diciembre, el gobierno peruano extendió la emergencia por déficit hídrico a 17
regiones. Esto, por la falta de lluvias en la sierra norte y sur de nuestros
vecinos. Ayacucho, Cajamarca, Cusco, Puno, Tacna y Tumbes, son algunos de los departamentos
que se incluyeron en esta nueva declaratoria oficializada mediante un Decreto
Supremo en el diario oficial El Peruano.
Bolivia
fue declarada por la ONU como uno de los países más vulnerables a las
consecuencias del calentamiento global de la Tierra. Para el presidente Morales
“el problema del cambio climático no solo es en Bolivia, sino en todo el
mundo”.
En
conversación con Diario y Radio Universidad de Chile, Oscar Campanini,
Coordinador
general del Centro de Documentación e Información Bolivia (CEDIB, Cochabamba),
comentó las cifras, historia y proyecciones del tema que pone en la mira a
todos los países en este sector del continente.
Este
tema, ¿era una bomba de tiempo?
En el
caso de Bolivia, la sequía es algo que ha afectado a algunas regiones de forma
regular aunque cada vez más intensa. Por ejemplo, en el caso del Chaco, un
ecosistema particular que está limítrofe con Paraguay y Argentina,
lamentablemente está cada vez más afectado por la sequía y hace varios años
sufre con el desabastecimiento de agua para consumo doméstico. Pero también se
presentan importantes impactos en la actividad agropecuaria.
Este
año no solo ha afectado esta zona por la falta de precipitación fluvial sino
que ha afectado a grandes centros poblados, entre ellos, Cochabamba, La Paz,
Potosí, Sucre y Tarija. Ese desabastecimiento ha ocasionado esta crisis y esta
medida de emergencia nacional.
¿Cuál
es el contexto de esta emergencia hídrica?
Hay un tema de calentamiento global que está
presente en varios países de la región. Este año, Bolivia ha sido uno de los
más afectados. Para dar una idea, aunque son datos preliminares, la
precipitación fluvial ha disminuido en un 38 por ciento en La Paz y en un 33 por ciento en
Cochabamba.
También
hay fenómenos regionales como El Niño, pero que afectan de forma más interna
por el cambio climático a nivel global.
Sin
embargo, podemos comentar otros factores más locales. Todavía no existen
estudios científicos muy precisos al respecto, pero con seguridad sí tienen
impacto las diferentes actividades que se desarrollan en el territorio
boliviano que están basadas en la extracción de materias primas.
La
deforestación, por ejemplo, es una de las actividades que más preocupa. No solo
de un importante ecosistema como el bosque amazónico sino también de zonas
forestales cercanas a las ciudades.
Las
medidas que se toman desde el Gobierno no necesariamente disminuyen estos
impactos. En la deforestación, hay una política de fomento que se aplica desde
hace años sobre el monocultivo para exportación principalmente de soya.
Hace
dos años se presentaron diferentes acuerdos con el sector empresarial para
incrementar en forma considerable esta área cultivada: pasar de alrededor de 3
millones de hectáreas cultivadas a 2025 con 9 millones de hectáreas. Y la única
forma de ampliar es deforestando…avanzando sobre el Amazonas.
En
noviembre pasado se presentaron los resultados de su estudio “La Agenda
gubernamental del agua”. En el texto, se advierte que “recién con la crisis y
racionamiento la población entendió que el tener un tubo y un grifo no
garantiza ese derecho humano al agua, sino que se debe tener la cantidad y
calidad”.
Algo
que preocupa es la falta de prevención que ha existido en las políticas por
esta variabilidad climática y sus impactos. Hay un incremento de inversiones en
el tema de agua, pero no corresponde con la inversión pública total en Bolivia.
Se han
priorizado otros sectores como la gran infraestructura, caminos, explotación de
hidrocarburos y minería. Estos criterios que se han asumido, no han sido los
más certeros.
¿Cuál
es el alcance de las “presiones” ante la demanda de la minería e hidrocarburos?
Hay una
apuesta, desde los gobiernos de nuestra región, centrada en un importante grado
de dependencia de la extracción de materias primas en las economías. Las
políticas para el incentivo en la exploración de hidrocarburos tienen impactos
ambientales y sociales. Incluso, para eso se dio la apertura de áreas
protegidas…
Muchas
de estas exploraciones se realizan en territorios de pueblos indígenas que
deben contar con un mecanismo de la consulta previa.
Durante
las últimas semanas, en varias notas de prensa se informa que pobladores
del municipio boliviano de Chipaya
“migran a Chile por falta de agua”. A esto, se suman las emergencias hídricas
que sufren también nuestros vecinos del Perú.
¿Cómo se enfrenta en conjunto el tema de “los refugiados climáticos”?
Es algo
que lamentablemente no es fácil visibilizar. En las áreas rurales de Bolivia
han tenido que implementar una estrategia de sobrevivencia de migraciones
temporales. No solo por los impactos del clima sino la falta de atención de
algunas necesidades básicas que ha hecho que esta población, en determinadas
épocas del año, tenga que emigrar a las ciudades. Incluso a otras actividades
fuera del país, como en Argentina.
Este
año ha sido evidente, en el caso de los Uru. Es un pueblo indígena que habita
en tierras altas y vive de las actividades del lago Uru Uru (en el departamento
de Oruro). Este lago, que pertenece al sistema del cual forma parte el
Titicaca, y el Poopó han sido afectados por las faltas de precipitaciones pero
también por algunas actividades humanas (agrícolas y mineras).
No son
lagos profundos, pero son estratégicos para resguardar el microclima de esta
zona. El que se seque pone a los pueblos en emergencia. En 2013, ellos protagonizaron una marcha hasta La Paz y eso
logró que el Gobierno sacara una ley de atención a pueblos vulnerables-no
contactados para evitar estos impactos.
Esta
norma no ha sido implementada y entre la sequía y la falta de precipitaciones,
es seguro que buena parte de este pueblo emigre hacia el lado de Chile. Algunas
de estas migraciones parece que van a ser definitivas.
¿Cuán
importante es que en nuestros países reconozcan el derecho de acceso al agua a
nivel constitucional? Cómo lo aprobó el Pleno del Congreso en Perú en una
Reforma Constitucional, mientras en Chile se debate una Reforma al Código de
Aguas.
Un
ejemplo. Cochabamba fue protagonista de la guerra del agua en el 2000 y en un
momento se quiso privatizar con una gran empresa transnacional que pretendía
incrementa las tarifas, en algunos casos, en un 200 por ciento. Pero hoy
persiste un problema: la población no atendida por los sistemas de agua tiene
que abastecerse a través de cisternas
que transportan el recurso de un lado a otro.
Según
el escenario, los privados que prestan este servicio suben el precio del
barril. Estos costos llegan a ser entre 5 a 8 dólares el metro cubico lo que, a
nivel internacional, es muy elevado y la que no está conectada es la población
más pobre de la ciudad. Es un problema de inequidad. En la actual sequía, los
camiones cisterna atienden también a la población que sí tiene sistema, porque
por el racionamiento recibe menos agua. Y para complementar, solicita agua de
cisternas. El agua ha subido de manera impresionante a 20 dólares el metro
cúbico. Eso comparado con cualquier país del mundo es muy alto.
El
derecho humano al agua establece principios normativos que deben implementarse
desde todas las instituciones públicas. En el caso de Bolivia, sí existe este
principio constitucional desde 2009 y es un referente para regular la
distribución del agua.
Una
recomendación: es fundamental para este cumplimiento que existan no solo
disposiciones en las normativas sino que las instituciones tengan la capacidad
efectiva de cumplir ese derecho humano.
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